Las cuarentenas muchas veces resultan provechosas, aunque usted tiene todo el derecho de dudarlo.
Los aislamientos que estamos obligados a guardar, en nuestras casas, no es algo que la humanidad no haya vivido antes.
Depende de cada quien, si obtiene el mejor resultado, por el tiempo que va a estar en su residencia, respetando las instrucciones de las autoridades sanitarias.
Si usted nunca ha sido apasionado a sacarle u obtener utilidad del denominado «ocio productivo», tal vez estos días le generen un cierto impacto psíquico de: hastío, tedio, pánico e incluso sienten que esta calamidad, irremediablemente, acabará con su vida. Por eso la considera única en la historia y maldicen su circunstancia.
Sin embargo, como ha quedado dicho: “Las crisis son también oportunidades»; quizá las mejores. Porque las mentes prodigiosas alcanzan sorprendentes creaciones en medio de turbulencias, en el centro de las adversidades.
Permítame un solo ejemplo: William Shakespeare, durante la serie de plagas o pestes que asolaron Londres a finales del siglo XVI y principios del siglo XVII; se sabe que todo espacio público, entonces, quedó clausurado, como ocurre ahora con la pandemia del coronavirus.
La peste bubónica fue sumamente letal y acabó con la tercera parte de la población londinense; además de que tuvo similares efectos en la Europa continental.
En tales cuarentenas, Shakespeare completó dos obras maestras que, quinientos años después, siguen montándose en escenas en todo el mundo: El rey Lear y Macbeth, narrativas icónicas en la historia de la literatura universal.
1606 fue el annus mirabilis (año maravilloso o milagroso) para Shakespeare. Le sacó provecho a las cuarentenas.
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