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Lo que nos trajo la(s) cuarentena(s)

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Después de entrar en vigencia varias cuarentenas: la del coronavirus, la de la gasolina, la del agua, la de la electricidad, la de la comida y la del efectivo, tanto en moneda extranjera como en bolívares, nos dimos de frente con eventos que, dada la emergencia y los miedos que las acompañaron, no han sido digeridas.

Primero, hace ya más de una semana, hay una propuesta que aunque se ha hecho esfuerzos para mantenerla en primera línea, acontecimientos posteriores la han relegado a un segundo plano (o tercero). Se la hemos leído y escuchado a voceros ilocutoriamente autorizados de la oposición (Capriles y Luis Vicente León, solo para nombrar a dos de los más representativos) de hacer un llamado a un acuerdo gobierno-oposición, en medio de la emergencia sanitaria para combatir al mortal virus que amenaza al venezolano y por supuesto, qué duda cabe, salvarlo, como nos gusta, a todos nos gusta, eso de “salvar al pueblo”, tal llamado ha tenido poco efecto perlocutivo en los actores más significativos, de la oposición y del oficialismo, quienes han señalado lo interesante de la idea, lo bueno que sería, pero que ninguno cede a hacer los sacrificios de rigor para que tal propuesta se materialice.

Y, de verdad, yo soy pesimista. La causa principal de ese pesimismo son los antecedentes que se materializa en la irresponsabilidad del gobierno que se zafa sin pudor de los diferentes acuerdos contraídos.

Al gobierno le ha sido fácil sustraerse de los mismos, pues la debilidad del entramado institucional y de todas las mediaciones, que deliberadamente ellos han producido, deja cualquier acuerdo sin sustrato institucional que avale cualquier negociación o acuerdo donde ellos acudan, incluso como oferentes.

Claro, esta vez, la razón de esta especie de desesperado llamado de un acuerdo gobierno-oposición es, lo dice Luis Vicente León y también Capriles, “salvar al pueblo,”, pues solo esa salida garantizaría lo que las depauperadas condiciones del país podrían frenar una amenaza como el coronavirus.

Claro, no es lo único que se está planeando como salida a esta crisis que hoy se agrava por la presencia de semejante bicho por allí; está la gente de costumbre pidiendo una intervención militar (de militares venezolanos y de extranjeros), que frente al descalabro del país en todos los órdenes espera que la FANB (léase el artículo de Carlos Blanco en El Nacional del 15/03/2020) se erija nuevamente como garante del orden, aunque matiza un poco y les dice: solo mientras se restaura la democracia. Ambas propuestas coinciden, obviamente, en que “hay que salvar al pueblo” y siempre que alguien alude a esta última me produce urticaria, pues cada vez que se plantea la solución militar terminamos peor.

Parece difícil oponerse a un llamado semejante, cuando lo que se mueve es la demanda de una acción racional, que deponga intereses individuales y que está  motivada por, nada menos y nada más, que “salvar al pueblo”.

Ahora bien, más allá de la presencia de semejante amenaza de la naturaleza, estamos frente a un gobierno, que dígase lo que se diga, es un gobierno dictatorial, de exclusión de la oposición, de crítica a los partidos opositores, persecución al liderazgo opositor y además, es un gobierno transformado en paradigma de la mayor corrupción y productor de crisis registrada desde que somos nación.

Habría que agregar también que en medio de este desamparo todo cae bajo sospecha. El llamado a un acuerdo, cuando el oficialismo se ha encargado una y otra vez de dinamitar todas las garantías negociadoras, pudiera tener como resultado en las actuales circunstancias la oxigenación del gobierno.

Un acuerdo con un gobierno como el que rige en el país tiene que estar sustentado en las instituciones, tiene que ser un compromiso institucional que rebase a los simples acuerdos de naturaleza sustantiva, como ese de “salvar al pueblo”, pues tales convenios no son compromisos vinculantes y como no lo son, al hacerlo con un actor de la catadura moral de la dictadura madurista, este puede sustraerse de lo acordado tal como ha ocurrido hasta ahora.

Creo que es necesario un acuerdo político para salir no de la crisis provocada por el coronavirus, pues, en todo caso, que el virus haya llegado al país y se convierta en el espejo de nuestras vulnerabilidades, es responsabilidad absoluta de quienes han provocado entre otras dimensiones críticas a la del sector salud. El acuerdo político remitiría a la recuperación de la democracia y a la reinstitucionalización del país. En ese orden.

De no ocurrir un amplio acuerdo para recuperar el orden democrático, cualquier acuerdo, en la que la oposición se sumerja en la estrategia del régimen, tendrá el mismo destino de todo aquello que ya nos fastidia: “Las mesas de diálogo, los diálogos, la retórica chavista de la paz y el amor”. Lo que exige este momento es acuerdo institucionalmente avalado, firmado, refrendado y cuyo cumplimiento este bajo la supervisión y la veeduría intencional.

II

Las cuarentenas también nos han permitido ser testigo de un hecho muy particular: la evolución del virus en el país es diariamente reseñada por Jorge Rodríguez, el rey del disimulo (porque trata de ocultar aquello que no quiere mostrar, como hizo en el pasado cuando pasó por independiente para dirigir al CNE y resultó ser militante de uña en el rabo del chavismo) y la simulación (trata de mostrar algo distinto a lo que verdaderamente es). Ahora lo vemos de bata blanca, como si fuera epidemiólogo, dando una suerte de parte de guerra que la mayoría de los venezolanos espera de alguien con competencia en el área y no de un personaje al que el país le retiró la confianza, con el que todos tienen una interacción negativa y al que nadie le cree nada.

Y lo último que vino con las cuarentenas ha sido la decisión del Departamento de Justicia de Estados Unidos de no solo de señalar de narcotraficantes y terroristas al alto mando de la revolución sino de ofrecer una generosa recompensa para quien dé información que permita localizar y detener a los señalados, entre los que se encuentran, solo para nombrar a algunos: Nicolás Maduro, Diosdado Cabello y Tareck el Aisami, además del general retirado Cliver Alcalá Cordones y Hugo Carvajal, que creo que ahora tiene otro nombre, pero conserva el mismo apodo: “el Pollo”.

Mientras eso ocurre, los de siempre carecen de gasolina, alimentos, medicinas, mascarillas, efectivo, etc. Esperando. Y, como ya dije en una entrega anterior, a lo mejor, solo a lo mejor, el coronavirus, termina siendo el Cisne Negro de este momento y un día de estos, aun en cuarentena, despertemos en democracia.

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