El 13 de marzo Carlos Fraga regresó a Venezuela de una gira en Estados Unidos. Cuatro días después se decretó la cuarentena en todo el territorio nacional por la pandemia del covid-19, que en el país tiene un registro hasta este lunes de 165 casos, 65 recuperados y 7 fallecidos. El motivador y conferencista tenía 19 eventos pautados hasta Semana Santa. Todos fueron suspendidos.
Para Fraga, conocido por programas de orientación como Fragamente hablando o La vida es hoy, la cuarentena, que ya va por su cuarta semana, es un momento para aprender algo que, dice, la cultura occidental no enseñó: vivir el presente.
«Nosotros vivimos una cultura hacia fuera. Hay que estudiar, ahorrar y tener para el futuro. Todo para el futuro. En este momento de la vida nos pusieron ante un presente para el que no tenemos ningún tipo de herramientas culturalmente hablando», dice Fraga.
Trabajar el presente, explica, significa cultivar la relación del individuo consigo mismo, la cual es importante pero, advierte, no se tiene la cultura para verla y manejarla.
El motivador considera que la cultura de la posguerra es maravillosa porque gente que venía de una gran tristeza, que había perdido todo, comenzó a recomponerse y a pensar en el futuro por encima del ser y del presente. Pero esa manera de pensar, asegura, ya ha dejado de funcionar.
«Hoy día esta circunstancia nos abre a una nueva cultura que ya venía sucediendo: es una cultura que tiene más que ver con el presente. Ves como ahora las generaciones nuevas, del 2000 para acá, son pro veganía o a favor de la conversación. Nadie se los ha enseñado, lo han visto. Les llega como una cosa absolutamente natural. Es una cultura nueva, de cuidar, de estar conmigo, de sentirme bien, completo», dice.
Además, considera que lo primero que debe hacer la gente es aceptar que la pandemia por el coronavirus es una crisis inédita global que exige cuidarse a como dé lugar. «Si entramos en fase de negación -mucha gente que piensa que no le va a pasar nada- y nadamos contra la corriente, vamos a generar ruido y toxicidad a nuestro alrededor. Entonces, lo primero y fundamental es entender que estamos ante algo para lo que no hay experiencia».
Fraga recomienda, después de aceptar la situación, tomar una pausa y respirar. «Una cosa es respirar para existir y otra respirar para vivir. El que respira para vivir es quien aprende que la vida se trata de detenerse permanentemente y respirar. Esto es una pausa de vida que nos va a permitir hacer balance, hacer revisión de con quién dormimos, con quién convivimos. Porque cuando me encierran en mi casa con mi familia y veo que son una locura, todo eso tiene que ver también con lo que he cultivado».
También sugiere cuidar el pensamiento de irse al pasado o al futuro, pues el primero, dice, es ansiedad y el segundo angustia.
—¿Caer en la angustia lleva a la gente a quedarse paralizada?
—Claro, porque estás en la verdadera muerte, es una existencia de la que no tengo ninguna evidencia, es igual que el futuro. No existe. Lo único que existe es este instante. Todos estamos a la misma distancia de la muerte. No importa en qué estado nos hallemos, es una verdad de vida que tenemos todos que conciliar. Fíjate: toda la gente que ha tenido transformaciones importantes, que le ha cambiado la vida 180 grados, ¿por dónde han pasado? Por la muerte: un accidente, un cáncer, alguna otra enfermedad… una situación que te pone en contacto con algo que esta cultura de posguerra no te permitía ver. hablabas de la muerte antes y te decían no, no, cállate. De eso no se habla. ¿Y por qué no? Nos volvimos unos seres con pura luz de vida y la luz de vida, si no tiene la sombra de la muerte, es una luz muy vacía. Por eso cuando vienen este tipo de cosas nos sentimos absolutamente perdidos.
—Ya tenemos en Venezuela más de 15 días de cuarentena. ¿Cómo debemos sobrellevarla en un momento en que podría comenzar el desespero?
—El pollito, y esto lo registran estudios, cuando apenas empieza a formarse le da golpes con la cabeza a la cáscara. Sin embargo, hasta que ese pollito no tenga el pico formado, esa cáscara no abre. Esa es la vida. ¿Qué tiempo tarda esto? No lo sabemos porque no tiene precedentes. Sin embargo, va a ser el tiempo perfecto para la evolución. Si formo parte de la evolución, ¡aleluya! Si no formo parte de ella, me tocará irme. Claro, hay que hacer la salvedad por respeto: estoy en un apartamento cómodo. Hay gente que la está pasando mucho peor. Entiendo que hay gente que tiene que salir porque si no trabaja no come. Venezuela, además, tiene unas deficiencias muy grandes y se entiende. Entonces, evidentemente, todo esto tendrá que ver con el entorno, pero son herramientas universales que todos podemos utilizar.
