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La revolución pasiva

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En el mundo moderno, los marxistas han abandonado la aplicación fiel y exacta del marxismo-leninismo por la concepción gramsciana, que ha desarrollado el marxismo cultural. La revolución pasiva es la clave para la comprensión del pensamiento gramsciano. Se puede definir como revolución pasiva, un proceso de transformación social sin momento “jacobino”, impulsado desde “arriba“, en forma de modificaciones moleculares que, en realidad, modifican progresivamente la composición anterior de las fuerzas y se convierten, por tanto, en matrices de nuevas modificaciones.

Es decir, que las clases dirigentes produce transformaciones importantes de la organización social, reduciendo al mínimo la participación popular en la realización de dichos cambios. La revolución pasiva tiene como objetivo único la hegemonía. En ella el pacto entre los líderes del viejo sistema y los de la oposición acaba imponiéndose.

El propio Gramsci lo expresa así: “Se puede aplicar al concepto de revolución pasiva (y se puede documentar en el Risorgimento italiano) el criterio interpretativo de las modificaciones moleculares que en realidad modifican progresivamente la composición precedente de las fuerzas y devienen por lo tanto matrices de nuevas modificaciones”.(www.gramsci.org.ar  › TOMO 3). La característica fundamental pues de la revolución pasiva es que es una imposición de la transformación del régimen impuesto desde arriba y en etapas, existe pues una dialéctica entre transformación y restauración. Si la oposición pacta con el régimen revolucionario, este se impondrá, si no habrá restauración.

Este concepto es de vital importancia para América Latina porque, como dijimos, el marxismo está implementando la teoría gramsciana para la imposición de sus regímenes. El marxismo cultural, que pretende la dominación, a través de la subordinación de la superestructura social y cultural, impone la revolución a través de la estrategia de la revolución pasiva.

El socialismo del siglo XXI se impuso a través de esta estrategia:

“Desde la visión teórica de Gramsci sobre las crisis políticas se puede observar que en los siete años de correísmo se ha estructurado un estado de excepción intervencionista y un régimen bonapartista, donde se ha manifestado la dialéctica entre tendencias ‘progresivas y regresivas’ propias de las revoluciones pasivas (Modonesi,2017).

“El kirchnerismo representa un caso de revolución pasiva, categoría que sirve para leer la tensión entre transformación y restauración, en épocas de transición que desemboca finalmente en la reconstitución de las relaciones sociales en un orden de dominación jerárquico. (Svampa, 2013).

En cuanto a Brasil, Braga apuntará al “consentimiento pasivo de parte de clases subalternas y el activo por parte de los dirigentes y militantes de PT que pasaron a administrar el Estado y los fondos de pensión“ (Braga, 2010). Fernandes Dias (2012) también caracteriza los gobiernos petistas como revolución pasiva.

Obviamente esta fue también la estrategia en Venezuela, país en el que más se ha avanzado en la imposición del socialismo del siglo XXI y en donde más se ven los desastrosos resultados del marxismo cultural basado en la teoría gramsciana. Colombia, obviamente no podría quedar fuera de esta estratagema de la revolución pasiva.

Quizás sea en Colombia en donde mejor se ha implementado esta estrategia de dominación marxista; pues acá es en donde más se ha logrado la infiltración de la superestructura cultural. La educación, los medios, las ONG, los sindicatos, las instituciones culturales están absolutamente dominadas por marxistas o compañeros de camino. Pero la revolución pasiva colombiana, no se detiene allí. La superestructura ideológica más importante, la justicia, está absolutamente dominada por el marxismo cultural, e impone mediante la “dictadura de los jueces” preconizada por un magistrado y que hoy es la dictadura de los carteles de la coca y la toga, el socialismo del siglo XXI sin ninguna limitación legal ni democrática.

El mejor ejemplo de la instauración del cambio de régimen sin una revolución jacobina, sino mediante el pacto de élites que instaura una hegemonía no solamente sin participación popular, sino en realidad en contra de ella, expresada en un plebiscito ha sido la imposición de la dictadura del farcsantismo. Con ella se legitimó ilegítimamente, valga la paradoja, a un narcoestado que impone sus reglas con pretensión de democracia.

La falta de claridad ideológica de nuestros líderes democráticos ha permitido la victoria, hasta ahora, de la revolución pasiva en Colombia. Pero la oposición popular a esta da un respiro, estamos todavía a tiempo de que la dialéctica transformación-restauración opere, con un liderazgo ilustrado ideológicamente que movilice al pueblo en contra de la narcodictadura del farcsantismo, Colombia se puede salvar de la hegemonía marxista. Ya es tarde para que ese liderazgo se constituya para derrotar al farcsantismo en 2022, de lo contrario el disfraz democrático se eliminará y pasaremos a ser una Cuba o Venezuela más en el continente. Los ejemplos de Brasil, Ecuador y Bolivia nos dicen que sí se puede.

 

Braga, R ( 2010): A presentao en De  Oliveira, F  et al. Hegemonia a avessas, Rio, Boitempo.

Fernandez Dias, E (2012): Revolucao passiva, Sao paulo, Jose Luis e Rosa Sundermann

Modonesi, M (2017): Uso del concepto gramsciano de revolución pasiva en América Latina, OLAC, #1.

Svampa, M ( 2017): Debates latinoamericanos. Indianismo, desarrollo, dependencia, populismo. Buenos Aires, Edhsa.

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