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Carta a Jorge Luis Borges (5/8)

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Por LEÓN SARCOS 

Ficciones:  Tlön, Ugbar, Orbis Tertius, 1940

A pesar de ser el segundo de esta saga, Tlön, Ugbar, Orbis Tertius*, escrito al año siguiente de Pierre Menard, autor del Quijote, a mi parecer, no solo encierra su concepción del mundo, su cosmovisión o, para decirlo en la más elegante de las precisiones idiomáticas, su Weltanschauung, sino también su manera de entender la vida cotidiana, la compañía, la amistad y las mujeres. En él subyace la esencia de casi todos los arquetipos y componentes simbólicos de los temas y de los personajes, de la literatura borgeana, a partir de una declaración que los contiene a todos: Si tuviera que señalar el hecho capital de mi vida, diría la biblioteca de mi padre. En realidad, creo no haber salido nunca de esa biblioteca. Es como si todavía la estuviera viendo… recuerdo con nitidez los grabados en acero de la Chamber’s Encyclopedia y de la británica.

De ese noble apego a las enciclopedias surgirán en un principio los laberintos y los espejos y todas las motivaciones intelectuales y espirituales de su escritura: Debo a la conjunción de un espejo y de una enciclopedia el descubrimiento de Uqbar. El espejo inquietaba el fondo de un corredor en una quinta de la calle Gaona, en Ramos Mejía; la enciclopedia falazmente se llama The Anglo-American Cyclopedia (New York, 1917) y es una reimpresión literal, pero también morosa de la Encyclopaedia Britannica de 1902. (…) Bioy Casares había cenado conmigo esa noche… Desde el fondo remoto del corredor, el espejo nos acechaba. Descubrimos (en la alta noche ese descubrimiento es inevitable) que los espejos tienen algo monstruoso. Entonces Bioy Casares recordó que uno de los heresiarcas de Ugbar había declarado que los espejos y la cópula son abominables, porque multiplican a los hombres.

El mundo que ha soñado y edificado desde niño está plenamente concebido en un momento de su madurez intelectual. De su zoología se exaltan tigres transparentes y de su topografía torres de sangre. Al fin, ahora tenía en las manos un vasto fragmento metódico de la historia total de un planeta desconocido, con sus arquitecturas, y sus barajas, con el pavor de sus mitologías y el rumor de sus lenguas, con sus emperadores y sus mares, con sus minerales y sus pájaros, y sus peces, con su álgebra y su fuego, con sus controversias teológicas y metafísicas.

En su novedosa estructura de construcción, el protagonismo de la invención de Tlön, para bendición de la humanidad, no estará a cargo de un solo hombre: un profeta, un líder político o un filósofo. Esa hipótesis de un solo inventor −un Leibniz obrando en la tiniebla y en la modestia− ha sido descartada unánimemente. El protagonismo, como nos tiene acostumbrados el maestro en su particular estilo, en este caso será plural y anónimo. Se conjetura que este brave new world es obra de una sociedad secreta de astrónomos, de biólogos, de ingenieros, de metafísicos, de poetas, de químicos, algebristas, de pintores, de geómetras… dirigidos por un oscuro hombre de genio.

Las ideas fueron trabajadas pacientemente, por años, discutidas y vueltas a dimensionar hasta abolir exageraciones y confusas desmesuras. Ellas crearon las imágenes que hicieron posible a los sabios la configuración de este planeta y en su momento se hizo realidad indetenible y vertiginosamente cambiante, tal cual una ficción.

La primera afirmación que revela su visión del mundo es una clara y definida inclinación por el idealismo y un tajante desdén por el materialismo. Su vocación por el primero, registrada en la frase: Las naciones de ese planeta son −congénitamente− idealistas. Su lenguaje y las derivaciones de su lenguaje −la religión, las letras, la metafísica− presuponen el idealismo. El mundo no es un concurso de objetos en el espacio; es una serie heterogénea de actos independientes. Es sucesivo, temporal, no espacial.

En cambio, del materialismo nos aclara cínicamente: Entre las doctrinas de Tlön, ninguna ha merecido tanto escándalo como el materialismo. Algunos pensadores lo han formulado con menos claridad que fervor, como quien adelanta una paradoja.

