La geografía humana que convive en esos 159.500 km2, que denominamos Guayana Esequiba, debe despertar el interés y fijar la preocupación de quienes ejecutan políticas públicas, por parte del Estado venezolano, con la finalidad de corresponderles, debidamente y como se merecen, en todas las áreas pertinentes a su subsistencia.
Siempre nos ha parecido que caen en una seria contradicción quienes se dicen defensores de la Guayana Esequiba; sin embargo, nunca exponen ni se pronuncian por la considerable población que ocupa ese territorio, que nos fue arrebatado, vilmente, hace ya más de cien años, y que ya ha entrado en etapa de discernimiento por ante la Corte Internacional de Justicia.
Prestemos atención a lo que, estratégicamente, han venido haciendo, por sus propios provechos, todos los gobiernos guyaneses, desde Forbes Burnham hasta el actual David Granger.
Ellos han reforzado la infraestructura de escuelas, hospitales, hoteles, balnearios, medios de comunicación audiovisuales, vías carreteras, pistas de aterrizajes, puestos militares, etc. Además, sensibilizan a niños y jóvenes, con carácter recurrente, en procesos de ideologización e identidad hacia esa nación. Para que asimilen Guyana como su patria, de manera forzada y artificialmente.
Cuando analizamos la Constitución de la República Cooperativa de Guyana de 1980, nos conseguimos con la autoasignación y la distribución político-territorial que ellos han establecido, precisamente en la Guayana Esequiba, en flagrante violación del Acuerdo de Ginebra del 17 de febrero de 1966. Materia que habrá que recomponer una vez recuperada la Guayana Esequiba.
En atención con lo señalado arriba, hace ya algunos años, el gobierno guyanés delimitó la Zona en Reclamación en las siguientes regiones: Guainía-Baruma, Poomeron-Supenam, Cuyuní-Mazaruni, Potaro-Siparuni, AltoTúkutu-Alto Esequibo.
La inocultable intención, que tal vez miden en perspectiva, sería la invocación de la famosa Cláusula de Prescripción para transformar actos de hecho en sentencias de derecho, o que se produzca una decisión jurídica tomando en cuenta la libre determinación de los pueblos.
En cada una de estas regiones eligen un gobernador, y allí hay asentadas importantes ciudades, pueblos de varios tipos y clases sociales, cuyo registro censal más reciente arroja una población que sobrepasa las 600.000 personas, incluidas las etnias waiwai, makushi, arawaks, akawayos, saraos, patamonas, caribes y wapashi.
Al recuperar la Guayana Esequiba, nos corresponde, obligantemente, con todos esos grupos humanos enlazarnos como compatriotas.
El Estado venezolano debe ofrecer un trato más igualitario y decoroso a los esequibanos que viven en Tucupita, San Félix, Ciudad Bolívar, Tumeremo, El Callao, etc.
Reiteramos una denuncia, por todos ya conocida, nos referimos a la negativa del Estado venezolano a la cedulación de los esequibanos. Ha habido algunos asomos en tal sentido sin concretarse nada. Pura retórica y nada más.
Resulta triste tener que reconocer que mientras reclamamos la Guayana Esequiba, por otra parte, a los compatriotas que proceden de esa zona los ignoramos y negamos sus derechos.
Por propia experiencia puedo mencionar que los esequibanos que viven entre nosotros en varias ciudades venezolanas aún conservan algunas tradiciones religiosas, medicinales, experiencias innovadoras en cuanto al cultivo de la tierra y producción piscícola, creatividad en procesos de manufactureras, actividades gastronómicas, metodologías educativas, técnicas productivas en general.
¿Acaso no podemos nosotros aprovechar esos conocimientos, al tiempo que, en tal dialógica de saberes, los compatriotas esequibanos recibirían las necesarias asistencias que refuercen el carácter identitario de la venezolanidad; con la intención de que repliquen tales eventos hacia sus familiares que aún viven en la Guayana Esequiba?
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