Todo acto que implique la reunión de personas en un mismo lugar quedó suspendido hasta nuevo aviso. El covid-19, una enfermedad respiratoria altamente contagiosa ocasionada por el nuevo coronavirus SARS-Cov-2, impuso una forma de vida en la que el entorno digital se convirtió en la mesa del trabajo, en el café compartido con amigos, incluso en la sala de teatro de los fines de semana.
Todo en un mismo sitio hasta que sea seguro retomar los espacios. Hasta nuevo aviso.
Entre monólogos transmitidos por Instagram Live y la publicación de obras de teatro ya grabadas en plataformas como Youtube, los hacedores de teatro intentan seguir comunicándose y generando emociones durante estos últimos dos meses de confinamiento.
«Lo que se hace en las plataformas digitales son esfuerzos sucedáneos por mantener viva la llama, por mantener una experiencia dramática, pero en ningún momento es una experiencia escénica», explica el actor y director José Tomás Angola. «El teatro es un arte vivo y presencial. Hay que partir de un criterio: ahora, en este instante, el teatro está cerrado», dice.
Continúa: «Lo que se está intentando hacer es encontrar una ventana para tratar de tener una presencia, una permanencia. Porque la experiencia de compartir emociones escénicamente no se puede perder, es como un músculo que necesita ser entrenado y que requiere de alguna forma estar en buen estado. También porque hay una necesidad psicológica de una cantidad enorme de actores, técnicos, productores que no pueden suspender sus vidas; necesitan la expresión artística».
Así es como cada actor, director o grupo teatral ha intentado continuar.
Una de las primeras iniciativas en confinamiento fue Actores Online. Una iniciativa de José Gregorio Martínez que ofrece obras breves semanales-sobre todo monólogos- por Instagram Live.
Para Martínez, los «en vivo» fueron una forma de continuar, de seguir dialogando consigo mismo y con los demás. Inició a finales de marzo con un monólogo propio y un grupo de actores. Ahora, tiene forma y consistencia: al principio de cada semana presentan la grilla de actores que estará en horarios prestablecidos, parecidos a los acostumbrados en las salas del país.
«Creemos que las personas entienden que no tenemos las condiciones técnicas de un teatro, y que, al final, lo que buscamos es entretener desde casa», dice el actor. Y que, además, es una forma de mantenerse activo. «El teatro nos va a salvar de esta etapa», expresa.
También considera que es una forma de visibilizar el trabajo actoral de los participantes. «Es posible que luego de ver el live, revisen los perfiles de los actores y que luego de la cuarentena puedan ver su trabajo”, dice.
Paralelamente, el teatro grabado hizo su aparición. Obras como El día que me quieras, Sangre en el Diván, del Grupo Actoral 80 o El Tratamiento, de la agrupación Skena, entre otras, se publicaron gratuitamente en Youtube.
El monólogo que recrea el perfil del psiquiatra Edmundo Chirinos fue visto por, al menos, 12.000 personas. «Me abrumó positivamente lo que recibimos, la gente se sintió impactada por el espectáculo», cuenta Manrique, quien le da un peso importante a la calidad de la grabación. «Varias cámaras. Había mucha cercanía en los planos, puedes apreciar muy bien el trabajo. El sonido era extraordinario. La calidad en teatro grabado es clave», dice.
Para el actor y director el teatro es algo que sucede en vivo. «Es un hecho irrepetible que sucede frente a unos espectadores en un tiempo determinado. Ahora, que uno haga un registro cercano o lo más potente posible, siempre será un video de una obra, pero no es la experiencia de la obra como tal; es teatro grabado», explica.
En lo personal, cuenta, disfruta de ver obras de teatro por Youtube. «Sin ir muy lejos, la última obra que hizo Peter O’Toole antes de morirse la pude ver fue a través de esa plataforma. Está muy, muy bien registrada. Si bien no estás viendo la obra en vivo, sientes eso que se pretendió cuando se montó la pieza. Para obras que no he podido ver, considero que, en ese sentido, es una herramienta de acercamiento al trabajo que han hecho realizadores».
El Tratamiento lo vieron casi 5.000 personas. «Son cifras modestas, pero para nosotros es muy significativo, tomando en consideración que dura dos horas. Ese recibimiento fue cálido y satisfactorio, sobre todo porque fue comenzando la cuarentena», dice Armando Alvárez, uno de los directores del Skena.
