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Persona de la tercera edad sobre el coronavirus en Venezuela: «Nos vamos a morir»

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La pandemia mundial de la enfermedad respiratoria conocida como coronavirus llegó a Venezuela el 13 de marzo. Ese día, el régimen de Nicolás Maduro anunció la suspensión de las actividades académicas. Los primeros casos de covid-19 reportados en el país fueron el de una mujer de 41 años de edad que viajó a España, Estados Unidos e Italia, y el un hombre de 52 años que estuvo de visita en España.

Dos semanas después, el país vive una cuarentena que ha ocasionado escasez y limitación del surtido de gasolina, así como colas para adquirir alimentos en los supermercados. Además se suspendieron actividades laborales y se restringió el servicio del Metro de Caracas y el ferrocarril de los Valles del Tuy. Esta medida exceptúa a quienes se desempeñan en cadenas de distribución de alimentos, servicios sanitarios y de salud, seguridad policial y militar, transporte público superficial, electricidad, gas y combustible, además de desechos sólidos y telecomunicaciones.

En relación con los sectores más vulnerables de la población, la Organización Mundial para la Salud indicó que el grupo más afectado por la enfermedad es el de los adultos mayores, específicamente a partir de los 60 años de edad.

El Nacional recopiló testimonios sobre cómo experimentan la cuarentena personas de la tercera edad.

Carlos Rondón, de 79 años de edad, reside en la parroquia El Valle, en Caracas. Vive solo y manifestó que se siente encerrado ante la medida de aislamiento.

«Me siento como si estuviera preso; pero qué más, no me queda otro remedio que acatar la cuarentena», dijo.

Hace un año no usa transporte público. Tiene problemas en la columna y su movilidad es limitada, por lo que no se expone a los riesgos de contagio.

Indicó que sus dos hijos le compran la comida y se la entregan aproximadamente cada 15 días. «Mi hija vive en Ciudad Tiuna, y el varón hacia Parque Caiza. A él se le dificulta más traerme los productos».

La OMS insiste en que esas personas utilicen métodos de prevención como tapaboca, antibacterial y guantes.

Rondón dijo que lo ideal es curarse, pero no está muy seguro de que el sistema de salud público en Venezuela pueda sanarlo si se infecta.

«Eso es lo que uno desea, aunque nuestro sistema no es muy bueno. A uno no le queda de otra que acudir a ellos porque las clínicas privadas son muy costosas», expresa Rondón.

Janett Di Sisto, ama de casa de 55 años de edad, aseguró que el servicio a cargo del régimen, no sería capaz de curarla. «Venezuela no puede dar respuesta a las necesidades de salud de los venezolanos, carece de servicios como el agua y la electricidad», dice.

Di Sisto cumple la cuarentena junto con su padre de 82 años de edad, su esposo de 74 años, y su madre de 75 años. Indicó que tienen suficiente comida para mantenerse hasta dos meses.

Contó que no se han visto en la necesidad de utilizar transporte público, y reiteró la importancia de evitar hacerlo para no contraer el coronavirus.

Betty Pabón, de 66 años de edad, criticó que son muchos los adultos de 60 años en adelante que viven solos, y que no tienen ayuda monetaria o con sus tareas diarias. «Hay mucho egoísmo y nadie ayuda al otro, uno tiene que salir a la calle a buscar sus cosas con la miseria de la pensión», señala.

Dijo que el Estado solo le provee de un bono por discapacidad y hogar de la patria, equivalentes a 100.000 y 50.000 bolívares, respectivamente.

Contó que debe tomar pastillas para la ansiedad, además de otros medicamentos que provienen de donaciones de la iglesia católica, y de una sobrina que viaja a Colombia, que cuando puede también le da dinero.

«El gobierno tiene la obligación de protegerme porque yo nací aquí, he sido buena ciudadana y nunca le he pedido al Estado por mi herencia por haber nacido aquí. Duermo en el piso sobre cartones, los de la tercera edad no pueden vivir en este país», expresó.

Pabón sufre  insuficiencia cardíaca, artritis, osteoporosis y desgaste en las rodillas.

A pesar de pertenecer al grupo en mayor riesgo, ha tenido que salir sin protección contra  la pandemia a buscar atención médica en el hospital José Gregorio Hernández. Señaló que la persona que la atendió la trató con desprecio: «En vez de preocuparse me dijo que yo no tenía que estar ahí».

Ella cree que en el país hay más casos de covid-19 de la enfermedad que los anunciados por el régimen. «Eso está desde el año pasado, hacen las cosas a lo loco y aquí no hay comida, no hay nada y nos vamos a morir», expresó la sexagenaria.

Nina Romero, de 86 años de edad, reside en Cúa, Valles del Tuy y fue enfermera del hospital general en los Magallanes de Catia.

Comentó que la atención que pueda brindar el sector salud depende de lo que sea posible en el país. «Todo cabe dentro de lo posible, solo hay que tener fe. Si existen los medicamentos para curar la enfermedad, puede suceder», indicó.

Romero vive sola y no recibe ayuda económica de sus familiares. Depende de la pensión y de los bonos que el régimen le da a quienes tienen el carnet de la patria.

Manifestó  que la comida de su hogar durará «lo que deba durar» porque es incierta la prolongación del aislamiento nacional. Destacó la importancia de protegerse y no salir a la calle.

Hasta este viernes, la cantidad de infectados por covid-19 en Venezuela aumentó a 113 casos. También se registraron las dos primeras muertes por la enfermedad, de acuerdo con los anuncios del régimen.

El primer deceso ocurrió este jueves, según Delcy Rodríguez, vicepresidenta de Maduro, obedece a un hombre de 47 años de edad en el estado Aragua con una enfermedad crónica en los pulmones.

Horas después, Maduro dijo que el fallecido contrajo el virus por un familiar que viajó a Panamá. Destacó que el paciente fue a una clínica en ese estado por presentar los síntomas del coronavirus, pero los médicos le dieron tratamiento por bronquitis.

El segundo fallecimiento, de acuerdo con Jorge Rodríguez, ministro de Comunicación del régimen, se trata de una mujer de 78 años que tenía enfermedades subyacentes y estuvo bajo supervisión médica durante cuatro días. Murió por una infección respiratoria.

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