Volviendo a los venezolanos, nosotros tenemos mucho tiempo ya de trading para esto. ¿O es que no nos acordamos del paro petrolero? ¿De los ciclos de marcha donde teníamos que estar confinados o salir, marchar y regresar? Estamos entrenados para la escasez, para una cantidad de cosas. Tenemos un entrenamiento superior a países donde aparentemente todo está bien y, sin embargo, también se hacen esas preguntas. Y les toca la puerta el alquiler, la hipoteca, el que no trabaja no come. Son realidades muy particulares cada una, pero que tienen un mismo centro: el centro de lo humano.
—Vivir en Venezuela significa lidiar con la economía más inestable de la región y con una crisis política de muchos años. ¿Es suficiente la resiliencia en circunstancias que, ahora con el coronavirus, han empeorado?
—Yo creo que esa resiliencia te va a dar oportunidades permanentes para ir creando cosas, preparando cosas y transformando cosas. Hay dos tipos de individuo dentro de las miles de clasificaciones que hay. Tengo una que me imagino que no es mía pero la digo mucho: el individuo que confía en la vida y el que no confía en la vida. Eso es lo mismo que estar sentado sin espaldar o estar sentado con espaldar. La vida bioquímicamente, biológicamente, energéticamente, es un milagro. Venimos de dos células que se convierten en embrión y eso da lugar a lo que somos. Yo tengo una profunda confianza en la vida, la he cultivado, no nací con ella. La vida es perfecta, como la naturaleza es perfecta. Esta frase sí es mía: el árbol se deja secar en invierno porque confía en que hay una primavera que lo va a reverdecer. Eso es ley de vida. Pero hay que aprenderlo, para eso sirven las desgracias, estas situaciones inéditas, para que aprendamos una cantidad de herramientas que tenemos en alguna gaveta de la mente y del corazón, pero no las hemos sacado.
—¿Hoy más que nunca se hace necesaria la terapia?
—Sería fundamental. Pero tenemos pocas herramientas para ello ahora porque las únicas terapias que hay son virtuales. Yo creo que la terapia es un hecho maravilloso, es la posibilidad de darle el apoyo al otro, eso ayuda sin duda alguna. Yo estoy haciendo un video por Instagram Live un día sí y un día no dándole a la gente esto.
—¿Cómo ha sido la receptividad de la gente?
—Muy bien. Nunca en mi vida esperé esto. He hecho hasta hoy 36 lives. Te hablo de países como Líbano, Japón, Irlanda, Holanda, Canadá. Venezolanos que tienen programas de radio y hacen un live conmigo y lo ponen en su programa. La receptividad ha sido maravillosa. Los niveles de observadores de los videos ha sido monstruosa. La gente está muy ávida.
—¿Qué tipo de comentarios ha recibido?
—Mira, por ejemplo, en el último, que fue sobre las relaciones, alguien me decía que como hacía con el marido porque duraban hasta tres días sin hablar. Le dije: espérate un momento, lo que ves ahorita es la observación de lo que has cultivado. Es el momento para que empieces por ti, no porque ellos sean de una u otra manera, sino porque esto lo cultivé yo. Siempre pongo un ejemplo maravilloso: si yo tiro una pared en mi casa porque estoy remodelando, yo voy a pasar unos días caminando sobre escombros. Es lo mismo: en este momento estamos haciendo el trabajo de tirar paredes, de reformar cosas porque se nos va a reformar la vida, porque el mundo va a cambiar, el orden mundial va a cambiar, para eso no hay que ser pitoniso: el orden económico, político, social y geográfico va a cambiar, va a transformarse después de esto.
Estamos tumbando paredes. Tenemos que caminar sobre escombros, por mucho que limpiemos siempre te llevas piedritas por delante, te rayan el piso, es un polvero. Es parte de lo que tenemos que vivir. Luego déjame aislarme un poco, respirar, estar conmigo, hablar de mí, de los demás. Habla de ti y deja que los demás puedan digerir lo que estás diciendo. Es otra forma de comunicación, además es un momento donde los abrazos escasean, donde la posibilidad de tocarse es mínima. Tenemos que encontrar nuevas formas que también se van a sumar a nuestras maneras afectivas. Así que creo que por donde lo mires hay una serie de recursos que pueden funcionar.