Recientemente, la Asociación Cultural Humboldt abrió su canal en Youtube, con miras a ser una plataforma cultural. Cada semana estrena una obra nueva. Comenzó con Macbeth, el clásico de Shakespeare que montaron a inicios de este año, protagonizado por José Tomás Angola. «Es una obra que ya tiene más de 1.500 vistas. Provoca verlo, aunque dure más de 3 horas, porque todos los elementos técnicos que tienen que estar presente están logrados: la iluminación, la escenografía, el vestuario. Está bien grabado, con muy buen sonido. Eso hace que la experiencia sea grata. Es necesario sine qua non, que el registro sea de la mejor manera posible», indica el actor, también director de La Máquina de Teatro.
Sin embargo, reconoce que hay elementos que se pierden en el camino, como la relación espectador actor. Esta cambia por completo: «Por ejemplo, la experiencia que tienes en un concierto es innegable; tiene una magia y una potencia totalmente diferente de la grabación de esa presentación. En el teatro es peor. Porque cuando se transforma el teatro en grabación, aunque el germen es teatral, lo que ves es un video. Es teatro grabado. Tiene conceptos audiovisuales, televisivos. Esto hace que se rompa un puente gigantesco y vital para el teatro que es la relación espectador actor o personaje. Cuando lo transportas a lo virtual, algo se pierde, se queda atrás y lo que se queda atrás son los espectadores».
Agrega: «Esa es la desventaja: no puede evocarse de la misma manera como se evoca el teatro vivo. El sentir la respiración, aliento, sudor, sentir su caminar, sentir su cuerpo físico presente en un espacio es una materia necesaria y fundamental de este arte».
En la ola del teatro grabado también está el Centro Cultural Isla-e. Una plataforma que se está creando su propio espacio en el entorno virtual. Su oferta se diferencia por no ser un montaje previo al confinamiento, sino que se realiza y se graba desde casa. El licenciado en administración Richard Patiño se basó en las plataformas de e-learning con las que trabaja para crear la plataforma que emula a un recinto cultural.
«La idea inicial es que la experiencia del usuario fuese idéntica a la de una sala de teatro en cualquier parte del mundo. Llegar, comprar un boleto, ir a la sala y entrar. En este caso, la compra del boleto es enviar un correo con el nombre y el apellido al [email protected] y nosotros le devolvemos el correo con el usuario y la clave que vendría siendo como su ticket. Luego va al sitio, ingresa al usuario y clave y ya tiene las salas disponibles», explica Patiño.
Al surgir como un proyecto que quiere contribuir en la lucha contra el coronavirus, tiene como lema «quedarse en casa». «Tenemos que dar el ejemplo. Por eso, las obras son grabadas por los actores desde casa con los recursos que tengan. No estamos saliendo, ni exponiéndonos. Todo el trabajo es desde casa», agrega.
Considera que el teatro grabado «puede vencer las dificultades del Internet. Eso no puede hacerlo un live, porque si te quedas sin conexión, solo viste la mitad de la obra».
Estos proyectos si bien tienen la intención de brindar esparcimiento, de continuar teniendo presencia en el entorno cultural, no son rentables en el tiempo. No es tan sencillo obtener retribuciones de Youtube, ni mucho menos de las redes sociales.
En el caso del Centro Cultural Isla-e planifican generar posibilidades de lucro para los creadores más adelante y que pueda ser rentable a largo plazo.
Para el productor Samuel Hurtado, la mayoría está explorando terrenos inexplorados: «Los artistas estamos cuando una persona se muda de país y tiene intenciones de hacer una inversión en un negocio. Pues primero tienes que tantearlo, tienes que verlo, tienes que ver cómo se maneja. Y este universo del mundo digital para los que hacemos teatro, es un universo completamente nuevo».
Agrega: «El teatro para poder estrenarse ha necesitado a la empresa privada o de los fondos de un mismo grupo, de la cooperación de todos los que se involucran, nosotros necesitamos aliados, embajadas que siempre nos han ayudado, instituciones, ONG, y esperemos que en esta nueva etapa también nos acompañen».
Algo que, en comparación con otros proyectos, pensó Trasnocho Cultural. Hace una semana rediseñó su página web en la que permiten ver obras de teatro como Sangre en el diván, Los hombros de América, o La Señora Imber.
Producir a distancia
También hay agrupaciones como La Caja de Fósforos, que están centrados en procesos creativos. «En La Caja estamos prácticamente en un cierre técnico. Nos hemos mantenido internamente. Tenemos varios proyectos preparados para cuando podamos retomar actividades», indica Diana Volpe.
Quieren desarrollar una iniciativa de teatro en la calle y presentar una obra que estaba a punto de estrenarse cuando inicio la cuarentena: A puerta cerrada, de Jean Paul Sartre. Además, están coproduciendo con la plataforma de Trasnocho Cultural la pieza El bello indiferente, cuyo formato definen como «un teatro pensado para la cámara».
