Mientras buena parte de la humanidad permanece aislada para evitar la expansión del covid-19, los gobiernos de América Latina tienen sobre la mesa una serie de medidas económicas destinadas a paliar el inevitable impacto que este virus causará a las economías de la región.
Tengamos en cuenta que las cuarentenas, muy necesarias para contener la pandemia, paralizan alrededor del 50% de las actividades económicas. Se registran cierres parciales o totales de plantas de producción; cortes en la provisión de servicios y en las cadenas de suministro; contracción del consumo; reducción drástica de los viajes de negocio y turismo; y cierre de servicios de esparcimiento, colegios y universidades.
Los sectores productivos más golpeados, y que por lo tanto más debemos proteger, serán las micro, pequeñas y medianas empresas (mipymes), que representan a más del 99% del tejido empresarial en América Latina y generan alrededor del 30% del PIB.
Una revisión rápida a lo sucedido en China nos puede ilustrar cómo impactará esta crisis en las mipymes de la región. Las mipymes en China también constituyen aproximadamente 99% de las empresas y generan 80% del empleo. Una encuesta realizada en febrero por investigadores de la Universidad de Tsinghua con una muestra de 995 mipymes arroja cifras preocupantes: 30% redujeron sus ingresos a más de la mitad; 28% reportó una caída de entre 20% y 50%; un tercio informó que podrían permanecer abiertas durante solo un mes con su flujo de caja corriente; y menos de 10% podrían permanecer abiertas durante más de seis meses. Entre las causas de presión financiera mencionan el pago de salarios y seguridad social en 63%, seguidos de los pagos de alquileres y créditos, con 14% cada uno.
Los resultados de la experiencia china ayudan a perfilar el conjunto de medidas para contrarrestar el impacto económico del virus en la región. La naturaleza de las mipymes en América Latina está fundamentalmente orientada al mercado interno y su desempeño tradicionalmente ha estado ligado a las condiciones macroeconómicas. Esto quiere decir que en épocas de recesión como la actual, las empresas más pequeñas tienden a desaparecer con más frecuencia.
Ante esta realidad, en primer lugar se necesitan medidas macroeconómicas para asegurar la continuidad en la cadena de pagos. En cuanto al flujo de créditos, las empresas más pequeñas deben contar con liquidez inmediata para superar la presión de las obligaciones salariales, mientras que las grandes preferirán alivios tributarios.
En el sector de servicios a las empresas, crítico dentro de las cadenas de valor, debe habilitarse el crédito a mediano y largo plazo. El sector de servicios a los hogares debería revitalizarse muy rápidamente al recuperarse la demanda, por lo que la necesidad de apoyo debería ser relativamente limitada, con alivios y aplazamiento de pagos, y sólo en algunos casos con subsidios directos.
En América Latina los países han tomado diversas medidas para evitar una caída económica sin precedentes. En el ámbito financiero, por ejemplo, algunos han fortalecido o ampliado sus sistemas de garantía para facilitar el crédito a empresas; han flexibilizado los encajes bancarios para ampliar la liquidez; han establecido normas temporales para permitir a los bancos la reestructuración de créditos o la ampliación de plazos y moratorias para los pagos de cuotas, entre otras. Otros han establecido directamente líneas de crédito para capital de trabajo para mipymes, y han creado fondos para respaldar las operaciones del sector financiero hacia las empresas.
Sin embargo, no todas estas medidas están articuladas para atender de manera diferenciada a los diferentes segmentos de empresas y sus necesidades particulares. Los gobiernos de la región lo están haciendo bien con las rápidas respuestas a la contención de la pandemia, pero tienen que establecer desde ya las estrategias de salida, con instrumentos de recuperación de la actividad productiva, una vez que se logre “aplanar” la curva de contagio.
Se requerirán recursos financieros frescos, ya no para otorgar liquidez transitoria, sino para reactivar sectores productivos completos. En este sentido, los organismos multilaterales tendrán un papel importante: apoyo financiero y definición de las estrategias. Por ejemplo, CAF ha destinado ya una línea de 2.500 millones de dólares para mitigar los efectos adversos durante la crisis, así como apoyos específicos para la banca de desarrollo.
En medio de las inmensas dificultades, preservar la coordinación y la cooperación, tanto dentro dentro de los países como entre países, marcará la diferencia en la fase de recuperación.
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