En nuestra anterior entrega explicamos cómo la estrategia militar de la Alemania de Hitler logró engañar a los Aliados y permitió la famosa ruptura del Frente en Sedán. Ruptura que fue el inicio del desastre Aliado en 1940, al ser aprovechada por las tres puntas de lanza de los cuerpos blindados (Panzer) comandados por los generales Heinz Guderian, Erwin Rommel y George-Hans Reinhardt; para iniciar una carrera hasta el Canal de la Mancha, el cual alcanzaron un día como hoy (20 de mayo). Y de esa forma separaron los mejores ejércitos francobritánicos (pero también belgas) del resto de las tropas francesas. El plan que habían concebido (mariscal Erich von Manstein y defendido por Adolf Hitler) se había cumplido y ahora solo quedaba cerrar el “sitio” para después ir al sur: a París y obligar a la capitulación. Pero hay un aspecto que no tratamos en nuestros dos primeros artículos sobre la invasión a Francia y que ahora esperamos tratar: nos referimos a las estrategias alemanas específicas contra Holanda y Bélgica, aunque al analizarlas no pueden dejarse de mencionar factores de toda la campaña.
Al leer las memorias, los testimonios, las crónicas noticiosas y la historiografía llego a una misma conclusión sobre la campaña en el Frente Occidental en 1940: el peso de la victoria estuvo en la supremacía aérea que logró la Luftwaffe desde los primeros días. Al comparar a los contrincantes, Alemania solo superaba a los Aliados en lo que respecta a la aviación: número de aviones y calidad de los mismos, por no hablar de la experiencia en combate que tenían sus pilotos. El primer objetivo de la Fuerza Aérea fue tomar por sorpresa a cada uno de los ejércitos del aire de los tres países y destruirlos en sus aeródromos, lo cual se logró en algunas casos en torno a 50% de los aparatos. El segundo objetivo era proteger y apoyar el avance de su ofensiva terrestre (Blitzkrieg), muy especialmente a través del famoso bombardero en picado Junker 87 Stuka. El Stuka era vulnerable a los cazas enemigos pero si el dominio de los cielos se había logrado su eficiencia era casi total.
Al leer al escritor y soldado belga Louis Paul Boon (1947, Mi pequeña guerra) se puede identificar el impacto de la acción del Junker 87. Boon dice que la guerra podría ser un espectáculo “si no fuera por los stukas”, y cada vez que se intentaba combatir al enemigo “otra vez los asquerosos stukas bajaban aullando y traqueteando y aquello se volvía insoportable”; y cuando le ordenaban los oficiales: “¡trae nuevas municiones!”, se molestaba porque “no quedaban, debido a que hace media hora todo había volado por los aires”. El tercer objetivo es el bombardeo de ciudades y lugares estratégicos o la toma de los mismos por medio de las tropas aerotransportadas, entre los que se cuentan los famosos fallschirmjäger (paracaidistas). En el informe para el gabinete de la máxima autoridad militar francesa: el general Maurice Gamelin, habla de una frecuente “desbandada” de los soldados, y esto en parte es por el terror que les genera el “rugido” y la acción destructiva de los Stukas. A pesar de ello, los pilotos del Armée de l’Air lucharon con honor y valentía logrando producir importantes bajas en el enemigo, en especial en lo relativo a los bombarderos.
A diferencia del ataque alemán de la Primera Guerra, esta vez se incluyó la invasión de Holanda para evitar un posible ataque británico por la retaguardia a pesar de la neutralidad neerlandesa y darle a la Luftwaffe una mejor posición para atacar a Gran Bretaña. Fue una campaña muy rápida (de solo 4 días) que se basó en la misma estrategia usada en Dinamarca y Noruega centrada en la toma de los aeropuertos y principales puentes y ciudades, por medio de soldados aerotransportados y paracaidistas. Pero los holandeses estaban advertidos al ver lo ocurrido en Escandinavia, y al mejorar las defensas causaron numerosas bajas en los pilotos y soldados que intentaron capturar los aeródromos. Al final se necesitó de la llegada de tropas blindadas y de infantería para lograr el dominio, y aunque el principal puerto (Rotterdam) no se rendía, se tuvo que recurrir a la amenaza de la destrucción por el bombardeo aéreo. La rendición se dio pero los aviones ya habían salido y al parecer no se pudo avisar a los mismos ni siquiera lanzando bengalas, para que no destruyeran la que era conocida como la Nueva York de Europa (Cajus Bekker, 1962, La Luftwaffe).
La destrucción de la ciudad de Rotterdam fue usada por la propaganda aliada al exagerar el número de víctimas, el cual fue triplicado, pero al mismo tiempo fortalecieron el mito de invencibilidad de la Wermacht. El hecho fue llevado al cine en 2012 (Het bombardement del director Ate de Jong) –aunque con pésimos resultados– por la prolífica industria fílmica neerlandesa. Dicha industria ha realizado numerosas películas sobre la resistencia de su pueblo ante el ocupante alemán. La resistencia comenzó desde el primer día de la capitulación (15 de mayo de 1940) cuando el general Henri Winkelman (máximo jefe militar) se negó a declarar a favor de la cooperación con el Ejército alemán por lo que fue encarcelado hasta el final de la guerra. Un dato curioso para los venezolanos es que a partir de este momento pasamos a tener fronteras con el Tercer Reich, pero fue por poco tiempo debido a que las colonias neerlandesas en el Caribe terminaron ocupadas por el Imperio Británico a petición de la reina Guillermina.
En el caso de Bélgica pudo resistir más tiempo debido al apoyo aliado, pero desde el principio sus principales fuertes como el supuestamente irreductible Eben Emael cayeron en menos de 24 horas. En Youtube hay un micro de esa maravilla radial de Venezuela conocida como Nuestro insólito universo en la que explica cómo fue tomado por los fallschirmjägers, los cuales llegaron al techo de la mismo por medio de planeadores (fue la primera vez que se usaron en la historia militar) y solo unas decenas de soldados dominaron e inutilizaron las defensas del moderno fuerte controlado por más de 1.000 soldados belgas.
Al principio de la campaña, en Bélgica se permitió el engaño de dejar que los Aliados llegaran a las líneas defensivas, pero después la Wermacht procedió a hacerlos retroceder hacia la costa, y estos intentaron ir al sur para evitar ser atrapados ante el avance de los alemanes desde las Ardenas hacia el Canal, pero dicha acción fue difícil de tomar porque todos los caminos estaban llenos de refugiados belgas que huían por no hablar del hostigamiento de los stukas. Al final, el rey Leopoldo III de Bélgica informó a los Aliados que sus fuerzas era incapaces de resistir por mucho tiempo y los británicos tomaron la decisión de salvar su ejército retirándose por el puerto de Dunkerque ¡solo si ocurría un milagro y no eran vencidos antes por los panzer! De este hecho, que trataremos en nuestra próxima entrega, hay montones de películas, a diferencia de la participación de los belgas en la guerra, de la cual hay poquísimas y ninguna trata su invasión y derrota del 10 al 28 de mayo de 1940.
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