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Y a pesar de todo, quiere seguir…

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Maduro ha despedazado el país. Lo tiene hundido en la más inesperada tragedia, y aún así, insiste en proseguir su sanguinaria tropelía. Lo apoyan sus tutores cubanos, son ellos los que lo ungieron a ese altar inmerecido, desde donde se proclama dictador en nombre de sus santeros y babalaos que lo cubren con sus pócimas del aquelarre mirafloriano. Mientras tanto, la crisis continúa y Maduro se solaza viendo cómo todo lo tritura, como si fuera una aplanadora de las que usan para hacer las placas de asfalto.

La gente muere, como en el Zulia, sí, el estado petrolero por excelencia de Venezuela. La falta de Unidad de Cuidados Intensivos (UCI) en los principales hospitales marabinos es una de las causas que ha contribuido con el aumento de la tasa de mortalidad en la entidad. Periodistas de La Verdad de Maracaibo demostraron que “dos de los siete hospitales que visitaron mantienen la UCI en funcionamiento; sin embargo, no trabajan en su máxima capacidad.

“Años atrás, uno de los centros de salud que aún presta el servicio contaba con una UCI para adultos, con capacidad para 30 pacientes, y una para pediatría, que podía albergar 12 niños. Actualmente, solo tienen abierta la sección de adultos, que cuenta únicamente con 6 camas, de las cuales 3 son para los menores de edad”. Me limito a reproducir lo que relataron los comunicadores de La Verdad. Los periodistas de ese medio zuliano dieron cuenta de que los “familiares de los pacientes aseguran que conseguir cupos para poder internarlos es muy difícil y agregaron que las condiciones del lugar no son las adecuadas”.

Pero a Maduro eso le resbala. Lo que le importa es seguir luciendo su banda presidencial en su hinchado pecho, y preservar ganas de mover el cuerpo bailando con Cilia ese merengue y esas notas de salsa. Echar un pie es lo que cuenta para la inefable pareja presidencial. Y, mientras tanto, desde lejos, mirar a los habitantes de la parroquia 23 de Enero dirigiéndose a Miraflores la tarde del sábado 29 de diciembre para reclamar el pernil prometido por las autoridades gubernamentales.

“Usuarios de Twitter informaron que los vecinos de este sector caminaron desde la avenida Sucre de Catia hasta la zona en la que se ubica la sede del gobierno nacional. Las personas gritaron consignas en contra de las promesas que el Ejecutivo no ha cumplido”. Pero Maduro insiste en preservar esa habitación en el mismísimo palacio presidencial. ¿Que la gente proteste? “Bueno, eso es más de lo mismo. Los reprimimos y listo. Gas del bueno, como decía el comandante eterno, y listo”. Y así es la cosa para los tiranos como Maduro. Burlarse de los descamisados.

“Que griten, que chillen, que clamen y supliquen por el pernil. Así los agarramos cansados, sin fuerzas para protestar”. Y así ocurrían las cosas en Catia, en El Paraíso y en la Candelaria. Desde la mañana del sábado 29 de diciembre se registraron varias protestas con el mismo motivo en esas parroquias. La causa: no aparecen los perniles prometidos. Los vecinos, indignados, decían que la Guardia Nacional Bolivariana estaba en el lugar de los hechos, pero no ejecutaron acciones para dispersar la protesta. Pero eso sí, amenazantes, siempre con las escopetas montadas, listas para disparar.

Pero Maduro insiste en que merece seguir luciendo su collar, su banda y el himno, que le toquen el himno, y que le canten esa estrofa, la preferida, “abajo cadenas”, pero eso sí, menos las cadenas cubanas, porque esas sí son necesarias para colonizar a Venezuela.

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