Supremacista es creer que por tener determinadas características o cualidades eres superior a otras personas, o que tu grupo similar a tus características es superior a otros grupos de características diferentes. Es en general desprecio y odio al diferente, eso puede ser extensivo a cuestiones de raza, género, nivel económico, cultura, religión, tendencia sexual e ideología.
El más típico es el supremacismo blanco, siendo el desprecio de algunos blancos por las personas de otras razas por considerarlas inferiores, es lo que se conoce por racismo. Sin duda, el racismo es más frecuente, pero si existiese otra persona o grupo de personas que despreciaran al resto o a otra raza, eso también sería racista y también sería supremacismo.
Si un hombre o un grupo de hombres desprecia o se creen superiores a las mujeres serían, aparte de machistas, supremacistas de género, pero si fuera una mujer o grupos de mujeres, caso ahora poco frecuente despreciaran u odiarán o consideraran inferiores a los hombres serían igualmente supremacistas de género. Igual pasa con el desprecio por el dinero o posición económica, por cultura o nivel educativo, por religión o tendencia sexual. Por las mismas, el que se cree que él o su grupo tiene unos valores morales superiores al resto, son supremacistas ideológicos, da igual que sean de izquierdas o de derechas. El supremacismo, racismo, clasismo, machismo y todos los desprecios y odios originados por una supuesta superioridad empiezan por ahí, siguen con la persecución, la tortura, asesinatos y hasta el exterminio.
La competencia de las ideologías es más que positiva. Defiendo que en la sociedad de los 7700 millones de habitantes además de todos los que nos precedieron, son los que, en interacción permanente en el mercado de las ideas, son los que al final llega a través del tiempo a conclusiones o síntesis y consensos. En definitiva, son los que acaban diciendo: hombre y mujer son iguales en todo, en derechos y obligaciones, y por lo tanto, no puede ser sujeto de ningún tipo de preferencia o discriminación y deben obtener igual acceso a todos los centros de poder en igualdad de condiciones y con la justa y adecuada proporcionalidad.
Como ya he manifestado en un capítulo anterior, en el siglo XX hubo dictaduras de izquierda, con ideología comunista y de derechas, con fuerte peso de fuerzas nacionalistas. En ese tiempo también, el minoritario espectro de la democracia estaba dividida entre el centro derecha, donde caben conservadores, demócratas, populares y liberales, y el centro izquierda, liderada por socialdemócratas, demócratas de izquierda más radical como los seudocomunistas y otros más radicales de derechas, fundamentalmente nacionalistas como el frente nacional de Jean Marie le Pen, ahora liderado por su hija Marine le Pen.
En la primera mitad del siglo XX en Alemania surgió Adolf Hitler. Intentó un golpe de estado en 1923 que resultó fallido y fue encarcelado nueve meses. Reconstruyó el Partido Nacional Socialista quitándose del medio a los anteriores dirigentes. Junto a otros dirigentes como Goering, Goebbels y Himmler ganó las elecciones y como consecuencia de ello Hindenburg, Jefe de Estado alemán, le nombró Jefe de Gobierno. El Partido Nacionalista Obrero alemán consiguió el 47.2% de los votos y 298 escaños que representaban el 43.91% del VIII Reichstag. Una vez siendo jefe de gobierno, suprimió el régimen constitucional, instauró el partido único con él como máximo dirigente y aprovechando la muerte de Paul von Beneckendorff und von Hindenburg, presidente de Alemania, se proclamó Furher de Alemania, de un régimen totalitario y nacionalista adicionalmente fundamentado en el nacionalismo y el racismo.
Hitler es el más evidente e importante caso de supremacista ideológico y de raza, fue el ideólogo, impulsor y responsable del asesinato de aproximadamente 11 millones de personas entre judíos, gitanos y otras etnias por diferencias sociales, ideológicas y religiosas. Solo por el hecho, bajo el criterio de Hitler y su movimiento denominado nazi, de ser diferentes e inferiores. Esta matanza es conocida en la historia como el holocausto, los hebreos lo denominan Shoá, que significa la catástrofe y los nazis como solución final.
