Abundan las razones para la incredulidad. Entre otras, posiblemente una de las de gran relevancia, reside en que más de una vez la ciudadanía se ha sentido traicionada y entregada en bandeja de plata a un régimen despiadado, luego de haber dado el todo por el todo. Allí cerquita está el 2017, cuando luego de que fuesen arrebatadas más de un centenar de vidas por parte de un régimen sanguinario al que poco le importó dejar al descubierto ante el mundo su talante autoritario, la mayoría de la dirigencia opositora se entregó a un “diálogo” que siempre se supo solo tenía un posible final, que era el de no llegar a nada. Sin ir muy lejos, allí está también el 2014 con un guión parecido. Y en fin, de ciclo en ciclo, hemos pasado de la euforia al profundo desencanto y la desmovilización. Por eso y algunas otras cosas más, los ciudadanos racionales no podemos evitar preguntarnos, si esta vez valdrá la pena el esfuerzo, el compromiso, el desvelo, la incertidumbre, la inquietud, el riesgo y hasta esa esperanza que en algunos casos tememos sentir.
La respuesta a lo anterior no es sencilla, pero basta observar y repasar la ruta recorrida para llegar al punto donde estamos hoy 22 de Enero de 2019, para así entender las razones de este renovado entusiasmo que invade cada célula de los venezolanos que apostamos a que el cambio político en Venezuela sea una realidad, pues a diferencia de otros tiempos, iniciativas y episodios, el camino transitado en esta ocasión ha dado bases sólidas a lo que ya es un nuevo sentimiento y convicción de que estamos a las puertas de algo nuevo.
En el trayecto que comenzó a delinearse tan pronto el régimen tuvo la estúpida idea de huir hacia adelante con la írrita convocatoria de una Asamblea Nacional Constituyente, se puso a prueba la formación democrática de nuestro liderazgo, y pese a que unos pocos sucumbieron a la tentación de dar oxígeno al desgobierno participando una y otra vez en cada una de las convocatorias a sus farsas “electorales”, lo cierto, es que desde la propia elección de esa mal llamada ANC, donde con extraordinaria disciplina las fuerzas democráticas decidieron no participar en rechazo a una convocatoria espuria, hasta el evento del 20 de Mayo de 2018, donde no se validó el circo, fue lo que dio pie a que hoy sea la Asamblea Nacional electa en Diciembre de 2015, la institución sobre la cual recae la representatividad de ese pueblo que a 20 años de haber sido invocado, concluyó que en ese tiempo no fue sino traicionado y defraudado por los más grandes estafadores políticos que hayan pasado por esta tierra.
La ruta transitada en su saldo muestra coherencia, y no solo quienes hoy son los rostros visibles del liderazgo político pueden exhibirla en su balance, sino que en esta oportunidad la ciudadanía ha sido protagonista y conductora del comportamiento de ese liderazgo, que inclusive cuando ha tenido tropiezos o ha interpretado mal el mandato, se ha encontrado con el muro de la intransigencia de un pueblo que entendió y decidió que bajo las condiciones actuales y ante las circunstancias imperantes, sencillamente era imposible e inviable participar en cualquier farsa comicial convocada con el único objetivo de validar a esa plaga apocalíptica que ha destruido a Venezuela.
Es entonces en esa convicción de una ciudadanía que con su conducta llegó inclusive a modelar el comportamiento de quienes aspiran a mostrarse como sus líderes, en la cual reposa la esperanza de que esta vez si valdrá la pena el esfuerzo. Es vital creer que si es posible alcanzar el cambio político; pero más importante es creer en nosotros mismos y en el poder que tenemos para promover y lograr ese cambio.
¡Mañana es nuestra cita para creer en nuestro propio poder y determinación para lograr el objetivo, y allí estaremos, por Venezuela!
Cástor González
Abogado
Presidente del Centro Popular de Formación Ciudadana (CPFC)
@castorgonzalez
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