El yo ilusorio y las paradojas del tiempo y sus obsesiones y alucinaciones beberán de las distintas fuentes de la cultura y de las escuelas de pensamiento de Tlön. Los metafísicos de Tlön no buscan la verdad, ni siquiera la verosimilitud: buscan el asombro. Juzgan que la metafísica es una rama de la literatura fantástica. Saben que un sistema no es otra cosa que la subordinación de todos los aspectos del universo a uno cualquiera de ellos. Una de las escuelas de Tlön llega a negar el tiempo; razona que el presente es indefinido, que el futuro no tiene realidad sino como esperanza presente, que el pasado no tiene realidad, sino como recuerdo presente… Otra, que mientras dormimos aquí estamos despiertos en otro lado y así que cada hombre es dos hombres.

En Tlön la única disciplina científica propiamente de cada uno, la psicología ha alcanzado la mayor relevancia. Es la que más puede hacer por el humano, sin tutores ni intermediarios que lo sujeten ni lo vigilen ni lo administren: cada quien es paciente, sujeto y guardián de sí mismo y de sus procesos mentales. Porque la dinámica psicológica de cada ser humano es absolutamente inasible. Por eso no es exagerado afirmar que la cultura clásica de Tlön comprende una sola disciplina: la psicología. Las otras están subordinadas a ella. He dicho que los hombres de ese planeta conciben el universo como una serie de procesos mentales que no se desenvuelven en el espacio sino de modo sucesivo en el tiempo.

Los idiomas del hemisferio boreal de Tlön poseen todos los nombres de las lenguas indoeuropeas y otros muchos más.  En Tlön la célula primordial no es el verbo, sino el adjetivo monosilábico. El sustantivo se forma por acumulación de adjetivos. No se dice luna: se dice aéreo-claro sobre oscuro-redondo o anaranjado-tenue del cielo o cualquier otra agregación.

Tlön es un planeta muy singular, donde la geometría la componen dos disciplinas diferentes: la visual y la táctil… La base de la geometría visual es la superficie, no el punto. Esta geometría desconoce las paralelas y declara que el hombre que se desplaza modifica las formas que lo circundan.  El sujeto de conocimiento es uno y eterno. Es extraño que los libros lleven la rúbrica del autor. No existe la posibilidad de plagio porque todas las obras son escritas por un solo autor intemporal y anónimo.

Se producen en el hemisferio boreal −en este extraño planeta− verdaderas revelaciones de deslumbrante belleza fantástica en su literatura, pues abundan los objetos ideales, convocados y disueltos en un momento, según las necesidades poéticas. (…) Hay objetos compuestos de dos términos, uno de carácter visual y otro de carácter auditivo: el color del naciente y el remoto grito de un pájaro. Los hay de muchos: el sol y el agua contra el pecho de un nadador, el vago rosa trémulo que se ve con los ojos cerrados, la sensación de quien se deja llevar por un río y también por el sueño. Y lo más sorprendente y sintéticamente estético: Hay poemas famosos compuestos de una sola enorme palabra.

El lector ha podido comprobar a lo largo de las doce páginas y media que le sirvieron a este oscuro genio para describir la historia total de este misterioso planeta que sin lugar a dudas en él habitan solo hombres, hay una sola alusión a la mujer −la anodina princesa de Faucigny-Lucinge− y no se toca el tema del amor. Supongo que el placer, el dolor y la concepción forman parte de los infinitos procesos mentales experimentados por sus habitantes.

Sugiero, sí, que en ese mundo único y alucinado llamado Tlön, donde vivió el maestro, el verdadero compañero de vida, para hacerle honor al arte de la amistad, fue Adolfito (como cariñosamente lo llamaba Borges) Bioy Casares, únicamente estimulados ambos por sus brillantes intelectos, sus almas grandes y por más de cincuenta años −en los que cenaban y trabajaban juntos por lo menos tres veces a la semana− de una relación transparente e indeclinable que el tiempo supo forjar de acero hasta la muerte del primero en junio de 1986. El principal atributo de esa amistad que se hizo cotidiana en un original ambiente: la indulgencia de Bioy, a quien nunca el maestro le negó revelación alguna y del que recibió mucho, muchísimo de ese noble respeto, indulgencia y ternura a los que siempre aspiró y esperó con anhelo de todas las mujeres que lo admiraron.

