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Cantar ópera en casa, aunque no le guste a tu perro

Por AFP
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Cantar ópera en casa, sobre todo si tu perro se pone a ladrar, no es fácil pero a Lilli Wuenscher no le queda otro remedio porque, igual que sus compañeros de la ópera de Leipzig, tiene que seguir ensayando pese al confinamiento.

“Cuando canto notas altas empieza a aullar y a llorar”, explica esta solista junto a su perro, un Schnauzer gigante llamado Ludwig, en referencia a Beethoven.

Desde que hace tres semanas cerró la ópera de Leipzig, en el marco de los esfuerzos de Alemania para frenar la pandemia de coronavirus, decenas de bailarines, cantantes y músicos buscan formas de trabajar en casa sin molestar demasiado a los vecinos.

Wuenscher vive con su marido, también cantante de ópera, y sus tres hijos, Leyla, de 12 años de edad, Joshua, de 10 años, y Josephine, de 3 años.

La cantante pasa dos horas al piano y otra hora más ejercitando la voz, al tiempo que sigue cocinando y cuidando sus hijos.

“Estoy sola, sin profesor, se necesita mucha disciplina”, dice.

Para el bailarín británico Luke Francis, de 25 años de edad, el principal problema es el espacio limitado de su apartamento.

Por eso no duda en usar el marco de la puerta o la encimera de la cocina para practicar su ensayo diario.

“Me agarro a lo que puedo para estirarme. Normalmente es la cocina”, explica.

Los ejercicios en el suelo también son muy complicados. “Es muy resbaladizo y nada fácil”, asegura, obligado a entrenarse descalzos o con solo un par de calcetines viejos.

Por suerte su apartamento está en la planta baja y así no molesta a los vecinos con los saltos.

“También intento hacer estiramientos basados en el yoga, así como los estiramientos de ballet que haría de todas formas”, indica Francis.

El violoncelista Stephan Wuensch trabaja cuatro horas al día con ejercicios técnicos y con el futuro repertorio.

“Naturalmente ahora tengo mucho tiempo para ensayar”, dice.

Wuensch, de 53 años de edad y dos hijos, está en su casa con su mujer, profesora de canto que da clases online en otra habitación

“Siempre me aseguro de que las ventanas estén cerradas para que los vecinos no puedan oír nada”, dijo el violoncelista.

Para él lo peor es no saber cuándo podrá tocar de nuevo con sus colegas.

“Cuando eres músico estás acostumbrado a tener mucha vida social, es una relación relativamente cercana. Por eso ahora es duro”, expresó.

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