Por HERNÁN CASTILLO
Los militares no son para definir al Estado, son para defenderlo.
Richard Kohn
Este escrito (1) se titula: “Los militares venezolanos y la tentación pretoriana”, porque tentación es una fuerza interior que nos puede llevar a hacer algo malo; tal como dice la oración católica, el Padre Nuestro: “…no nos dejes caer en la tentación y líbranos del mal. Amén”. Y no ha existido nada más perjudicial políticamente para Venezuela que el mantenimiento de las condiciones que han permitido el incubamiento y desarrollo del mutante virus pretoriano entre nuestras Fuerzas Armadas.
El tema esencial, diría el aspecto clave para comprender el proceso político venezolano contemporáneo, luego de la creación del Ejército Nacional por Juan Vicente Gómez, ha sido paradójicamente uno de los temas menos estudiado por nuestra sociedad civil; para ser más preciso, me refiero a las relaciones civiles y militares venezolanas, y la seguridad y defensa del Estado democrático.
Hay varias razones que pueden explicar por qué la academia venezolana, con importantes excepciones, no ha tenido entre sus prioridades la investigación rigurosa de este problema histórico. Entre otras, no ha sido posible y también creo que no nos hemos propuesto hacer el esfuerzo por eliminar el tabú que existe en Venezuela sobre los estudios militares. Estos trabajos, en cierta forma, son percibidos como peligrosos, donde el investigador académico puede correr riesgos importantes; especialmente en el estudio de los temas relacionados con el control civil de las Fuerzas Armadas y la seguridad y defensa del Estado.
La problemática de las relaciones civiles y militares en sociedades institucionalmente frágiles como Venezuela tiene características dramáticas, en donde entre otros problemas importantes, el lugar y la función que deben ocupar los militares en la sociedad y el Estado no están absolutamente claros y bajo control. Brian Loveman (1999) así lo plantea en su libro Por la Patria, este es probablemente el estudio más completo sobre la evolución histórica del rol político que han desempeñado los militares en América Latina, desde la Colonia hasta finales del siglo pasado, aunque lamentablemente no estudia en detalle el caso Venezuela.
La élite civil y dirigencia política nacional, particularmente la representada en el Parlamento y en el máximo Tribunal de Justicia del país, en ciertas ocasiones ha mantenido en igualdad de plano la relación entre civiles y militares; incluso, a veces ha auspiciado la supremacía militar sobre la sociedad civil, cuando debe ser al contrario. Cuando de lo que se trata es de asegurar la supremacía civil sobre lo militar. O mejor dicho, garantizar la obediencia y subordinación militar al sector civil de la sociedad, tal como funciona en las sociedades democráticas modernas del mundo occidental. La idea de la unión cívico militar es una desviación civilizatoria que amenaza la supervivencia de la sociedad civil, ya que en esa entidad los militares están armados y los civiles disponemos sólo del ejercicio de la libertad de información y expresión del pensamiento, y de la organización democrática.
Para Venezuela, la abusiva intervención política de los militares y sus orígenes ideológicos en el siglo XX, comienzan así:
El pretorianismo parte de la convicción de que es el Ejército el que debe llevar la patria a la grandeza (…) y al inventársele al Ejército moderno la tradición que lo empalma con los Padres de la Patria se le estaba dando una carga ideológica que escapaba, largamente, de las sanas intenciones (…) que siempre tuvo López Contreras (Straka, 2003: 38-39).
Es decir, se puede afirmar, sin temor a equivocarse, que el pretorianismo venezolano tiene su naturaleza histórica en la exaltación del papel que jugó el Ejército de Simón Bolívar en la guerra de independencia y, luego, en la creación del Ejército nacional por Juan Vicente Gómez.
