Circulan incertidumbres y señalamientos sobre manejos poco transparentes entre los colaboradores designados por el presidente interino. Sin entrar en detalle, no vale la pena difundir ni discutir asuntos de los cuales se tiene poca información. Lo preocupante es que mientras, con justa razón, la oposición denuncia con diaria frecuencia corrupción en el oficialismo, en ciertos casos con discursos gritones, en otros con pelos y señales, aunque nunca tantos como los que han elaborado con perseverancia, vigilancia e investigación la justicia de Estados Unidos y sus aliados contra dirigentes chavistas, maduristas, civiles y militares, por supuestos delitos de narcotráfico, lavado de dinero, robo al erario público, violaciones de los derechos humanos, ilegal privación de libertad, maltratos, torturas y un sinfín de etcéteras.
Es muy preocupante la percepción de que también hay corruptos en las filas opositoras, desde los que se dejan sobornar para permanecer en la estructura de la oposición, torpedeando iniciativas y apoyando lo que sientan –o les ordenen sentir– que ayuda a la permanencia del régimen, hasta los que están en la calle. Tratar de sacar de la presidencia de la Asamblea Nacional a quien la conduce fue –y sigue siendo– uno de los objetivos de esos quinta columnas.
Más alarmante es conocer que han sido nombrados por el interinato para ocupar responsabilidades de cuidado, operación, guardia y custodia de bienes de la república, ejercer la representación para el rescate del país y mostrar la cara, bondades de la democracia venezolana en los países que apoyan el salvamento de la libertad, y con cuya ayuda contamos para poner en marcha la nación, cuando la pesadilla castro-madurista finalmente saque sus garras ensangrentadas, o los obligue el pueblo ciudadano a retirarlas, de esta Venezuela devastada por ellos.
La corrupción es de las causas principales del fracaso decisivo de esta falsa revolución bolivariana que inventaron con inspiración fidelista, pero también es un tumor maligno que no puede ser tolerado en la oposición. Si traperos robadores, traficantes, vulgares ladrones van a ser castigados por sus fechorías e infracciones, con mayor indignación deben serlo los que han traicionado la fe y confianza de quienes se oponen a la indecente y randa barbarie castrista-cívico-militar.
La corrupción no tiene disculpa ni explicación; ladrón, asesino, traficante de estupefacientes, lavador de capitales, son bandidos, delincuentes que reprimen y esclavizan en su beneficio, asaltar las arcas públicas es igual que desvalijar pistola o cuchillo en mano a una anciana en una calle. Un corrupto exhibe banderas, pero no las tiene ni las siente, tenga o no un carnet de un partido político; la moral y la Constitución no hace diferencias por grupo partidista, ciudadanía, militarismo, sexo, edad ni religión, la corrupción ni se tolera ni se perdona.
Prohibido e indebido eximir a quien soporte o proteja al corrupto. Ser opositor no es coartada para el cleptómano, representar al gobierno encargado mucho menos. Desvergonzados que aprovechan posiciones para robar, enriquecerse, vivir ostentosos, saciados de lujo, con exuberante prosperidad, privilegios obscenos y rimbombante disfrute a costa de los dineros confiados para ejercer sus responsabilidades, deben ser denunciados, y si fuere el caso, castigados; y como una vez prometió Rómulo Betancourt, echados a patadas.
Son excesivas las censuras y reproches por conducciones en la república encargada. Demasiadas y no nuevas. El presidente interino y sus funcionarios están en la obligación inexcusable de ley, además de conciencia, de rendir cuentas claras, dejando la duda sin posibilidad. No puede limitarse simplemente a negarlas, guardar silencio, responder con imprecisiones, vaguedades y desecharlas considerándolas imputaciones de ganancia o táctica política mal intencionada. O seguiremos siendo el mismo país estafado solo que con caras diferentes.
@ArmandoMartini
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