Miss Península Guajira 1989 no es la protagonista. Pero esta ya no es la interpretación de la “modelo de 28 años que salta al cine”. Este es un papel de una actriz con todas las letras para una mujer que no esconde sus 48 años de edad: un personaje maternal pero más bien rudo, furioso, tosco, bramador, inquietantemente doloroso, desapacible, incómodo. Incluso desagradable físicamente. ¿Quién lo diría?
—Unas palabras para Venezuela y sobre todo para su pueblo wayúu, que está sufriendo tanto en el Zulia con la desnutrición, la crisis de servicios públicos como el suministro de agua y la emigración forzada.
—Mira, estoy muy pendiente. Casi que es lo único que hago. Aparte de ahora, que he estado bastante ocupada con la película, yo estoy muy pendiente de Venezuela. A través del trabajo con la Fundación Wayúu Taya nosotros hemos activado un plan de ayuda humanitaria para alimentar a los niños. Aunque las escuelas estén cerradas en el Zulia, es impresionante el trabajo que está haciendo el equipo de la fundación, incluso sin gasolina. Es increíble, pero estamos alimentando diariamente a casi 1.500 niños, en la medida de lo posible, en diferentes escuelas. Realmente lo que están comiendo es lo que les damos nosotros. Y esa es la prioridad. Es terrible lo que está pasando, es incomprensible. Eso apaga el espíritu humano. Lo he visto mucho. Mi mensaje: yo sé que es difícil, pero tenemos que ser pacientes. Las cosas están cambiando y sí se ha logrado mucho ya. Si te pones a ver todo lo que se ha logrado desde hace tres meses, a través del presidente encargado Juan Guaidó, es impresionante. Tenemos que seguir en las calles. No podemos dejarnos caer, porque ya hemos logrado mucho. Y yo sé que sí vamos a salir adelante. Y sí vamos a recuperar a Venezuela, vamos a mirar hacia atrás y vamos a decir que aguantamos, aunque yo sé que es muy difícil, y que estamos pasando hambre, no hay agua, no hay luz. Solamente hay que aguantar un poquito más. No desfallecer. Los tengo en mi corazón y estamos haciendo todo lo que podemos desde acá.
—¿Qué le espantaba de niña?
—Desde pequeñita siempre he tenido espantos por la Llorona. En nuestra cultura hispana lo sobrenatural siempre está muy presente. Mis primeros años los pasamos en Francia y México, crecí en Patzcuaro. En esos casi cinco años que pasamos allí a mí me asustaban con la historia de la Llorona. De todos, ese ha sido el espanto que he tenido más presente.
—¿Cree en lo sobrenatural?
—Creo ciento por ciento en lo sobrenatural. Está dentro de nosotros como cultura hispana. Lo que pasa es que yo no le tengo miedo a lo sobrenatural. Le tengo miedo a las personas, a los que están aquí. Lo sobrenatural está ahí para ayudarnos, no para hacernos daño. Incluso cuando hablamos de la Llorona… ¿Cómo es que una entidad ha sobrevivido tantas generaciones, en todas sus versiones? Que si la Malinche, la Sayona. Tú te preguntas: ¿Por qué? ¡Si nuestras culturas indígenas no tenían escritura! La cultura solamente sobrevivía a través de las historias que se contaban de padres a hijos. Y así era como se transmitía la sabiduría. Te pones a reflexionar, ¿qué significa la Llorona? ¿Quién es ella? Con todo este trabajo me he dado cuenta de que a lo mejor la Llorona simboliza esa parte de nosotros que es capaz de destruirlo todo en un momento de rabia, de ira, de envidia u odio. Somos capaces de perder los estribos y entonces destruimos todo aquello que es más importante para nosotros. Y ese es nuestro yo chiquito, que tenemos todos. Pasamos el resto de nuestras vidas tratando de recuperar ese yo chiquito que tenemos dentro de nosotros. Aquí hay una reflexión grande acerca de qué es lo que significa la Llorona para nosotros. Ella ha sobrevivido y sobrevivirá siempre.