Adolfo Hitler y los nazis fueron responsables de la muerte según cálculos de más de 60 millones de personas, con los más pesimistas los cálculos en torno a 100 millones y los menos posibles pesimistas en torno a 40 millones. Eso sin tener en cuenta la debacle, la destrucción y sufrimiento en gran parte del mundo, cientos de millones de personas afectadas, ciudades devastadas y economías destruidas. Un monstruo que generó en palabras de Churchill “sangre, sudor y lágrimas” aunque él se refería a lo que solo podía prometer a los ingleses para luchar en la Segunda Guerra Mundial en defensa de su país, de Europa, del mundo y de todos los ciudadanos del mundo. Pero eso mismo generó durante seis años y un día, desde el 1 de septiembre de 1939 al 2 de septiembre de 1945 que finalizó la guerra con la victoria de los aliados y la rendición de los nazis, el dolor y el sufrimiento que continuó durante muchos años, así como la huella de su destrucción.
Afortunadamente los nazis perdieron la guerra, si la hubieran ganado, eso pasó con otro monstruo tan letal como fue Lenin, como parte de una estructura en la que también formaba parte Trotsky, Stalin y otros. El régimen imperial fue sustituido en la revolución rusa de febrero de 1917 por la República Socialista Federativa Soviética de Rusia. El zar Nicolás II abdicó y en la revolución de octubre de 1917 el Partido Bolchevique liderado por Lenin derrocó al gobierno provisional e instauraron un nuevo régimen basado en la abolición de la propiedad privada, la eliminación de la democracia, la conformación de una férrea dictadura comunista que duró hasta 1991, año de la disolución de la Unión Soviética.
Aprovechando las disidencias internas de bolcheviques y antibolcheviques y el apoyo de las grandes potencias a estos últimos, a los que vencieron los bolcheviques, crearon con la incorporación de varios países y territorios la conformación en 1922 de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas. En el mismo sentido aprovecharon la Primera Guerra Mundial y después la derrota de los alemanes para la incorporación al régimen comunista de los países del este de Europa, todos bajo un dominio y control de la URSS.
La práctica y la ideología comunista se extendió a varios países que ocuparon una gran parte del territorio mundial y subyugaron a millones de habitantes en Europa, Asia, África y América, en El libro negro del comunismo publicado por Harvard University Press en Francia, realizado por un grupo de profesores investigadores del Centro Nacional para la Investigación Científica, calculan que las muertes ocurridas por la ideología comunista fueron más de 120.000.000. La distribución de estas muertes las ubica de la siguiente manera: 82 millones en China; 21 millones en la URSS; 4,6 millones en Corea del Norte; 3,8 millones en Vietnam; 2,4 millones en Camboya; 1,5 millones en Afganistán; 1,2 millones en Yugoslavia; 0,8 millones en Alemania; 0,7 millones en Etiopía; 0,4 millones en Rumanía; 0,26 millones en Checoslovaquia; 0,23 millones en Polonia; 0,21 millones en Hungría; 0,12 millones en Angola y otros países.
Eliminaron la democracia, mataron a millones de ciudadanos, reprimieron, torturaron, encarcelaron y enviaron a campos de concentración y reeducación a decenas de millones de personas, eliminaron la propiedad de los medios de producción, expropiaron empresas, casas, incumplieron prácticamente la totalidad de los principios contenidos en la Declaración de los Derechos Humanos e hicieron infelices a una gran parte de la Humanidad.
Tanto los nazis como los regímenes comunistas fueron máquinas de destrozar personas, ideas, proyectos, vidas, ilusiones a demasiada gente durante demasiado tiempo, todavía hay regímenes comunistas vigentes. Además, en el siglo XX nos acompañaron otros monstruos en línea paralela a los mencionados como Mussolini en Italia, Franco en España, Gadafi en Libia, Pinochet en Chile como otros muchos dirigentes, dictadores árabes y africanos.
Todos utilizaron como soporte y justificación de su crueldad, abuso del poder, represión social y política, ambición económica y persecución de personas e ideas, una supuesta superioridad ideológica o superioridad de valores o moral.
