Las convicciones resisten, los ideales son indomables, la fe entra en su fase de resiliencia, pero la batalla es ardua. Nadie ha dicho que será fácil, pero tampoco nos muestran la ruta. No tenemos brújula ni un horizonte dibujado, pereciera que seguimos por mera inercia aunque con la esperanza acérrima de no condenarnos eternamente a esta realidad. Es una epopeya épica y no podemos claudicar.
Aunque para muchos es un juego de toma y dame, para otros un plan frenético de poder, una parte cree tener la erudición divina por leer par de líneas históricas y la otra parte vive su sempiterno frenesí buscando la razón absoluta criticando a todo aquel, aún existe una inmensa mayoría que no se rinde porque ha puesto el futuro de todo un país por encima de las metas individuales. Esos no se rinden, se levantan y salen a luchar sin importar lineamiento ni mucho menos condena. Siguen porque sí, porque aún pueden dar mucho más y que el valor de Venezuela es más grande que toda su riqueza subterránea.
No todo lo que brilla es oro. Frase criolla lamentable, pero es así. Y más lamentable es escuchar afirmaciones hipócritas e ingenuas de un pequeño sector que aún no logra quitarse el polvo pesetero de sus camisas manchadas por la tiranía. ¿Esta lucha no es política? ¿Es en serio? ¿Luego de todo lo que hemos pasado, luego de todo el terreno conquistado, el esfuerzo titánico de los que siguen y el sacrificio de vida de los que se fueron?, algunos tienen el tupé de decir que esta lucha no es política y que no necesitan a los partidos.
Estamos recibiendo la peor dosis de aprendizaje que el destino nos puede otorgar. El látigo inclemente y despiadado de la tiranía azota a la población pero no hemos aprendido. No hemos aprendido a discernir ni a encontrar el punto medio, no hemos aprendido a escuchar ni mucho menos a hablar, no hemos aprendido en lo absoluto en unir ni mucho menos a remar. Incrustados eternamente en echarle la culpa a todo lo que camina pronto escucharemos a algún iluminado decir que a Jesucristo lo crucificaron los políticos. ¿Descabellado? Pues, vivimos en el país de lo posible.
La sociedad en la que habitamos entró en viraje y llegó a la época de las cavernas, ha cambiado la vocal «O» por la «U» y sus gríngolas no dejan ver más allá. Sin embargo, es nuestra tarea como ciudadanos de este país que nos vio nacer, recobrar la confianza y el apoyo desteñido que hoy nos consume. Debemos elevar la fe, quitarnos el collar del orgullo, sentir con el corazón y no con el bolsillo, pensar en colectivo y no en individual, mirar a los ojos del alma y hablar con el espíritu y decir: «¡No nos vamos a rendir! Juntos sí podemos». Entonces, ¿Quién empieza?
@JorgeFSambrano
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