Hace poco más de una semana Elizabeth Márquez confirmó a El Nacional que había logrado dar con el paradero de su esposo, Hugo Marino. Se sospechaba que el empresario estaba detenido en la sede de la Dirección General de Contrainteligencia Militar, en Caracas.
Pero el dramático giro en el caso de Marino, quien desapareció el 20 de abril de 2019, dejó a su esposa, madre e hijos como en un principio: no saben si se encuentra con vida, dónde puede estar recluido o en qué condiciones está.
«No era él», dijo Márquez a este medio en una conversación reciente, luego de que los familiares no pudieron finalmente confirmar la información que les había llegado por parte de los abogados.
En medio de la incertidumbre y la desazón continúan exigiéndoles a las autoridades venezolanas una fe de vida de Marino. A pesar de que públicamente lo han hecho, no han tenido respuestas.
«No hemos podido hablar con él, nadie de mi familia que está en Venezuela ha podido verlo y entonces para nosotros sigue estando desaparecido. Esto me sirvió de experiencia; voy a confirmar todo. Hasta que no hable con él y sepa que realmente es él, no publicaré una noticia de este tipo«, expresó la esposa de Marino.
#DONDEESTAHUGOMARINO
Será que en algún momento el gobierno Italiano pueda exigir al régimen Fe de vida de Hugo Marino ciudadano Italiano o es que a ellos le preocupa más el régimen que sus ciudadanos.necesito me respondan y asuman su responsabilidad pic.twitter.com/bnLXsAlQlB— Beatriz (@bsmarinos) March 23, 2020
Antes de desaparecer
Hugo Marino es un ciudadano italo-venezolano propietario de Sistemas Electrónicos Acuáticos, una empresa especializada en rastreos marítimos que había prestado servicios para el Estado venezolano en la búsqueda de aeronaves siniestradas en el país.
Antes de desaparecer, investigaba de forma independiente el siniestro aéreo en el que murieron Miguel Ángel Pérez Oubiña, hijo del ex ministro Miguel Pérez Abad, y el empresario Luis Napoleón Picardi Flores.
La aeronave Lear Jet 25 YV3191 en la que viajaban se precipitó el 19 de agosto de 2017 cerca de la costa de Naiguatá, en el litoral central.
«Cuando se enteró de la caída del avión en el que estaban Luis Picardi y el hijo del señor Pérez Abad se interesó muchísimo. Solo le dije que tuviera cuidado porque podía meterse en problemas; había rumores de que con ese avión las cosas fueron un poco extrañas, no se hablaba exactamente de un accidente», dijo Márquez.
La esposa de Marino ofreció estas declaraciones a El Nacional para un trabajo publicado el 5 de febrero pasado.
Las sospechas
Los familiares del empresario presumen que la desaparición podría haber estado relacionada con sus investigaciones que adelantaba sobre el accidente aéreo en el que murió el hijo de Pérez Abad.
Marino, incluso, se había comunicado vía correo electrónico con el también ex ministro de Comercio Exterior e Inversión Extranjera, afirmó Márquez.
«No sé si lograron hablar por teléfono. Pero asumo que fue eso porque no entiendo qué interés podría tener el régimen para privarlo de libertad de esa manera tan cruel», dijo.
Describió como traumáticos los días que tuvo que pasar esperando una llamada, alguna noticia o quizá una pista que la llevara a saber cómo estaba su esposo y el lugar donde está detenido.
«Me dijo que iba a Venezuela por cuestiones de trabajo. Solo le pedí que se cuidara porque las cosas en Venezuela no estaban bien; me dijo que no me preocupara porque iba a regresar en dos o tres días. Se despidió esa mañana, se fue y más nunca supe de él», recordó.
Hugo Marino: «enchufado»
Elizabeth Márquez dijo que a su esposo lo señalan de ser un «enchufado» por haber prestado servicios al régimen de Maduro.
«Sí, le hizo varios trabajos al gobierno, no voy a mentir. Él se dedicaba a hacer eso y obviamente tuvo sus beneficios económicos», agregó.
Luego de la desaparición, aseguró, su familia perdió todo lo que tenía y rememoró que se encontró en un país ajeno, en donde no hablaba el idioma ni sabía movilizarse.
«Me quedé en la calle con mis dos hijos. Trabajo muchísimo para llevar comida a la casa, pagar el alquiler de un apartamento pequeñito, nada comparado con lo que estábamos acostumbrados. No hay lujos, solo un techo donde dormir; mi hija perdió la universidad porque no podía costearla», afirmó.
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