Los cerezos están en flor y pese a las advertencias contra el coronavirus, los japoneses acuden masivamente a admirar el deslumbrante espectáculo de flores blanco y rosa, y algunos se entregan al tradicional picnic, firmemente desaconsejado este año por las autoridades.
La semana pasada, la agencia de meteorología japonesa (JMA), que vigila de cerca la eclosión de las pequeñas yemas, declaró la apertura de la floración en Tokio. Nunca había sido tan temprana esta señal desde que las estadísticas florales se instauraron en 1953.
Las ramas desnudas de los árboles en los parques, jardines de los templos, escuelas y avenidas, súbitamente exhibieron una explosión de brotes, dando inicio al hanami, la costumbre japonesa de contemplar la belleza de las flores de los cerezos.
Decenas de miles de paseantes, muchos de ellos con mascarillas, como suele ocurrir siempre en la primavera en Japón debido a las alergias al polen, se congregaron en parques y jardines, para fotografiarse ante los árboles, o buscando artísticos primeros planos de las flores.
“Hay más gente de lo que pensaba”, comenta Etsuo Fujisawa, técnico dentista de 57 años de edad, en el parque central de Ueno en Tokio. “Vengo aquí cada año. No puedo dejar de hacerlo”, explica.
Unos 800 cerezos florecieron en este parque, habitual lugar que congrega a los habitantes de la capital para las comidas campestres primaverales, generosamente acompañados por bebidas alcohólicas, que reúnen a familias, amigos o colegas de oficina.
Los dos lados de la avenida principal mostraban una pancarta en la que se podía leer: “Zonas sin picnic”.
“Festejar al menos una vez”
En el sector de Ichigaya, en una larga avenida peatonal rodeada de árboles que dominan un canal, una pancarta invita cortésmente a “abstenerse de regalarse alimentos y bebidas” bajo los cerezos en flor.
La pequeña pancarta exhorta a los demás a “no olvidar de llevar mascarillas al hablar y caminar”.
Sin embargo, no lejos de allí, varias muchachas, ninguna de ellas con mascarilla, estaban reunidas en torno a una alegre merienda bajo los cerezos.
En Ueno, altavoces divulgan mensajes advirtiendo contra las aglomeraciones, y en efecto ya no se ven esos enormes picnics de empresa tan habituales durante esta temporada.
En cambio sí había pequeños grupos, o parejas sentadas muy cerca unos de otros.
Yuichiro Tanaka, mayorista en verduras, celebraba un picnic con sus amigos pese a las recomendaciones. “Se nos dice que nos abstengamos, pero yo quiero festejar al menos una vez”, dice, y califica el hanami de “verdadera alegría de la primavera”.
“Generalmente, en la primavera, venimos cada fin de semana, pero este año lo haremos solo una vez, hoy, y eso será todo”, dice Tanaka.
Fragilidad de la vida
La floración de los cerezos simboliza en la cultura japonesa la fragilidad de la vida, el carácter efímero de la existencia. En efecto, las flores se abren plenamente solo durante una semana, antes de que sus pétalos se dispersen mientras las hojas de un verde claro invaden las ramas de los árboles.
También supone un ingreso económico considerable para los comercios y restaurantes, que ofrecen comidas y productos sobre el tema del color de las delicadas florecillas.
Turistas planifican sus vacaciones en función del momento de eclosión de las flores.
Pero el coronavirus lo trastocó todo en Japón, con más de 1.000 casos de infección registrados y 41 muertos. Escuelas cerraron y grandes empresas pidieron a sus empleados que trabajen desde sus casas.
Los investigadores de la universidad de Kansai (oeste de Japón) prevén este año una caída de 40% del volumen de negocios relacionados con las festividades de hanami en todo el archipiélago.
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