«Es un proceso nuevo, interesante. El director, que en este caso es Ricardo Nortier, te dice su visión, cómo quiere trabajar la obra. Pero va más allá: te dice cómo se imagina las acciones, cómo piensa los planos, porque también está pensando en los encuadres en cámara», cuenta Volpe.
Otra agrupación que también tiene la concepción de teatro pensado para la cámara es Skena. Además de sus montajes, el grupo se ha destacado por realizar talleres de formación actoral que, aunque se encuentran detenidos por el confinamiento, dictarán uno por Zoom.
El taller-montaje Guardando las distancias es un experimento en el que participan las cuatro cabezas de Skena: Basilio Alvárez, Juan Carlos Ogando, Daniel Dannery y Armando Alvárez. «No es un espectáculo adaptado a la plataforma, sino diseñado para la plataforma», explica Álvarez.
Agrega: «Se inicia con un trabajo de llevar a los participantes a diseñar su propio texto teatral sobre lo que sucede, sobre la plataforma y sobre el entorno actual. No es adaptar Romeo y Julieta, no es traerse una obra de Ibsen. Es crear algo nuevo, desde cero, que muestre este periodo de la realidad que nos rodea y que este momento nos afecta de alguna manera. La dinámica es eso, del texto pasamos al trabajo de entendimiento del texto, para luego pasar al entendimiento del personaje, y finalmente enseñar la propuesta de dirección, que terminará en un espectáculo abierto para el público».
El regreso anhelado
Para actores, directores, técnicos, al igual que el resto del país, en escenario es incierto. No saben cuándo podrán volver a estar en escena. Sin embargo, coinciden todos en que el teatro permanecerá y volverá luego de que se frene la pandemia e inicie el período del desconfinamiento.
«El teatro va a hacer exactamente igual; no seamos fatalistas. Por otro lado, hay una necesidad extraña de las personas de pensar que están protagonizando el momento cumbre de la humanidad. Hay pandemias que han pasado y arrasado la humanidad y el teatro ha seguido. Ya empezamos a ver el desconfinamiento en España y de las ultimas instancias que va a regresar es la industria del entretenimiento. Puede que solo sea un tercio de la sala a la venta, butacas distanciadas. Así será hasta que el tiempo convierta esto en una experiencia que, espero, sea nutritiva», opina el actor Héctor Manrique.
Para cumplir con el distanciamiento social otra propuesta que podrá analizarse para ese entonces es el teatro en streaming, entendido como transmisiones en vivo desde el escenario. «Sería el teatro como se está jugando el basquetbol en los Estados Unidos. Teatros vacíos donde se rescataría la capacidad de interacción entre los actores y el tiempo real. Lo que no habría es público, que está virtualizado. Pero le generas al público estar viendo un hecho vivo, los actores allí interactuando. El problema en Venezuela sería el ancho de banda necesario para tener una transmisión óptima, de calidad profesional», explica José Tomás Angola.
Continúa: «La única diferencia entre esta transmisión y el Instagram Live es que al estar en el escenario tienes unos valores de producción distintos. Tienes escenografía, iluminación, la capacidad de montar un buen sonido, tienes el espacio escénico real y no estás confinado al cuarto de tu casa o estás pegado frente a la pantalla en un primer plano como estamos viendo lo que está pasando. Te permiten un acabado técnico mayor, con la ventaja de que como es streaming tú no sabes qué va a pasar, es como una función. Eso es importante porque es una sensación de vivencia, de estar viendo teatro vivo».
Incluso si se regresa a las salas, para Armando Álvarez, hay algunas cosas que se pueden preservar: «Yo no quiero pensar que el confinamiento solo significa perder el contacto. Me gustaría pensar que algunas cosas van a cambiar. No debería ser algo que muere cuando se normalice la situación, sino que deberíamos aprovecharlo para innovar».
Daniel Dannery agrega: «Para los creadores, como para el espectador y el público, sí hay un cambio de perspectiva en relación con lo que puede o no ser un evento teatral. Tenemos que poner nuestra mirada de forma aguda en el presente y las cosas que nos están pasando, porque de alguna manera terminan siendo una proyección de futuro. Posiblemente las plataformas digitales se conviertan en nuevas ventanas de exposición y de creación para un nuevo espacio ganado al terreno del pensamiento escénico. Así que más que cambiar la forma de ver el teatro, se abre la posibilidad de las formas de ‘asistir al teatro».
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