—¿Es de las que no puede ver una película de terror sola o de noche?
—Nunca me ha gustado el género de terror. La primera vez que vi una película de terror me asusté tanto que no quise hacerlo más. Pero este también ha sido un proceso de aprendizaje. Vimos la película en el Festival South by Southwest con la audiencia, y entendí por qué el género del terror es uno de los pocos que sigue creciendo, cuando todos los demás están tratando como locos de mantener a la gente yendo al cine. Este es el único género en el que no importan las críticas negativas. Y es porque ver una película de terror en el cine es una experiencia comunitaria. A la gente le gusta ser parte de una comunidad. El ser humano no nació para estar solo. Ir a ver esta película en el cine con otras personas te hace sentir que estás teniendo una experiencia en la que te ríes, gritas… Y entiendes por qué este género ha seguido creciendo. Otra cosa de la película es que no tiene sangre ni malas palabras. Es simplemente una película de terror clásica.
—¿Está más difícil conseguir trabajo en buenos proyectos en Hollywood?
—En todas las industrias es difícil conseguir trabajo. Pero no me gusta vivir en la carencia. Trato de enfocarme siempre en la abundancia. Así como está difícil, hay gente que trabaja mucho. Es como ver el vaso medio vacío o medio lleno. Es una industria en la que se maneja mucho la noción de rechazo. Y trato de ver el vaso medio lleno. Hoy con las nuevas plataformas hay muchísimas más oportunidades de trabajo. Ya no es lo que era antes. ¡Incluso hay más oportunidades de crear tu propio proyecto! Y en eso es en lo que me estoy enfocando.
—La película fue la más taquillera de su primer fin de semana en Estados Unidos. Aunque la taquilla no es exactamente una medida de calidad artística, ¿generar esa energía colectiva sí tiene algún valor?
—La taquilla no es que sea importante para nosotros… Cuando estás haciendo un trabajo lo que quieres es hacerlo lo mejor posible. Ese es mi mensaje para ustedes que están leyendo esto: uno tiene que hacer el trabajo lo mejor posible y no pensar en el resultado. Porque si no, estás viviendo en el futuro y uno no es Dios para controlar qué va a pasar. Que la película comience número uno en el mundo es increíble. Te pone en un nivel muy elevado y eso te da más oportunidades de trabajo. Te hace sentir bien en tu autoestima. Y es como decir ¡wow, qué bien! Ninguno de nosotros lo pensaba.
Esta cinta se hizo con un presupuesto pequeño para el estudio New Line Cinema. Empezaron a hacer los testings, comenzó a dar unos resultados increíbles, la agarró Warner Bros. (un estudio más grande), se pusieron detrás y se convirtió en una película muy grande, pero nunca fue así. Entonces, ciertamente, una de las cosas que he aprendido es que no importa lo chiquito o lo grande que sea el trabajo, uno tiene que hacerlo lo mejor posible, porque nunca sabes qué va a pasar ni adónde puede llegar. Me acuerdo de que leí un libro titulado Nunca comas solo, en el que se habla acerca de lo importante que es tratar siempre bien a todo el mundo, incluso a los asistentes. Estamos buscando siempre al jefe, pero a veces los trabajos pequeños son los más importantes. Y por eso es bien importante que tratemos igual a todo el mundo. Que a todo el mundo se le trate bien.
—¿Escoge una película con la razón o con el corazón?
—La corazonada es lo primero. A todos los artistas algunas cosas nos llaman más la atención que otras. Hay una cosa dentro de uno… Esa creatividad que se activa y se llena de energía cuando te llega un proyecto que te inspira. Lo que pasa es que estamos en un negocio. Muchas veces yo no quiero escoger un proyecto, o hacer una audición para algo, y mucha gente, con todo el cariño del mundo lo digo, te hace sentir un poco culpable. No es que te obliga, pero sí te sugiere y te da su explicación de por qué deberías hacerlo. Y uno lo entiende. Pero como en cualquier otro negocio, hay cosas que a uno le gusta más hacer que otras.