—¿Qué actividades recomienda a los jóvenes?
—Yo recomiendo tanto a jóvenes como a los no jóvenes que se den la oportunidad de experimentar cosas. Los que no son duchos en redes sociales hagan lives, si no sabes cocinar, aprender, aprende a dibujar. Es una oportunidad maravillosa para aprender cosas que te gusten, que te llenen la vida. Hay una recomendación importante: cuidado con las redes sociales. Son un gran vertedero de cosas maravillosas por un lado, pero también de estiércol y de cosas que la gente bota. Cuídate de lo que ves en Netflix, en las redes sociales, de lo que escuchas, porque hay mucha mentira, especulación, hay muchos con la necesidad de sobresalir por encima del otro. Ve seleccionando lo que quieres ver, vuélvete selectivo con lo que quieres para ti. Eso te hará un mejor ser humano, con capacidad y elegancia para saber qué me como, en cualquier sentido.
—¿Qué recomienda para aquellos que deben estar al cuidado de padres, hijos de personas mayores o personas con familiares enfermos?
—Primero que todo que aprendan a gerenciar. Siempre digo que el cuidador es quien lleva el control, no lo puede llevar el cuidado. Si me toca cuidar a un anciano, mi padre, mi madre, mi abuelo, tengo que gerenciar eso. Esto significa poner límites muy claros. Si puedo ayudarme de otra gente, de otro familiar, también aprovechar la ayuda. No necesitamos otros héroes. Necesitamos gente sensible que se entregue pero con gerencia. Latinoamérica es muy heroica porque es muy joven. Es muy de la deuda. Fíjate que muchas madres dicen que si te cuide, que te di; las parejas cuando se divorcian dicen que si yo te hice, yo que te di. Aquí vamos a hacer las cosas hasta donde se pueda y cuando no se pueda, se pide ayuda.
—¿Considera que es un buen momento para hacer ciertas cosas pendientes? ¿Por ejemplo: pedir perdón, llamar a aquellos que hemos olvidado, reflexionar sobre los cambios necesarios?
—Excelente momento. ¿Por qué? Porque la muerte se nos sentó en la mesa. Cuando la muerte se nos sienta en la mesa nos pone a rendir cuentas, y las cuentas no son de lo que me hiciste o lo que te hice sino de que quiero paz en mi corazón. Y eso es importante en nuestra cultura. Lo único que nunca valoramos por ese afán de tener y hacer es la paz. Si tú a mí me llamas y me preguntas sobre una decisión yo nunca te voy a decir qué vas a hacer, lo único que diré siempre es que debes elegir lo que te da paz. ¿Sabes lo maravilloso que es tener conciencia de la paz como termómetro? La paz es un reposo del corazón.
—¿Es momento quizás de cerrar ciclos?
—Es interesante tu pregunta porque esto es un ciclo que se cierra. Ahora, yo siempre explico los ciclos en estas etapas fundamentales: la de la piedra, que es la etapa del concepto. Es decir cuando el infectólogo sale y dice que hay coronavirus y explica. Eso que dice el infectólogo de alguna manera se moviliza hacia tus emociones, esa es la etapa agua. La tercera etapa es el vino, un producto absolutamente vivo que pasa por la siembra, el período donde lo cortan, lo prueban, lo recogen, lo almacenan, lo fermentan y después pasa a la barrica. Entonces uno pasa ese miedo para que luego el sacerdote en el púlpito con el cáliz se beba el vino, que es la sangre de Cristo, para integrarlo. La etapa del vino es vamos paso a paso, no puedo adelantar las cosas, hoy me toca sembrar, cosechar, seleccionar. Me bebo ese vino que se hace sangre en mí. Eso se llama cerrar un ciclo. Cuando el vino se integra dentro de mí, la etapa sangre, y eso está cerrado. Porque el cierre de un ciclo no es que termine de decir algo y chao, el cierre del ciclo ocurre cuando mi corazón está en paz.
—Estas recomendaciones podrían funcionar para personas que quizás tienen cierta ayuda de familiares en el extranjero o que cuentan con un trabajo en dólares. ¿Pero cómo pueden los más pobres enfrentar una crisis así?