Como ya comenté en otra ocasión lo mismo que ocurrió hace más de 500 años con la Inquisición de la Iglesia Católica que llegó a quemar vivas a personas por considerarlas herejes, lo que significa discrepantes de la ideología superior.
He hablado de las aberraciones, calamidades y destrozos de la humanidad que se han hecho en nombre de la ideología para que sepamos lo peligroso que es y a lo que llevan las personas o movimientos que se creen superiores ideológicamente, hasta el extremo de coaccionarnos, reprimirnos, perseguirnos, encarcelarnos, torturarnos y matarnos para imponer sus pensamientos ideológicos.
Todo empieza cuando alguien dice y tiene una idea que es superior a la de los demás de tal manera que no importa lo que piensen los demás, da igual siquiera que los discrepantes sean mayoría, ellos son los portadores de la razón y la verdad, ellos se creen superiores. Es la misma necedad de los que se creen que los blancos son superiores a los negros, o los hombres a las mujeres y demás supremacistas de distintos tipos y características. En muchas ocasiones, por no decir casi siempre, el supremacismo se inicia en lo ideológico y a partir de ahí, se extiende a otras proyecciones.
Hitler y Lenin lo primero que hicieron fue elaborar o sustentar una ideología filosófica política para luego imponerla por la represión y la fuerza. Como producto y derivada de un determinado pensamiento filosófico político y un supremacismo ideológico también se consideraron superiores en otras cuestiones. Los nazis se consideraban de una raza superior, la aria, y por lo tanto trataron de exterminar a las otras razas y en su caso los que siendo distintos convivían con ellos como fueron los judíos y los gitanos. Ambos persiguieron a los homosexuales y a los intelectuales, filósofos, artistas y personas creativas partidarias del libre pensamiento. Odiaron la libertad de la democracia.
Todos los dictadores en el siglo XX cultivaron en exceso el culto a la personalidad, eran ególatras y ambiciosos en grado máximo y aunque sus ciudadanos pasaran miseria, sufrimiento y necesidad, ellos vivían en la abundancia y opulencia con todo tipo de lujos, casas, palacios y caprichos para ellos y sus familias.
Lo triste de estas descripciones sobre lo que ocurrió, como ocurrió y como se comportaban los dictadores y los supremacistas ideológicos es que son tan claras y certeras que nadie puede negarlo, ya ni siquiera nadie puede justificarlo. Lo bueno y más con la revolución de la comunicación, que todo se sabe y el vivir en tiempo real cero es que cada vez es más difícil que estas situaciones se repitan. Aún quedan demasiados resquicios tambaleantes y debilitados de regímenes dictatoriales y opresores, quedan hipotéticos estados comunistas que, aunque han abandonado el ideario y la filosofía comunista siguen auto llamándose así y su funcionamiento básicamente es de estados capitalistas con aceptación de la economía de mercado, pero con prácticas más agresivamente explotadoras. Como hablando sobre China en un artículo anterior dije que actúan con formas de capitalismo salvaje, bajos impuestos al empresariado y a las rentas altas, prohibición de sindicatos de trabajadores, sin normas de seguridad e higiene en el trabajo, condiciones laborales decimonónicas y sin normas medioambientales. Un despropósito y una incongruencia total.
Es de esperar que estos países en los próximos años evolucionen hacia una cierta democracia. Están también los países que nunca fueron estados comunistas como tal, sino que los podemos denominar más bien como seudocomunistas viven en una economía capitalista, controlada en favor y beneficio de los dirigentes y los sectores que los sostienen y apoyan. Ahí están países como la Venezuela de Chávez y Maduro, la Nicaragua de Ortega, la Bolivia de Morales, la Argentina de los Kirchner o el Ecuador de Correa.
Hablan de una ideología que no practican, se lucran económicamente, viven en seudodemocracias represoras, hostigan a los opositores y al final después de vender todas las materias primas presentes y futuras acaban destrozando la economía de sus países. No todos son iguales, ni hacen el mismo daño, pero tienen el mismo patrón.