Ficciones. Las ruinas circulares, 1940

Octavio Paz ha dicho de su obra: sus ensayos se leen como cuentos, sus cuentos son poemas y sus poemas nos hacen pensar como si fueran ensayos. El pensamiento es el puente entre todos ellos.  Y la estética, agregaría yo. Hay mucho de verdad en esta afirmación del Nobel mexicano, pero no es necesariamente así: siento a los efectos prácticos que cada género está bien delimitado, salvo que en algunas ocasiones, el juicio de Paz se hace la más palpitante realidad, como acontece en Las ruinas circulares, el más lírico de todos los cuentos de Borges. Lírico en el sentido místico-religioso, reflejo de una estética de templo, de santuario, de altar. Un verdadero poema de resplandeciente belleza, donde hasta los imperceptibles silencios de las escansiones adquieren tal musicalidad que no dejan caer la emoción del canto.

Nadie lo vio desembarcar en la unánime noche, nadie vio la canoa de bambú sumiéndose en el fango sagrado (…) Lo cierto es que el hombre gris besó el fango, repechó la rivera sin apartar (probablemente, sin sentir) las cortaderas que le dilaceraban las carnes y se arrastró, mareado y ensangrentado, hasta el recinto circular que corona un tigre o un caballo de piedra, que tuvo alguna vez el color del fuego y ahora el de la ceniza (…) El forastero se tendió bajo el pedestal. Lo despertó el sol alto. Comprobó con asombro que las heridas habían cicatrizado; cerró los ojos pálidos y durmió, no por flaqueza de la carne sino por determinación de la voluntad. Sabía que ese templo era el lugar que requería su invencible propósito (…) Hacia la medianoche lo despertó el grito inconsolable de un pájaro. Rastros de pies descalzos, unos higos y un cántaro le advirtieron que los hombres de la región habían espiado con respeto su sueño y solicitaban su amparo o temían su magia.

El propósito que lo guiaba no era imposible, aunque sí sobrenatural. Quería soñar un hombre: quería soñarlo con integridad minuciosa e imponerlo a la realidad. Ese proyecto mágico había agotado el espacio entero de su alma.

En las ruinas circulares es donde, a mi juicio, más fielmente se cumple la percepción poética del maestro Borges: el hecho estético es algo tan evidente, tan inmediato, tan indefinible como el amor, el sabor de una fruta, del agua. Sentimos la poesía como sentimos la cercanía de una mujer, o como sentimos una montaña o una bahía. O como diría Benedetto Croce: La poesía es expresión; si un verso es expresión, si cada una de las partes de la que el verso está hecho, cada una de las palabras es expresiva en sí misma. En Las ruinas circulares, cada expresión, cada oración, cada palabra, es sentida, padecida y transmitida con la intensidad y musicalidad que solo puede comunicar un gran poeta.

Una de las causas que explican la inagotable belleza de este cuento desde el inicio, seguido de la propuesta, su desarrollo y su epílogo, sin nunca decaer en su intensidad y ritmo, y que puede leerse perfectamente como un poema en prosa, subyace en el feliz estado mental del maestro en el momento de concebirlo.

Este hermoso canto onírico, distinguido tributo al fuego, junto a El Aleph, que le causó mucha satisfacción a Borges mientras lo componía, es el más celebrado de todos sus relatos durante el tiempo que duró su redacción; así él nos lo transmite a sus 74 años: Las ruinas circulares; con él me ocurrió algo que no me ha sucedido nunca. Ocurrió por única vez en la vida, y es que durante la semana que tardé en escribirlo… yo estaba arrebatado por esa idea del soñador soñado. Es decir, yo cumplía mal con mis modestas funciones en una biblioteca del barrio de Almagro; yo veía a mis amigos… iba al cinematógrafo, llevaba mi vida corriente y al mismo tiempo sentía que todo era falso, que lo realmente verdadero era el cuento que estaba imaginando y escribiendo, de modo que si puedo hablar de la palabra inspiración, lo hago refiriéndome a aquella semana, porque nunca me ha sucedido algo igual con nada.

Durante esa aburrida semana para su entorno y afortunada para las letras, el maestro, por primera vez: Con alivio, con humillación, con terror comprendió, que él también era una apariencia, que otro estaba soñándolo.


*Tlön: significa mapa en islandés. Tlön es verdaderamente mapa enciclopédico de un laberinto originado en Ugbar.

*Ugbar: significa desviándose del camino, (laberinto que crece y se bifurca constantemente).

*Orbis Tertius: (Mundo 3 en latín) (World 3 o Mundo 3). Término que muchos años después sería usado por el filósofo científico Karl Popper para designar los mundos construidos por la mente humana.


 

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