Helder Cámara fue un sacerdote brasileño fallecido en 1999, humanista, pensador de avanzada del continente y defensor de los derechos humanos.
Mi maestro, el sacerdote Luis María Olaso, lo citaba con frecuencia. Nos insistía que la verdad tenemos que sentirla en lo más profundo de nuestro ser, tenemos que abrir nuestra conciencia y dejarnos escrutar por ella, si queremos ser hombres auténticos: los que dicen lo que piensan y hacen lo que dicen.
Pongámosle atención a este pensamiento tan claro sobre la verdad que nos dejó el padre Cámara: “No le tengas miedo a la verdad. Porque por dura que pueda parecerte, por hondo que te hiera, sigue siendo auténtica. Naciste para ella. Sal a su encuentro, dialoga con ella, ámala, que no hay mejor amiga, ni mejor hermana. Ella te libertará”.
Estoy persuadido de que la vocación política-republicana de servicio debe cimentarse en la verdad, lo contrario, la mentira, va en contravía del oficio más noble del mundo al tratarse de un apostolado enfocado en el bien común.
El régimen forajido que por 21 años asuela a los venezolanos se basa en la mentira y más mentiras, lo cual hemos comprobado durante el largo período de su hegemonía autoritaria. Así que nosotros, antes de la actual pandemia del coronavirus, veníamos siendo víctimas de la pandemia de la mentira por parte del narcorrégimen, causante de todos los males, del robo sin precedentes de las divisas provenientes del petróleo, de la tortura de quienes piensan diferente, de los que defienden las instituciones democráticas y promueven la división de poderes públicos: fundamentos de una república. Causantes de la quiebra de la moral ciudadana con los incentivos de su perversión central: la corrupción y profanadores del nombre del Libertador, que habrá de reparar y limpiar comenzando con el regreso al nombre de República de Venezuela.
La pandemia nos agarró con los hospitales y sistemas de salud en las peores condiciones. Los manejos disfuncionales del galáctico y su heredero destruyeron todo, para controlarlo todo, en función de su permanencia en el poder sin ideales superiores, sino en función del robo y la mentira. Ahondan cada día el malestar popular y juegan con fuego. Se aseguraron de contar con leales antes de eficientes, y le dieron el tiro de gracia a la meritocracia. Al ser incapaces de generar confianza ni credibilidad sino mayor incertidumbre, el régimen sigue conduciéndonos hacia el círculo vicioso de hambre, pobreza, muerte y división.
Arruinaron el campo y solo aporta 20% de lo que comemos. Sin alimentos y poder adquisitivo no hay salud. Sin gasolina ni diésel se pierden las cosechas. La falta de financiamiento redujo el área cultivable y con la expropiación de Agroisleña, la consecución de los insumos resulta caótica. A esto se suma la crítica situación sanitaria y de salud. No podemos perder la producción local. La crisis humanitaria intencional llevó a que se esté comiendo aquí menos que en Haití.
“Los malvados dijeron entre sí, discurriendo equivocadamente: Tendamos una trampa al justo, porque nos molesta y se opone a lo que hacemos, nos echa en cara nuestras violaciones de la ley, nos reprende la falta contra los principios. Así discurren los malvados, pero se engañan; su malicia los ciega. No conocen los ocultos designios de Dios, no esperan el premio de la virtud, ni creen en la recompensa de una vida intachable”.
En estos momentos de gran demanda emocional, debemos afirmar el sentido de realidad, así lograremos fortaleza para buscar el mejor esquema de supervivencia. El desafío es mantenernos capaces para asistir a la gran transición que se produce en Venezuela y el mundo.
¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!
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