Ellos, igual que Hitler, inicialmente llegaron al poder mediante elecciones democráticas. Y una vez en el poder cambiaron las reglas de juego y entre ellos suelen trucar y estafar las siguientes elecciones. En todos los casos para justificar las trampas, los desmanes económicos, el saqueo del Estado y su permanencia a toda costa en el poder, eliminando cualquier oposición y crítica se amparan en la superioridad de una ideología en favor del pueblo que reprimen y destruyen.
Es bueno, sano y necesario que se generen ideas sobre todos y cada uno de los casos que individualmente y colectivamente tenemos que tomar decisiones, igualmente lo es que una vez que nos gusta una idea la defendamos y apoyemos a través de todos los sistemas posibles, medios de comunicación, redes sociales, discusiones públicas y privadas, a través de asociaciones sociales, políticas, partidos políticos, estructuras de poder y cualquier otro vehículo que conforma el mercado de las ideas.
Poco a poco, a través del funcionamiento de la mano invisible se realizarán los consensos que se irán cambiando, adaptando y matizando en el camino de la mejor opción posible, siempre que se utilicen estructuras de poder democráticas.La madurez de las ideas puede durar mucho tiempo, aunque ahora, como hemos comentado, la velocidad de la revolución de la comunicación a través del tiempo real cero que provoca una disminución drástica de ese tiempo. En todo caso es necesario que se creen teorías por lo que cada vez es más importante la generación de ideas con el aliciente de que ahora todos somos constructores de ideas.
Es importante luchar por las ideas, consensuarlas y una vez de que la mano invisible las hace suyas, llevarlas a leyes y en general a las estructuras del poder para que las materialicen. Sería recomendable que en general para los grandes temas no se debería implementar mientras que la mayoría social que esté de acuerdo sea insuficiente y las sociedades objeto de las mismas estén divididas. Toda dictadura está inhabilitada moralmente para imponer nada ya que su propia estructura de poder es además de perversa contraria al sentir del pueblo. Tampoco las estructuras autoritarias deben tener parte en el juego del mercado de las ideas ya que los distorsionan con trucos y trampas.
No podemos ser ilusos, el mercado de las ideas está contaminado por los sistemas dictatoriales, sus seguidores y sus instrumentos de comunicación también de los autoritarios y de los supremacistas de todo tipo y entre ellos los supremacistas ideológicos. Después del siglo de las luces, en el siglo de la revolución de la comunicación es inadmisible dejarnos llevar por supuestos salvadores de la patria, populistas tramposos y mentirosos y supremacistas ideológicos que pretenden imponer su forma de pensar con argumentos falaces como el de una supuesta superioridad moral.
En los sistemas democráticos basados en el principio de una persona un voto no se puede permitir competir a los que pretenden hacerlo dopados, favorecidos, privilegiados o aventajados. Todos por igual y sin trampas a debatir y a consensuar en el mercado global de las ideas. En un escalón menos grave que los que se consideran poseedores de la superioridad moral están los que continuamente buscan trucos para otorgarse el mérito, o los hacedores de una idea y a partir de ahí, dar credenciales o determinados certificados de calidad social y democrática.
En España, el 14 de julio de 2019, la vicepresidenta del gobierno dijo: «El feminismo es de todas, no bonita, nos lo hemos currado en la genealogía del pensamiento progresista, del pensamiento socialista». Esta declaración habla por sí misma, es a mi entender una aberración intelectual, pero es una declaración que demuestra mucha intolerancia, sectarismo, poco talante democrático y mucha soberbia.
Esto es, independiente de la persona, el grupo, una ideología, una sensibilidad política o un partido político determinado, tiene el derecho a reivindicar las iniciativas que han salido gracias a su apoyo y colaboración sin que para eso pretenda empoderarse de las mismas.
