Leo en una página de noticias que un profesor universitario de Nueva Esparta, llamado Fernando Antonio Marcano Ferrer, fue detenido por funcionarios del Conas por el delito de “instigación al odio” –¡oh, sorpresa!, no se le agregó el de “traición a la patria”–, pero qué hizo para ameritar la repuesta rápida de uno de los cuerpos de seguridad del Estado? Según el gobierno, el profesor ha escrito en las redes sociales lo siguiente: “Una pregunta sencilla para Dante, Delcy, Jorge, Nicolás o cualquier otro chavista: ¿qué pasará con Margarita cuando los camiones que traen legumbres de los Andes, los que traen queso y carne de los Llanos, los que vienen con víveres del centro, no lleguen al terruño insular por falta de gasolina? Estoy asustado”.
El documento sobre el que se basa la detención de Marcano es el siguiente, según la nota de prensa: “En el marco de la Orden Fragmentaria N° 02-20 –¿qué vaina será eso de “orden fragmentaria”?– al Plan de Operaciones contra el Covid-19, guardias nacionales bolivarianos del GAES Nueva Esparta, en labores de investigación conjunta con el Ministerio Público, aprehendieron a un ciudadano que realizó publicaciones a través de las redes sociales, instigando a la población a efectuar actos vandálicos en instalaciones del estado y comercios en general en la isla de Margarita”.
Así que, profesor Fernando Marcano, por eso usted va preso. Usted es un terrorista. Usted es, no sabemos, cualquier vaina, pero de eso se encargará el fiscal Tarek William Saab, de ponerle apellido a eso de “cualquier vaina”.
Son veinte años en los que, en lugar de gobernar, el régimen no ha hecho otra cosa que dedicarse a señalar a quien o quienes son culpables (que son los mismos de siempre, los otros, los opositores, los vendepatria, los lacayos de Trump, o cualquiera que tenga un móvil y envíe notas dando cuenta de las penurias en las que se vive) y a quienes son inocentes (también los mismos de siempre: nosotros los buenos, los que estamos al lado de los ángeles, los hijos de Chávez), para nada importa que el país se caiga a pedazos.
Un número significativo de estudiosos de las ciencias sociales y de otros analistas indican que estamos viviendo, con el advenimiento del coronavirus, una vuelta a formas autoritarias de ejercer el poder y la acción política, haciendo a esta más instrumental y convirtiendo a todas las personas que gobiernan en meros objetos, naturaleza inerte, cerrando espacios de movilización y de libertad.
Bueno, ese juicio pudiera ser válido para ciertas situaciones políticas en el mundo, pero en lo que respecta a Venezuela hace bastante tiempo (justo con el advenimiento del fenómeno Chávez) que la democracia quedó cancelada.
De tal manera que, a pesar de que Maduro pretenda sacar tajada del covid-19, a diferencia de lo que ocurre en gobiernos, por ejemplo, como el de Viktor Orban en Hungría, que ha utilizado la pandemia para hacerse del poder absoluto; en Venezuela no es la narrativa democrática la que está en crisis.
Lo que el coronavirus ha revelado en el caso nuestro es la consolidación de la crisis de la dictadura. El ciudadano venezolano rechaza abiertamente la institucionalidad chavista y la ejecutoria de su modelo: ahora no solo cree que los líderes del régimen de Maduro son corruptos o estúpidos, sino también incapaces.
Ustedes pueden preguntarse: ¿Y los datos sobre el manejo de la cuarentena… El gobierno informa números más bajos en contagio y en decesos que en el resto del mundo? Es verdad, pero hay que tener mucho cuidado con las cifras que se revelan, no vaya a ser que uno reciba la visita del Conas, de la Dgcim, de la FAES, de la PNB, del Cicpc, de la Piedrita, del Alexis Vive o del mismísimo Tarek Wiliam Saab, y nos pase lo mismo que al profesor Marcano y terminemos con nuestros huesos en Ramo Verde o, peor, en una cárcel administrada por la señora Iris Varela
Sí, eso es posible. Pero Venezuela es un país prácticamente cerrado, aquí no viene nadie, al contrario de hace 10 años cuando era el domicilio de 30 millones de seres –hoy somos 26,5 millones–. Además, aunque suene a tremendismo, retomando el más reciente artículo de Ibsen Martínez en El País, no es desdeñable lo que han formulado en privado muy respetados médicos venezolanos para explicar las cifras: “el virus −sugieren los doctores− no prospera en organismos desnutridos; se diría que un nivel de hemoglobina elevado es un dato relevante para él” .
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