—Igual. Evidentemente las personas que no tienen esos recursos pasan mayores penurias, pero resuelven. Fíjate que siguen trabajando. La gente resuelve, lo he aprendido en la calle. Vivo al lado de un barrio en un edificio con ciertos lujos, tengo 25 años aquí y me conozco medio barrio y veo cómo la gente resuelve. A veces digo: pero cómo hacen. Resuelven porque tienen un mecanismo de resolución, que lo han aprendido. Con esto no estoy diciendo que es bueno ser pobre, sino que hay mecanismos.
—¿Es un buen momento para la familia?
—Sobre todo para reconocerse, pero siempre con la metáfora de la pared, vas a caminar sobre escombros, estás tumbando paredes. Recuerdo que en el paro petrolero un importantísimo ejecutivo de una trasnacional que asesoré una vez me dijo que necesitaba hablar conmigo. Me contó que con dos semanas en su casa, casado 15 años con su muer, no sabía que tenía esa familia. Claro porque es el tipo que llega a las 9:00 pm, cena con los chamos, se van a dormir, los fines de semana va a fiestas y luego está de vacaciones. Pero vivir todos los días, verte a toda hora, es reconocer, y reconocer es tumbar paredes.
—¿Qué le recomienda a las parejas que pasan la cuarentena juntos y que probablemente se verán más de lo que podrían tolerarse?
—También volvemos: nos tumbaron las paredes, estamos en escombros. Es una remodelación anímica, emocional y relacional importante.
—¿Qué pueden hacer aquellos que están solos, en especial las personas de la tercera edad cuyos hijos están fuera del país?
—Lo primero es permanecer en comunicación. Es una cosa fundamental. Los de fuera y los de dentro tenemos que estar en comunicación porque estamos en una emergencia. Eso es importante porque se necesita el afecto, verse llorar frente a la pantalla.
La segunda es la gran oportunidad de volverse a relacionar con uno. Volvemos: ¿qué le pasa a las personas de la tercera edad y mucho? Como vienen de una cultura donde no era importante tu relación contigo, evidentemente no tienen herramientas de respiración ni de meditación, de quedarse solos y divertirse en ese mundo maravilloso. La soledad es la reafirmación de la creación humana. Porque naces solo, mueres solo y los grandes hechos de tu vida, los trascendetales, van a ser en soledad. Por eso cuando alguien me dice que se siente solo con una persona yo digo que el problema es tuyo, no de que la otra persona no te quiera.
—Es importante tener en cuenta que el coronavirus empeorará la situación no solo de Venezuela sino del mundo. La vida, usted lo ha dicho antes, no se mueve al ritmo que uno quiere. ¿Qué necesitamos aprender como seres humanos de lo que está sucediendo en el mundo?
—Primero a relacionarnos con nosotros mismos, segundo a saber qué hemos realmente construido y tercero vamos a aprender que hay un tiempo y un tempo. El tiempo es lo que marca el reloj. El tempo es la naturaleza haciendo su trabajo, llámese el niño en el vientre materno, llámese pollito en el huevo; las cosas no van a florecer cuando quieras sino cuando ellas tengan el tempo perfecto. Esto es fundamental: el tempo de la vida no va a la velocidad de nuestra sociedad.
—¿Cómo se imagina el mundo que vendrá?
—Yo soy optimista porque me nace serlo. Creo en el milagro de la vida, que hay luz en todos pero ha estado opacada. Creo que será un mundo mucho mejor donde pasaremos del paradigma del éxito, que ha sido uno de nuestras grandes derrotas, al paradigma del cuidado. Ya no me va a importar alguien por su profesión sino como ser humano, y en qué puedo ayudarte, qué puedo generar en ti cuando establezcamos este cambio de valores importante. No me gustan los adverbios de mejor o peor, pero sí pienso que será un mundo distinto donde lo legítimo, la paz, y lo verdaderamente humano van a brillar.
—¿Qué es lo primero que hará cuando acabe el aislamiento?
—Todos los eventos que me suspendieron me imagino que se pospondrán. Creo que todos los temas que tenía planteados ahora se reconstruyen en sí mismos. Evidentemente creo que hay mucho que decirle a la gente. Porque cuando esto pare, cuando nos dejen salir, cuando permitamos las relaciones interpersonales, tendremos un mundo nuevo y mucha gente estará todavía un poco perdida. Creo que aportar a todo esto va a ser fundamental.
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