En definitiva, es la mano invisible la que decide, pero por lo mismo que se le debe reconocer a Montesquieu la teoría y la necesidad de la separación de los tres poderes ejecutivo, legislativo y judicial, esa idea es de todos y para todos, y, ni el mismo Montesquieu si viviera podría apropiarse de un concepto que ya es patrimonio de la humanidad. En este mismo sentido es totalmente impresentable que en Madrid, España, el 8 de marzo de 2020, los supuestos dirigentes del feminismo español echaron de la manifestación abierta a los políticos de Ciudadanos, increparon y expulsaron de la manifestación a Inés Arrimadas, que, por otra parte, ha demostrado ser una potente feminista y líder de un partido político liberal. De hecho, en España es la única mujer líder de uno de los cinco partidos más importantes del país.
Disculpadme si en muchas ocasiones, para sustentar mi análisis, utilizo ejemplos de España. Es porque es el país en el que he vivido más tiempo y el que mejor conozco, sobre todo en sus temas sociológicos y políticos. Las menciones concretas tanto de España como de otros países son ejemplos que tienen aplicación en muchas partes del mundo. Cuando publiqué el artículo de “Enemigos del pueblo, la libertad y la democracia” y hablaba genéricamente de la corrupción, distintos amigos de países de América Latina me llamaron o me escribieron para decirme que se notaba que hablaba de su país, ellos entendían que casi todo se ajustaba a cómo funcionaba la corrupción en sus países. Eso además certifica que en todos los sitios utilizan la misma tecnología, los mismos mecanismos de corrupción.
En general, todo de lo que hablamos es aplicable a la mayor parte del mundo y eso es porque con la globalización cada vez más todos los ciudadanos nos parecemos en muchas cosas. La intolerancia y la soberbia son enemigos del pueblo, la libertad y la democracia. Como hemos mencionado, durante el siglo XX el mundo ideológicamente se dividió en lo que hasta ahora se han clasificado como izquierda y derecha. La derecha fue una fuerte defensora del capitalismo y la economía de mercado y la izquierda más a favor de la economía planificada, de la intervención en la economía con miedo a la economía de mercado y sobre todo al capitalismo.
A día de hoy ha triunfado totalmente la economía de mercado, abrazada incluso por los antiguos comunistas y los movimientos radicales de izquierda a excepción de algunos nostálgicos. La llamada izquierda en cambio ha sido en general valedora de una cultura más avanzada, de la libertad sexual, el acceso al aborto, la liberación de la mujer, ha luchado con mayor fuerza y reivindicación por la igualdad del hombre y la mujer y posiblemente en la defensa del medio ambiente.
La derecha ha sido más reivindicativa y luchadora de la libertad, la izquierda ha sido y todavía lo es en parte consentidora protectora de regímenes autoritarios y represores, en concreto de países comunistas o seudocomunistas donde entre otros casos contradice lo que ellos defienden y abanderan en otros países como la libertad sexual, por supuesto, el derecho la propiedad privada, la libertad de prensa, en general casi todos los derechos humanos. Hay que reconocer que la izquierda moderna se ha entregado a la economía de mercado, igualmente la derecha moderna, ha aceptado los planteamientos que antes lideraba más la izquierda, como la cultura, la libertad sexual, la igualdad, la defensa del medio ambiente, el aborto o la liberación de la mujer. Ni ahora ni en los próximos años se solucionarán todos los consensos para mejorar la vida de los 7.700 millones de habitantes o de los que sean en el futuro, continuamente habrá nuevas teorías y nuevos debates dentro del mercado de las ideas. Entre otras cosas porque todavía hay muchas dictaduras en el mundo, demasiado autoritarismo, democracias con muchas debilidades, intolerancia, corrupción e intereses perversos. Hay demasiadas trampas y tramposos.
Actualmente hay una derivada muy peligrosa hacia el populismo que no es más que un truco de potenciar a los líderes máximos con continuas apelaciones al pueblo y utilizando oportunamente para dejar sin capacidad las estructuras de poder intermedias y la generación de hiperliderazgos, las emociones primarias y con la acaparación de los medios de comunicación y el uso abusivo de los mismos, pero de esto hablaremos en otro artículo.