Ahora bien, Gene Bigler, primer estadounidense en estudiar académicamente el tema de las relaciones civiles y militares venezolanas, plantea el surgimiento y consolidación de nuevos parámetros, una vez fuera del poder el pretorianismo perezjimenista. Parámetros centrados entre dos grandes aspectos: el proceso de profesionalización militar y el sistema sociopolítico en el que se desempeñó el estamento militar, con cinco factores principales que sirvieron de base para institucionalizar el control civil de los militares, luego de 1958. 1. La cohesión de las elites. 2. El alto prestigio del liderazgo civil. 3. El fracaso de los militares en la dirección del Estado. 4. El sentimiento antimilitarista de la sociedad, y 5. La profunda división de la institución militar. La combinación de este grupo de factores impuso la visión del Estado, primero en el pacto de Punto Fijo y luego en la Constitución de 1961. Por último, la importante amenaza que representó el apoyo de la revolución castrocomunista cubana terminó por establecer las bases para lograr el respaldo de la institución militar en su conjunto al experimento político que recién se iniciaba, ya que la lucha guerrillera y la violencia subversiva amenazaban mortalmente la propia existencia física de los militares y los organismos de seguridad del Estado (Bigler, 1981: 85-142 y 1982: 175-196).
Este autor, Bigler, también alerta sobre cuatro grandes puntos de tensión y potenciales conflictos en las relaciones civiles y militares venezolanas, 1. El tema fronterizo y territorial, especialmente con Colombia, en el que las Fuerzas Armadas prácticamente tuvieron un poder de veto. 2. El escaso escrutinio, supervisión y contraloría de la sociedad civil y la opinión pública en general sobre los militares en problemas relacionados con el funcionamiento de la institución militar en su conjunto y problemas asociados con la seguridad y defensa nacional. 3. El restablecimiento de los derechos políticos de los militares, y 4. El nivel socioeconómico de vida de los militares y sus familiares.
Las características que le asigna Bigler a las relaciones civiles y militares en la democracia venezolana fueron circunstancias que permitieron mantener dentro de los mecanismos institucionales a los militares, pero eso no necesariamente significó la existencia real de control civil efectivo, tal como me propongo demostrar.
En la historia de Venezuela no ha existido nunca un verdadero y riguroso, efectivo e institucional control civil sobre sus Fuerzas Armadas. Afirmar que durante la vigencia del pacto de Punto Fijo y la Constitución de 1961 existió control civil sobre los militares es un juicio superficial, o, al menos una ingenuidad política. Pero bien, si en Venezuela no ha existido control civil sobre las Fuerzas Armadas, ¿qué fue entonces lo que permitió que respaldaran el proyecto político democrático?
Los factores que de acuerdo con Bigler le dieron al sistema democrático las bases para institucionalizar el control civil a las Fuerzas Armadas, luego de 1958, no constituyen el desempeño efectivo del control civil sobre los militares, tal como veremos más adelante. Esos factores son los rasgos más sobresalientes de la retórica para tratar de explicar la fortaleza de la actuación institucional de las Fuerzas Armadas durante los años de vigencia de la Constitución de 1961 y el pacto de Punto Fijo. Sin embargo, comparto el juicio, según el cual durante la década de los años sesenta con la violencia subversiva guerrillera castrocomunista, ese grupo de factores ayudó decididamente a evitar que la situación se desbordara, se mantuvo la situación bajo control; y muy importante, se logró incorporar a los militares al nuevo proyecto. Pero, por el hecho de haber alcanzado objetivos muy importantes, no significa la existencia en el sistema político democrático de mecanismos institucionales que garantizaran un efectivo y riguroso control civil de los militares.
Bigler omite la presencia del elemento crucial: el pretorianismo; en otras palabras, la intervención abusiva militar en política. Es más, las Fuerzas Armadas, a partir de la victoria militar sobre la izquierda subversiva marxista leninista en los años sesenta, se mantuvieron dentro del sistema y gradualmente fueron conquistando mayores autonomías, privilegios e independencias; al fin y al cabo eran ellos quienes exponían sus vidas, pero un efectivo y riguroso control civil, no existió.
Es importante reiterar que los factores que propone Bigler no son indicadores de control civil. La especialización técnica de las funciones militares rigurosamente no se debe llamar profesionalización militar, además las actividades técnicas propias de la división del trabajo en la guerra subversiva fueron resultado de la intensificación de las amenazas que vivió Venezuela en esa década. El sentimiento antimilitarista del pueblo venezolano es resultado de la represión, de las violaciones de los militares de los derechos humanos, y del fracaso de los militares en la conducción del Estado, pero no implica control civil efectivo; aunque ese sentimiento puede actuar como una muralla cultural ante las pretensiones golpistas.