—En toda película sobrenatural suele haber una anécdota sobrenatural en el rodaje…
—Sí, me pasó una cosa muy fuerte la noche antes de comenzar el rodaje. Hago siempre un ejercicio que he aprendido de mi maestra de actuación. Antes de empezar el rodaje yo escribo una oración. Con lápiz, no con bolígrafo. Dice: «Querido yo interno, si es tu deseo, por favor revélame en un sueño, esta noche, la lucha del personaje de (Patricia Álvarez, en este caso) en el proyecto de (La Llorona) para poder estar más cerca de ti, con amor y respeto”. Lo firmas, le pones la fecha y lo dejas al lado de tu cama. Esa noche me despertó un grito que yo nunca había escuchado, un llanto, una petición de auxilio… Nunca había oído una cosa así. Me levanté corriendo, salté de la cama, me golpeé con la puerta, fui a buscar el cuarto de mi hija (Maya, de 12 años de edad), me tropecé cuando llegué al cuarto de ella y caí de rodillas. Y el ruido tan fuerte la despertó. No sabía qué decirle, estaba en shock. Le pregunté: “¿Tienes frío?”. Y me respondió: “No, mamma. Pero ven y acuéstate conmigo”. Y en esos segundos en que ella estaba por dormirse otra vez, empecé a sentir cómo me estaba sangrando la rodilla. ¿Qué había sido eso? Se durmió, me fui caminandito a mi cuarto, me senté al lado de la cama a limpiarme la rodilla y en ese momento pensé: “¿Cómo puede ser que mi mente, mi subconsciente, haya producido un ruido tan espantoso, una cosa tan horrible?”. ¡Estaba tan asustada! De repente miro a la izquierda y vi ahí la oración que había hecho. Y me di cuenta de que había sido ella, que la había escuchado. Aunque no lo creas, me asusté, pero también me dio tranquilidad. Me levanté en la mañana y ya yo tenía el dolor de la Llorona dentro de mí. Experimenté lo que ella experimentó, y hasta dónde somos capaces de llegar para proteger a nuestros hijos. Eso fue lo más tenebroso que me pasó en el rodaje. Pero me enseñó mucho.
—Defina este momento de su vida.
—Un momento de esperanza. Comencé a trabajar en otras cosas y me desvié un poco del camino de la actuación, aunque siempre he seguido estudiando y trabajando y aprendiendo. Las otras cosas me ocuparon el tiempo y sentí que no podía comprometerme ni hacer proyectos de cine, porque las fechas siempre estaban ocupadas. Me metí en ese círculo vicioso del que pensaba que no podía salir. Finalmente, el año pasado tomé la decisión. Porque sentía dentro de mí que, aunque estaba agradecida, no estaba muy contenta en mi interior. Tener la oportunidad de trabajar en lo que yo amo, la actuación, me hace darme cuenta de que uno nunca debe dejar ir la esperanza. Uno siempre tiene que trabajar, aunque el rechazo te diga una y otra y otra y otra vez que no. Como decía mi maestra: lo importante no es caerse, sino la rapidez con la que te levantas. He aprendido a levantarme. Y aunque a lo mejor no me lo crea, porque de verdad no me lo creo, igual me levanto y hago el trabajo. Las cosas se están dando. Ha sido un reencuentro con la industria, trabajar otra vez. Lo único que quiero es seguir teniendo la oportunidad de expresarme y de trabajar en lo que me gusta: la actuación. Y gracias a Dios se me está dando esa oportunidad otra vez.
—¿De qué se ocupa en este momento?
—Aparte de la promoción de la película sobre la Llorona, del trabajo con la Fundación Wayúu Taya y de Venezuela. Es a diario. ¡Estamos trabajando tanto en poder llevar la ayuda humanitaria para allá todos los días! Les estamos dando a los niños un Ensure, una bebida nutricional. Es lo que más me tiene ocupada.
—En la película interpreta a una madre desesperada. ¿Idealizamos la maternidad, sin que con frecuencia veamos su faceta más oscura y compleja?