En un momento en que la izquierda asume los antiguos postulados de la derecha y la derecha los de la izquierda y que las diferencias ideológicas han quedado totalmente difuminadas en matices, reina la transversalidad en el centro con más posibilidades la democracia liberal, abrazada por el centro izquierda socialdemócrata, la derecha liberal más centrada en los liberales en general. En todo caso los matices se mantienen, hay derechas que mezcladas o influidas por sectores religiosos conservadores no aceptaron determinadas demandas sociales mayoritarias, es el caso de los partidos considerados de extrema derecha que en algunos países están obteniendo excelentes resultados electorales, también por la izquierda aparecen con más fuerza partidos antisistema, que no creen demasiado en la economía de mercado.
La izquierda siempre ha tenido una mayor sensibilidad social que en democracias más asentadas han sido aceptadas por la derecha. De forma consensuada, la izquierda moderada, el centro y centro derecha han impulsado conjuntamente el estado del bienestar, muy asentado en Europa y en general en los países de la OCDE.
En la práctica, en el mundo de la libertad y el respeto a la misma avanza, la economía de mercado está plenamente asentada en el comercio internacional y en prácticamente en todos los países y el estado de bienestar, día a día va avanzando, aunque no a la velocidad deseable y con muchas dificultades y problemas en los países menos desarrollados económicamente. Desde la ambición y el sectarismo político ayudan a radicalizar el discurso político con el único fin de ganar votos y elecciones. Después de la crisis económica los ciudadanos están molestos y enfadados, la sociedad reacciona mal ante la pérdida económica y los vuelve más radicales, menos racionales y más pasionales. Eso dio vía y apoyo en los años 30 a Hitler por la recesión económica consecuencia de la derrota alemana en la Primera Guerra Mundial y del crack de 1929.
Después de la crisis financiera global de 2008, en Europa aparecieron los movimientos de ciudadanos indignados y se fortalecieron las izquierdas y derechas radicales y los movimientos nacionalistas y populistas. Un cierto desorden político donde los partidos menos honestos y más ambiciosos quieren pescar en aguas revueltas. La Internacional Socialista lo está pasando mal en gran parte del mundo y ha perdido fuerza y poder en casi todo el mundo lo que está provocando que una parte de ella busque su recomposición en la radicalización, la huida del centro político y el acercamiento a la izquierda más radical incluso la comunista, la seudocomunista y la dictatorial.
Hay un consenso de la sociedad a través del pensamiento mundial de sus ciudadanos, de que el elemento estructural y más importante de la sociedad y de la política es la libertad, por lo que no es aceptable el acercamiento, el apoyo y la convivencia con políticos y grupos políticos que no respetan la ley, la democracia y los derechos humanos. No debe valer el doble juego, ni la mentira, ni la utilización oportunista de las emociones.
Felipe González presidente socialista del gobierno español de 1982 a 1996, en octubre de 2019 dijo “en Caracas ha habido más muertos que en Damasco (Siria) en los últimos años. Venezuela es una verdadera tiranía, una narcotiranía”. No le falta razón, y por eso, llama la atención la connivencia de parte del PSOE, y en parte del actual presidente de España, Pedro Sánchez, con el chavismo y en mayor medida la acción del ex presidente José Luis Rodríguez Zapatero con el descarado y reiterativo apoyo al chavismo y a su actual presidente Nicolás Maduro.
Esta actitud de Zapatero demuestra como algunos políticos juegan para lo que quieren, con la camiseta demócrata, pero para otros casos juegan, en palabras de Felipe González, con la camiseta de tirano o de narcotirano. El colmo es que encima, Zapatero pretende tener superioridad moral ideológica que además de ser una aberración por sí mismo, es una vileza mediante la cual pretende dar continuidad a uno de los sufrimientos más grandes de un pueblo que padece opresión, hambre, injusticia, represión, diáspora, tortura, inseguridad y muertes.
Cuando el mundo tiene claro que el bien más preciado es la libertad y los Derechos Humanos, entre ellos la igualdad y la fraternidad, no es que no se pueda ser supremacista ideológico, es que ni siquiera se debe intentar dar lecciones a nadie cuando se actúa contradictoriamente apoyando a dictadores y tiranos que dañan el mundo y a sus ciudadanos, tampoco pueden hacerlo estructuras políticas que tengan a personas y líderes que lo hagan.
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