Uno debe ser agradecido, prudente al recibir las expresiones de gratitud, y en fin, como dice el poeta Andrés Eloy en su Coloquio bajo la palma:
Agradezco la oportunidad que me brindaron Claudio Nazoa y Laureano Márquez de compartir con ellos en un programa vía Internet, par de genios del humor, intelectuales de admirable talla, en un esfuerzo conjunto por hacer un uso consciente y responsable de las RR. SS, precisamente cuando el mundo vive momentos de incertidumbre y desasosiego que significa estar amenazados por un virus de desconocido origen, pero de terribles consecuencias para los que lo padecen.
Fue así como, a pesar de la hora de angustia que vivimos, de repente se juntaron las orillas del mapa, desapareció el Atlántico y gracias a la tecnología, solo hubo cercanía entre nosotros.
El oxímoron que compone la frase “una proximidad de lejanía” de la que habla el poeta en “La Renuncia”, no fue otra cosa –creo yo- que la lejanía física, trasatlántica y continental; y la proximidad del afecto y el respeto entre las gentes de bien.
Acerca del amor y el virus, uno no los ve pero los siente, los disfruta en el caso del amor y en el caso del virus lo padecemos, incluso hasta morir. Al José Ángel Buesa se le ocurrió decir “que también se puede ser viudo de un gran amor”. Así será de importante este sentimiento que debe predominar, es nuestro deseo, por encima de los odios, las ansias de poder y la maldad en los humanos que es capaz de atentar contra sí mismo.
En el amor la coincidencia no es precisamente un asunto de husos ni de horarios. Quizá sí de huesos y de ganas.
Lo cierto es que tenemos que inventarnos nuestro propio estetoscopio, electrocardiógrafo, tensiómetro y cualquier otro aparato capaz de medir nuestros pulsos, latidos y temperaturas. Pero hay otros medios y capacidades, de suyo necesarios e importantísimos, que son la conciencia, el sentido común, la sensatez que haga surgir, en hora de tristeza y desolación, los sentimientos más puros y más nobles. La solidaridad, por ejemplo.
No puedes evitar el amor y aquí cito al poeta cuando dijo:
Y sabemos que el amor, como la muerte, cuando va a llegar nadie la espera. Pero al virus sí podemos enfrentarlo, incluso hasta lograr la cura o aliviar sus consecuencias. Toca a la ciencia precisamente cumplir su papel ante la pandemia que hoy nos amenaza, nos invade, nos lesiona, y como dije antes, nos recuerda lo inerme que estamos, lo frágil que somos.
¿Y cómo lo evitamos? Atendiendo las recomendaciones de las autoridades que saben de eso.
Sobre la pandemia mucho se ha dicho y escrito, y a uno le queda la sensación de no saber nada, solo la certeza de lo frágiles que somos, lo vulnerable que podemos llegar a ser ante una situación de esta naturaleza.
Por eso –digo yo- como el grande Aquiles Nazoa, debemos valorar las cosas más sencillas. Es decir, nunca deja de ser importante valorar las cosas, por mínimas o exiguas que parezcan. Aquiles, sí el mismo que nos dijo:
“El canario tiene un río pequeñito en la garganta”.
Leí hace poco un palíndromo “efímero ore mi fe”, y en eso ando, leyendo y orando. Nunca una oración y un libro están de más.
La situación la veo con preocupación, pero con esperanza. Y escribiendo, opinando, intentando interpretar –sin ánimos de pontificar- la triste realidad de los hechos.
Y en este encierro al que nos someten las circunstancias, en el fondo, superado el precipicio, más allá, en lo más profundo, en lo más hondo de lo más bajo, más allá… busquemos la esperanza en todas sus cajas, revolvamos, inventemos, desocupemos los refugios. Toca unir los vidrios rotos, procuremos no asquearnos.
Creí oportuno y necesario decirles a mis anfitriones, refiriéndome a Venezuela, nuestro país, que confío en que llegará el día del juicio, todos entrarán a la sala y la justicia terrena juzgará los crímenes de los malos. Quizá se oirán gritos y consignas, otros callarán sus penas y sus culpas, pero la justicia hará su trabajo. Algunos reos, tal vez, lloren o se burlen al escuchar la sentencia. Allí comenzará la reconstrucción.
Porque como bien dijo Laureano Márquez en España (2018): “Venezuela es un país extraordinariamente hermoso, hermoso en sus paisajes, pero también hermoso en su paisaje humano, que es lo que más me gusta. Es un país de gente noble, buena, inteligente, preparada, capaz, o sea, no estamos gobernados por ellos, pero están allí, existen”.
Lector que me honras, quiero que sepas a veces quedarse es ir muy lejos. Un país a la deriva nos pide rumbo y yo solo ofrezco el faro de la palabra de mi verbo civil. Nos duele el país, y aunque nos partan el corazón y se lleven las dos mitades, uno tengamos fe y esperanza de que uno solo será el latido de la nación unida.
¡Quédate en tu casa!… ya saldremos del virus y de la peste también.
Jesús Peñalver
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