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¿Amanecerá?

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Despuntará el resplandor, cuando el sol atraviese el plano del horizonte y pase al hemisferio visible, tengan la certeza y convicción de que sucederá, ninguna noche -y tampoco ningún día- es para siempre. Si brilla la estrella con luz propia; en la oscuridad reconocerán la Luna como poderosa diosa, no por su iluminación, ni cuerpo celeste, sino porque no se deja ocultar por lobregueces. No es un faro, ni perspectiva segura, deja demasiados rincones sin definir, pero es señal de que la luminosidad no ha desaparecido, existe un mañana, volverá a amanecer y podremos ver de nuevo.

La noche, tiempo en que falta la claridad, incluso con Luna llena, causa miedo, son muchas las entelequias y supersticiones, recordemos la espeluznante fábula del hombre lobo, el inolvidable Drácula. Es en la penumbra cuando fieras peligrosas, depredadoras salen a cazar, tigre sanguinario, coyote implacable persiguen en silencio, sigilosos, matan entre rugidos y aullidos a sus víctimas. Los banquetes ensangrentados, esos sí, se realizan en la porción del día en la que dura la claridad sobre la distancia, con seres vivientes como testigos. Un sinnúmero se va quedando para siempre en el camino.

Es sombrío y tétrico el período que transcurre desde que se pone el Sol hasta que vuelve a salir, sin la Luna satélite que gira y refleja luz en Venezuela; hasta el farol de la esperanza nos lo apagaron, se lo robaron, aterrados entre autoridades abusadoras, gobernantes cleptómanos, violadores de los derechos humanos y epidemias asesinas. Observamos rabietas aparentes, simulando desplantes fingidos de torero. Estamos a merced de la opacidad. Atiborrados de noticias vacías, falsas, cifras acompañadas de referencias vagas y remedios caseros milagrosos; el país luce fragmentado, mal informado, desorientado, ansioso. Y en medio de esta incertidumbre, pataletas muestran impotencia combinadas con la audacia de la ignorancia. Desesperados buscamos de un lado y del otro, ese candil guía que ayude a encontrar el camino, o, siquiera, a lo lejos, las primeras refulgencias de ese espacio que le lleva a realizar el giro.

El engaña pendejos, chispea desesperado, sabe que amanecerá y emergerá su incapacidad económica, destrucción del bolívar, sepelio de Pdvsa, evaporación del combustible, calabozos llenos de presos políticos, millones del éxodo, tortura y fuerte represión con más muertos que los del virus; el país al garete, albur de vida o muerte, estamos en los límites de la disolución.

Tan seguro vienen sombras como que será relevada por el ciclo para que la esfera con excelsa temperatura, irradie. Como al pescador en alta mar; que pesca en la oscuridad y regresa a puerto seguro guiado por el brillo del día.

Razón sobra a quienes gritan, exclaman, la pandemia no conseguirá vencernos, solo que no lo proclaman como bandera y objetivo, sino como chillido de batalla contra el vacío que ellos mismos buscan sin saber qué buscar.

La epidemia no nos subyugará, los venezolanos ya hemos sometido pestes anteriores, lo único que no hicimos fue ocultar fallecidos ni el tamaño verdadero del reto que se nos presenta. Sin casi nada en las manos derrotamos, expulsamos al imperio español; existimos sin buena alimentación ni condiciones sanitarias, perduramos al paludismo y tuberculosis; sin armas sobrevivimos a la tiranía y democracias mal ensambladas, peor concebidas, ¿por qué iba a dominarnos la enfermedad que ni siquiera es capaz de matarnos a todos, aunque los hospitales estén destartalados y nuestros dirigentes desconcertados, ignaros y corrompidos?

Llevamos años presenciando degradación, con o sin intención para dar posterior testimonio de lo ocurrido, pero mudos e impotentes observamos como la izquierda cumple su sueño de no dejar piedra sobre piedra, incluyendo la ética, moral y buenas costumbres, y luego de superar cómo políticos, nada o poco inteligentes, molestos, arrogantes, es decir, imbéciles y pedantes destruían a dentelladas nuestra confianza y expectativa.

Después de todo eso, ¿vamos a temerle a una pandemia?

Entre las medidas que chinos, expertos de la OMS y brujos fracasados plantean; vacunas que buscan, pero no consiguen, menjurjes de hechiceros, el covid-19, como la tiniebla, terminará yéndose, amanecerá y veremos un nuevo país. Tristemente devastado, hecho pedazos, arrasado, saqueado, irreconocible, por lo cual solo tendremos una tarea: reconstruirlo

Debe amanecer, sin demora, va a salir el Sol, para rescatar la estirpe, la nobleza, la distinción y el señorío extraviados, restituir la noción de país, de sociedad, que bajo ninguna circunstancia nos mienta, que rinda cuenta, sería un gran avance; que sea la verdad su norte por dura que sea, de allí se desprende todo.

La vida en la Tierra depende de la energía, calor y luz del Sol. La de Venezuela, de los venezolanos y su sentido maravilloso de venezolanidad.

@ArmandoMartini

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