En diciembre la desesperanza y el conformismo prevalecían, la sensación era de que no había nada que hacer y de que todo parecía perdido, que la dictadura iba para largo.
Enero ha supuesto un cambio sustancial, la desesperanza y el conformismo han dado paso a la voluntad de resistir y luchar, a la convicción creciente de que es posible derrotar al régimen.
Esa mudanza en el ánimo de la mayoría social, que adversa al régimen por considerarlo ajeno y contrario a los intereses naturales y compartidos de la sociedad, obedece a varios factores: al escalamiento de la crisis económica y a la evidencia de que el gobierno no hace lo debido para enfrentarla y resolverla, a la carencia de legitimidad para gobernar de quienes detentan el Poder Ejecutivo y sobre todo porque pareciera haberse recuperado la unidad de las fuerzas democráticas y emergido un centro de dirección política que aporta liderazgo, propone una política y una estrategia creíble para luchar y vencer.
Lo ocurrido en torno y a propósito de la jornada de hoy, 23 de enero, fecha memorable del gentilicio nacional, es una evidencia clara de la recuperación de la voluntad de resistencia y lucha de los venezolanos. El éxito creciente de los cabildos realizados a todo lo ancho y largo de la geografía nacional así lo confirman.
La jornada de hoy, que seguro estoy de su éxito, no es final de algo ni pareciera suponer la antesala de la victoria final sino el comienzo de un nuevo proceso de lucha –de duración indefinida– por volver al imperio de la Constitución vigente. Así es como debe ser asumido por el movimiento democrático.
La dirigencia de esta nueva etapa de lucha (Guaidó y sus compañeros de directiva de la Asamblea Nacional y demás dirigentes partidistas, sociales y ciudadanos) tiene una enorme responsabilidad en sus manos: lograr el objetivo de quebrarle la mano al régimen para que facilite una transición o negocie su salida o aceptar que su tiempo pasó y debe abandonar el poder. En ese empeño, es clave comprender que es la hora de la más amplia unidad nacional, que se enfrenta a un régimen dictatorial con vocación totalitaria y decidido a conservar el poder a toda costa (otra clase de dictadura ya hubiera, quizá, tirado la toalla), y que no se pueden cometer los errores de anteriores etapas de lucha.
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