Luego del fracaso del decenio militar 1948-1958, los distintos sectores pretorianos, resultado de la división política interna de las Fuerzas Armadas, se vieron forzados a respaldar el nuevo experimento democrático y principalmente se vieron en la necesidad de enfrentar conjuntamente la subversión armada comunista pero; debo insistir, esa conducta no significa control civil sobre las Fuerzas Armadas. Y la derrota de todos los alzamientos y rebeliones militares en Venezuela a partir de 1958 tampoco significa la existencia de control civil sobre los militares venezolanos; esas derrotas pueden significar, entre otras cosas, que los alzados no evaluaron correctamente las circunstancias ni los costos del fracaso de las felonías. Pasaron cerca de treinta años para que se volvieran a presentar una serie de condiciones en el funcionamiento político y socioeconómico de la democracia que eventualmente, estimularon nuevos alzamientos en febrero y noviembre de 1992, y también fueron derrotados con los propios recursos de las Fuerzas Armadas. No obstante, el alto prestigio y la cohesión del liderazgo nacional, sin embargo no tuvo la visión de atribuirle a los poderes públicos y a la sociedad civil facultades de un fuerte y riguroso control civil sobre las Fuerzas Armadas; de hecho, apenas ciertos ascensos militares requerían de la autorización parlamentaria.
En conclusión, los militares pueden acatar y respetar la Constitución Nacional por múltiples y complejas razones, lo cual no significa necesariamente la existencia de control civil efectivo y una verdadera subordinación al poder civil.
Este punto es clave, porque cuando S.E. Finer, autor poco estudiado en nuestro ambiente académico, plantea el nivel de baja o mediana cultura política en su modelo teórico sobre las relaciones civiles y militares se refiere a que los civiles pueden gobernar, pero otorgándoles a los militares total autonomía; es decir, la legitimidad de las autoridades civiles es importante pero refractaria a los militares. El modelo teórico de Finer sobre las relaciones civiles y militares lo veremos un poco más adelante.
Ahora bien, el problema principal está, por una parte, en que en el análisis, a veces, se desestima la herencia cultural y las profundas fuerzas de la historia venezolana. Y por otra parte, se tiende a obviar la conciencia histórica que tienen las Fuerzas Armadas sobre la significación del rol que han jugado en la política venezolana, de modo que la herencia militar pretoriana tiene largas y raíces muy profundas en nuestra historia. Es así como en las relaciones civiles y militares venezolanas todavía hay problemas históricos importantes que deben sacarse a la luz para que el siglo XXI que recién comienza, sea plenamente un siglo de la supremacía de la sociedad civil, tal como el siglo XIX fue de los caudillos y el siglo XX de los militares, según decía Domingo Irwin.
La amenaza pretoriana con sus ofensivas, avances y repliegues siempre ha estado presente históricamente en Venezuela, pero eso no es lo más grave; lo más grave es que el pretorianismo se ha incubado y desarrollado por el propio desprecio, ignorancia, permisividad, tolerancia y desconocimiento teórico de nuestra dirigencia civil del enorme poder destructivo de la abusiva intervención de los militares en política, lo que en definitiva ha bloqueado la posibilidad de establecer un efectivo y riguroso control civil sobre las Fuerzas Armadas. Sin embargo, luego de la catastrófica experiencia de los militares en el poder político de estas últimas dos décadas estamos empezando a tomar conciencia de la profundidad y gravedad del problema.
NOTAS
1. Originalmente ese escrito fue una conferencia dictada en la Cátedra José Gil Fortoul de la Academia Nacional de la Historia, Caracas, 2014.
*Este artículo remite, en una buena parte, a mi libro Militares, control civil y pretorianismo en Venezuela, disponible en www.amazon.com.
*Las partes 2 y 3 de este artículo, serán publicadas los días sábado 9 y sábado 16 de mayo, en la sección Papel Literario, en www.elnacional.com.
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