La aseveración de Clausewitz, uno de los más influyentes historiadores y teóricos sobre la ciencia militar moderna, de que la guerra es la continuación de la política por otros medios, es quizá una de las sentencias más difundidas universalmente, cuya aplicación no se ha restringido solo a la guerra en el sentido convencional, sino a muchos otros tipos de rivalidades y conflictos entre países, como sucedió en la época de la guerra fría, no solo por el control de áreas de influencia, sino también con la feroz competencia sobre fortalezas entre los bloques de poder
Al constituir el covid-19 una enfermedad global, en los esfuerzos para combatirla se expresan los reavivados conflictos entre potencias, las comparaciones y detracciones hacia gobiernos adversarios y también el aprovechamiento político al interior de aquellos países con radicales conflictos internos. Han sido numerosos por suerte los esfuerzos de gobiernos serios orientados fundamentalmente a proteger a la población de esta terrible pandemia.
Vuelvo inevitablemente la mirada hacia Venezuela y encuentro que hay un reconocimiento generalizado del oportuno llamado del gobierno de Nicolás Maduro al distanciamiento social, una de las formas recomendadas para prevenir el contagio. Sin duda, la única herramienta de la cual puede hacer uso, necesidad más que virtud, pero de la cual también ha hecho abuso. Concebido en términos de una batalla en la que recae sobre las fuerzas militares y policiales la tarea de vencer al peligroso virus, imponiendo un férreo control en la movilización de los ciudadanos, especialmente en las zonas populares, sin tener en cuenta la flexibilidad necesaria para aquellos sectores que han visto acentuadas sus ya abismales carencias económicas y sociales
Como corresponde a su vocación autoritaria, la guerra contra el covid-19 incluye el incremento del control social, el acrecentamiento de la exclusión en la entrega de las vergonzosas migajas que reparten solo a los poseedores del carnet de la patria, pero también la permisividad con el anárquico ejercicio del control social por parte de grupos paramilitares sin Dios ni ley.
Es sabido que el distanciamiento social es solo una parte de la prevención del virus, que no basta por sí solo. En la aplicación de otras medidas igualmente importantes, como por ejemplo la realización de las pruebas de detección del virus, hay profundas fallas. El ministro Rodríguez infló astronómicamente la cantidad de pruebas realizadas, cifras desmentidas por Naciones Unidas, así como por los técnicos del Instituto Nacional de Higiene, en el cual en su obsesión de control absoluto ha centralizado el régimen las pruebas, que han revelado que no es posible realizar más de 100 pruebas diarias.
El último ejemplo del espíritu irreconciliable con el que se maneja el gobierno de facto es el recientemente ocurrido en la isla de Margarita, al constatarse la presencia del virus en un importante grupo de adolescentes pertenecientes a una escuela de beisbol. Además de disfrazar las verdaderas cifras, en lugar de investigar y actuar en colaboración con las autoridades regionales, procedió a culpar, amenazar y reprimir de manera grotesca a quienes ellos consideraron políticamente conveniente. La gobernación de la isla de Margarita está en manos de un opositor.
Hasta el momento no ha habido manera de que el gobierno de Maduro entienda que en esta oportunidad de lo que se trata es de vencer un virus llamado covid-19 que no entiende de charreteras ni de prisiones, ni obedece a cifras ocultas. Tampoco sabe de detracciones al gobierno de Colombia, Estados Unidos o Brasil, y lo que sí requiere es de coordinación entre todos los sectores y profesionales preparados para que sea exitoso su combate.
Hay un clamor desde distintos sectores por un gobierno de emergencia que permita hacer frente eficientemente a la pandemia y a sus consecuencias económicas y sociales. Si bien el régimen de Maduro tiene el control político de la nación, no tiene acceso a recursos internacionales, como quedó demostrado con la respuesta del FMI desestimando su solicitud. A estos organismos sí tendría acceso el gobierno de Guaidó, lo que aparte de facilitar la solución de urgentes problemas hospitalarios y alimenticios, ayudaría en el ingreso de la gasolina, sin la cual el país entero quedará paralizado. Una oportunidad para gestionar grandes soluciones a grandes problemas.
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