Cierran emisoras y televisoras sin recato o pudor. Niegan el papel para los medios impresos porque les da la gana. Les espanta que la gente sepa las barbaridades que a diario cometen.
Coaccionan, extorsionan y aterrorizan a los medios de comunicación para que no informen.
Persiguen y encarcelan a los periodistas que ejercen su profesión libremente, para buscar la verdad de los hechos y denunciar las crudas realidades.
Habíamos pensado que, al darse el derrumbamiento del Muro de Berlín, con tal evento se hacía posible el descalabro estrepitoso de ideologías anacrónicas, dígase: comunismos, socialismos de baja ralea, fascismos, totalitarismos, populismos, militarismos, personalismos, absolutismos, estatismos y todos los ismos que condicionan las libertades humanas. Que constriñen las conciencias.
Tales tendencias ideologizantes, de abominable recordación, mantuvieron la intención siempre de separar a los seres humanos, en sus sensibilidades y emociones. Desunir los lazos familiares, dividir las amistades o apartar a la gente porque piensan distinto.
Con las mencionadas estrategias de indoctrinación, los detentadores del poder ansían, de manera imbécil, ubicar a los ciudadanos forzosamente en posiciones dicotómicas; impuestas así: “Si no estás con el régimen eres nuestro enemigo”.
Lo piensan, dicen y hacen porque es su razón intrínseca de existir. Enfatizan con la siguiente condicionante: si no te involucras en esa comparsa, te excluyen, descalifican y aborrecen.
Pretenden aplicar hoy en Venezuela la rancia cartilla cubanoide. Ignoran que en el presente tramo epocal la humanidad enarbola un pensamiento plural; cuyos mejores resultados son los disensos fértiles.
En los tiempos que transcurren resulta impensable que alguien (o secta de ineptos facinerosos) por muy osado que sea pueda convocar (tal vez contaminar) a una multitud, en Venezuela, con sus ideas totalitarias y salir ilesos. ¿Saben por qué?, porque la cultura democrática de nuestro pueblo no se va a calar esta “orgía ideologizante” de un régimen que se está cayendo a pedazos, y que sólo se sostiene en las puntas de las bayonetas.
Este militarismo chapucero que se exhibe sin pudor ni rubor, en todas partes, pronto será de ingrata y vergonzosa recordación
Han acabado con la propiedad privada; destruyeron la producción y el comercio; han descalabrado y van a seguir arrasando con buena parte de los recursos de la nación antes de que sean execrados.
Las recientes disposiciones de control de producción y precios en el Grupo Polar, Plumrose y Coposa llevan el mismo signo y destino de: Pdvsa, Sidor, Venalum, Cemex, Conferry, RCTV, Corpoelec, Alcasa, Cantv, Metro, HidroCapital, Éxito, Lácteos Los Andes, Agroisleña, Centrales azucareros, Diana, Fama de América, Monaca, Hatos, Guri, Intevep, Refinerías, Petroquímica, Bancos, empresas hoteleras y un largo etc.
Todo en nuestro país pretenden sellarlo con los tintes de partido único, oficializado, a cuyo frente se construye la figura de un “jefe absoluto” con poderes ilimitados; siendo él mismo, el superior jerárquico de la estructura estatal, alguien “de escasa sal en la mollera” (Quijote, dixit).
Lo anteriormente descrito se ubica en la estricta vigilancia de un cuerpo civil-militar: mezclote de paramilitares y colectivos con una lógica y discurso cuartelario, amenazante; con la finalidad de asegurar la imposición sectaria de una ideología. Cualquier manifestación en contrario pretenden acallarla con represión a mansalva.
Esos comportamientos desquiciantes ya fueron estudiados por el filósofo francés M. Foucault en la década del setenta, y los categorizó como sometimiento en tanto “Biopoder y Biopolítica”; lo cual hoy en día va haciéndose más evidente en nuestro país.
Este régimen ha incrementado, en los últimos meses, el despliegue de los instrumentos típicos para el control ciudadano: acortamiento de las libertades -abierta o sibilinamente-de expresión, de información; taponar con crudeza y sin escrúpulos bocas y oídos para que no digan, para que no escuchen. Obturar las conciencias.
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