Witold Pilecki fue un héroe polaco de la resistencia que dio lo mejor de sí en la lucha contra el nazismo, al punto de ser única persona conocida que por propia voluntad se internó en Auschwitz, cuando para aquel entonces se ignoraba aún la dimensión del horrible destino de sus prisioneros. Luego, desde allí, organizó la resistencia en el macabro campo de concentración e informó al exterior acerca de las atrocidades del Holocausto que el mundo desconocía. Escapó en 1943 y participó en el levantamiento de Varsovia.
Después de esa confrontación, luchó contra el régimen comunista instaurado en su país. Al finalizar la guerra, fue ejecutado por el gobierno comunista de la República Popular de Polonia, siguiendo instrucciones de la Unión Soviética. El testimonio contra él, con pruebas falsificadas, fue presentado por quien luego fue primer ministro del gobierno comunista de la República Popular de Polonia, satélite de la URSS, Józef Cyrankiewicz; paradójicamente, sobreviviente de Auschwitz.
El recién pasado 25 de mayo se conmemoró por primera vez el Día Internacional de los Héroes de la Lucha contra el Totalitarismo. Fue mediante una resolución del Parlamento Europeo del año pasado, que lo propuso en memoria del capitán Pilecki, ejecutado vilmente, hace 72 años, el 25 de mayo de 1948, por la proverbial injusticia que caracteriza al mundo comunista.
Otro de los grandes de Polonia, en su lucha contra el marxismo totalitarista, fue Karol Józef Wojtyła, san Juan Pablo II, quien dedicó muchos años de su existencia, antes y durante su papado, a evitar la expansión del comunismo, combatiendo al movimiento conocido como la Teología de la Liberación. Su actividad fue determinante para poner fin al comunismo en su Polonia natal y, finalmente, en toda Europa. Su padre, suboficial polaco, también murió en la ocupación de Polonia, y él mismo, fue fichado por la Gestapo. Se salvó milagrosamente y logró evitar su expatriación a Siberia.
Durante sus vidas, estos dos grandes hombres, en sus distintas circunstancias, estaban unidos por lo que consideraron un deber ser que constituye hoy indiscutible referente de lucha y resistencia contra esas plagas mundiales que marcaron trágicamente la historia contemporánea de la humanidad, como lo fueron el fascismo, el nazismo y el comunismo, No dieron tregua en ello, ofrendaron sus vidas con una hidalguía tal que es imposible ignorar su relevancia en la lucha de todos los pueblos por su liberación de tiranías, autocracias, dictaduras o totalitarismos.
Esa resolución del Parlamento Europeo, titulada: “Sobre la importancia de la memoria histórica europea para el futuro de Europa”, que en unas de sus decisiones propuso el 25 de mayo para rendirle tributo a esos héroes, se corresponde con la formulación de reciente data que define a la memoria histórica como el esfuerzo consciente de los grupos humanos por encontrar su pasado, valorándolo y tratándolo con especial respeto. En este caso que nos ocupa, por supuesto que ese encuentro ha sido con un pasado tan real e inimaginablemente ocurrido que la memoria y la historia se nos muestran indelebles.
Ese 19 de septiembre de 2019, el Parlamento Europeo, en la misma resolución, condenó los crímenes cometidos por los regímenes nazi y comunista, a lo largo del siglo XX. Su texto coincide con la conmemoración del 80º aniversario del estallido de la Segunda Guerra Mundial y recuerda cómo fue el Pacto Molotov-Ribbentrop firmado en 1939 entre la Unión Soviética y la Alemania nazi, al que siguió la invasión de Polonia, primero por Hitler y luego por Stalin y la anexión que hizo la URSS de partes de Rumania y de las repúblicas de Lituania, Letonia y Estonia, el desencadenante de la conflagración.
Los comunistas han criticado a la resolución porque no menciona la enorme contribución de la URSS a la victoria sobre el nazismo ni que fue el ejército soviético el que liberó el campo de concentración nazi de Auschwitz y a los prisioneros destinados al exterminio.
Insólito que lo pretendan, cuando Auschwitz tuvo una variable en Siberia; y, hoy por hoy, sus regímenes en la URSS, la Federación Rusa, China, Corea del Norte, Cuba y otros países, representaron y representan regímenes genocidas. Es cierto que el nazismo quiso acabar con sus ex aliados comunistas, entre otros; pero el comunismo quiere acabar con el mundo occidental, especialmente con sus democracias, como ha sucedido en nuestro país.
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