—No sé si la idealizamos. Ser madre es lo más importante. ¿Ves? Hasta diciéndotelo ya suena que se está idealizando. ¡Pero es que es así! Cuando tú eres mamá no hay cosa más importante en el mundo que cuidar a tus hijos y ser mamá, y te das cuenta de que sabemos muy poquito. Nos deberíamos preparar un poco más en una escuela -aunque no todos seamos madres o padres- para poder atender a nuestros hijos. Te das cuenta de que cuando tienes un hijo te embarcas en un mundo de responsabilidades para las que no estás preparado y tienes que aprender en el camino. Ser madre me cambió todo. Puso en una balanza lo que es importante en la vida y lo que no. Ser madre me ha enseñado a estar presente. Siempre tengo la tendencia a estar soñando con pajaritos, y ser mamá es lo que me mantiene aquí, ahora, presente. Es lo más lindo que me ha pasado en la vida: ser mamá.
—¿De dónde sacó tanta oscuridad, rabia y dolor para el personaje de Patricia Álvarez?
—Es parte del trabajo actoral, de preparación. Uso mucho la sustitución. Y como aquí se trata de defender a tus hijos, no tengo que indagar mucho para producir esos sentimientos que me llevan a la desesperación, la rabia, la tristeza y todo aquello hasta donde somos capaces de llegar para defender a nuestros hijos. Simplemente tengo que pensar en mi familia y en seguida accedo a esas emociones.
—¿Qué aspecto interesante encontró en su investigación sobre este mito popular?
—Cuando me embarco en un proyecto, la investigación es la parte que más me gusta, la disfruto mucho. En este caso, aunque ya tenía bastante conocimiento sobre la presencia de la Llorona, fue muy interesante averiguar acerca de todos los otros países y culturas en los que la Llorona se manifiesta en sus tradiciones. Encontré cosas muy interesantes. Hasta los griegos tienen su propia versión de la Llorona. Pero después dejo ir el trabajo de investigación y trato de hacer lo que esté dentro de mi cuerpo.
—¿De quién se hizo inseparable durante este rodaje?
—Este es uno de esos proyectos que voy a guardar siempre en mi corazón. De vez en cuando las cosas se dan para que se forme una gran familia de colaboración. Eso no pasa muy seguido. Y aquí en esta película pasó: como actor traes tus ideas y son escuchadas, admiradas incluso, y tú admiras las otras, porque hay un espíritu de colaboración. De todos: de Michael Chaves (director), de James Wan y todos los otros productores. Y por supuesto, con el trabajo actoral. A mí me tocó trabajar con niños y con Linda Cardellini. También con Raymond Cruz y Marisol Ramírez. Pero ciertamente casi todas las escenas han sido con Linda. He encontrado a una gran actriz, una gran colaboradora. Definitivamente ha sido la persona con la que dentro de unos años voy a seguir juntándome para cenar y recordar.
—Recientemente hizo furor una foto de Claudia Schiffer, que luce casi idéntica a los 48 años de edad. Usted fue modelo. ¿Es peligrosa la obsesión por la belleza y la juventud, o a partir del movimiento #MeToo estamos aceptando más el paso de los años?
—La obsesión por la belleza siempre va a existir. Es parte de la naturaleza humana. Nunca he estado de acuerdo con tratar de hacerse ver… A mí me encanta la edad. Soy indígena wayúu. Nos encantan las arrugas. Creemos que la vejez es bella tanto en la parte física como porque representa conocimiento y sabiduría. Me parece genial que muchas modelos, incluso de un poquito antes de mi época como Claudia y Naomi Campbell, y otras de mi época también, estén trabajando tanto, porque seguramente el movimiento #MeToo ha tenido mucho que ver en ello. Cuando te pones a ver… ¿quiénes son las que compran ropa? Son mujeres de nuestra edad. Me parece genial que se pueda representar la mujer como lo que es. No tratando de verse de 20 años menos, o incluso de 30 años menos, con respecto a las personas que están comprando los productos. Me parece que es un punto de vista mucho más real y espero que se mantenga.