A causa de hechos históricos, existen vocablos y siglas de organizaciones políticas que proceden de nombres o apellidos popularizados con su «ismo» anexo que lo convierte en sustantivo. Entre los más pronunciados está «sadismo», evocativo de la obra del Marqués de Sade. Me gustaría que se oficializara el término «chabestialismo» [fusión del nombre Chábez, con labial y Bestialismo, sustantivo]
Ya en el mundo se sabe que el chabestialismo es una doctrina criminal. Comporta impunidad, saqueo, aprovechamiento de bienes que proceden de actos delictivos, estafa, acaparamiento, especulación, robo explícito, ultraje a cualquier convención internacional redactada a favor de los derechos humanos, enemigo de ciencia, tecnología, sabiduría y cultura, en general. El chabestialismo es la destrucción superlativa del ser humano, máxima crueldad, cóctel de fascismo-comunismo-fundamentalismo islámico, jamás un plan de divinidades, como pretende justificarlo la prédica de evangelistas-cristianos callejeros, testigos de ningún Jehová o Mahoma.
Con «chabestiales» no podemos discutir nada lógico-filosófico. Es imposible desmontarles su fanatismo con razonamientos inteligibles, porque a ellos les fundieron el cerebro mediante fetiches. El más difundido ha sido el que rinde tributo al Che Guevara, toda una marca publicitaria transnacional, rostro impreso en franelas y paredes en numerosas regiones del mundo.
Es obvio que para cualquier persona, hasta con mínima inteligencia, el chabestialismo sea insufrible. Pocos quieren vivir bajo asedio de un régimen de gobierno moralmente torcido, pagano, hereje, cuyos obispos y monaguillos cometen atrocidades y enseñan que no podemos vivir sin convertirnos en delincuentes. No es fácil asumir el estilo de existencia de un malhechor. El forajido urde en terreno movedizo, comete y es enfrentado por sus idénticos, pero igual por nosotros, sus víctimas. La rutina diaria de un «chabestial» es nadar en río turbio plagado de pirañas.
El chabestialismo reina sin paz mientras nosotros, quienes resistimos ser súbditos, buscamos, equívocamente, formas no violentas, civilizadas, para deslastrarnos de eso que hiede a muerte. En todos los tratados jurídicos del mundo está presente la defensa legítima ante situaciones que amenazan nuestras vidas, de familiares, allegados y ciudadanos comunes. Es decir, de cualquier sociedad regida por derechos inalienables, que jamás serán abolidos, pese a la puja incesante de quienes propugnan miseria, intimidación y zozobra.
@jurescritor
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