Por JOSÉ TOMÁS ANGOLA HEREDIA
Aunque se considera al Dr. Samuel Johnson (1709-1784) el primer gran exégeta formal de Shakespeare, se debate si la visión crítica de Samuel Taylor Coleridge (1772-1834) no fue más objetiva y profunda. Coleridge, que conoció muy bien la obra crítica del Dr. Johnson, no fue tan exhaustivo en su labor de comentarista de Shakespeare. Trabajó profundamente en ocho de las treinta y siete obras del canon. Una de ellas fue Macbeth. A Coleridge le tengo un especial afecto. Uno de mis maestros y mentores en la narrativa, Gustavo Díaz Solís, me obsequió la selección y traducción que hiciera de las Baladas Líricas de Wordsworth y Coleridge, publicada por Monte Ávila en 1985. En la excelente nota introductoria que hace don Gustavo, se explica el curioso incidente que llevó a que los poetas se enemistaran, y por ello hay tantas diferencias de autoría en las siguientes ediciones de las Baladas Líricas. Coleridge por su parte, en su brillante Biographia Literaria (1817) da su punto de vista del hecho. En el capítulo XIII de ese libro y que traduce también Díaz Solís, hay un prodigioso manifiesto sobre la imaginación y la fantasía: “Sostengo que la imaginación primaria es el poder viviente y principal agente de toda percepción humana, y como una repetición en la mente finita del acto eterno de creación en el infinito Yo Soy (…) La fantasía, al contrario, no tiene otras piezas con las que jugar sino entes fijos y definidos. La fantasía no es, por cierto, otra cosa sino un modo de la memoria emancipado del orden del tiempo y el espacio; y mezclado con, y modificado por, ese fenómeno empírico de la voluntad que expresamos por la palabra Escogencia.”
Esta aguda visión me hizo volverme un admirador de Coleridge. El inglés concebía la creación de Dios como un proceso continuo que se extendía y se hacía eco en nuestra propia capacidad creadora. Esta idea me ha acompañado desde entonces como una de las pocas verdades que el tiempo no ha derribado.
Coleridge hace interesantes comentarios de corte psicológico sobre Macbeth. Su análisis ilustra de manera diáfana el sendero con el que me propongo incorporar al Thane de Glamis y Príncipe de Cawdor:
“Macbeth es descrito por Lady Macbeth de manera de definirse ella al mismo tiempo. Considerado intelectualmente, es poderoso en todo pero no tiene fuerzas para nada. Moralmente es autosuficiente; al menos hasta donde su debilidad se lo permite. De haber podido tener todo lo que deseaba, hubiese querido tenerlo inocentemente –ignorante, ¡ay!, como tantos otros, que aquel que desea un fin temporal en sí mismo en realidad lo que persigue son los medios; de allí el peligro de caer en fantasías”.
Estas líneas de Coleridge, enmarcadas en su concepción de la fantasía como una suerte de autoengaño, iluminan la psiquis de Macbeth y nos devuelven a un ser profundamente humano. Terriblemente humano. Como todos nosotros.
Con ese giro me he propuesto buscar un Macbeth que simultáneamente cause repulsión y atracción, que al mismo tiempo suscite lástima y antipatía, tal si como ese Macbeth fuese apenas un espejo para lo que se esconde en nuestra propia alma y tratamos siempre de refrenar y controlar. Cosa siniestra en nuestra intimidad que bien sujeta en la realidad, solo sale en nuestra fantasía. La fantasía como la define Coleridge… autoengaño escogido.
Notas al pie para el Macbeth que voy construyendo:
- Diciembre de 2019: aunque la música incidental fue fundamental en la representación de las obras de Shakespeare, no nos ha llegado nada de esas composiciones originales que usó el dramaturgo en sus montajes. Se suele creer que la danza de las brujas en Macbeth es la única que se preservó, pero los musicólogos no están de acuerdo. Se aduce que en la versión revisitada de Macbeth que hiciera William Davenant cerca de 1663, se adicionaron variaciones que no estaban en el material original. Las canciones vocales en cambio corrieron con mejor suerte. Lo cierto es que Macbeth, el personaje, para mí, tiene ruido armónico en su interior. El dolor, la confusión y la furia se expresan con la gaita escocesa. Su sonoridad, a medio camino entre una voz quejándose y el viento Highlander, desentraña la expresión de su semblante. A veces escucho grabaciones de este instrumento antes de estudiar la letra. La cadencia y el fraseo de la Bagpipe me marcará el ritmo en mi hablar y mi sentir.
- Febrero de 2020: Raquel Zapata, nuestra maestra de esgrima, es mujer de teatro. Así que entiende las exigencias no técnicas sino dramáticas de Macbeth y Macduff cuando se enfrentan en el duelo final. El desenfreno pone a un lado el estilo, la furia impera y la fuerza explosiva priva. Debemos entonces trabajar esa agresividad para que no nos enajenemos y nos hagamos daño, pero para que el espectador siempre crea que en cualquier momento la sangre manchará el escenario y las propias butacas.
Comienza el andar del gran bosque de Birnam.
*La tercera entrega de esta serie será publicada el próximo viernes 13 de marzo, en la sección Papel Literario de www.elnacional.com.
**Macbeth, de William Shakespeare, en versión de León Felipe, se estrenó el 22 de febrero en la Sala de la Asociación Cultural Humboldt. Dirigida por Federico Pacanins, el elenco incluye a Sandra Yajure, Gerardo Soto, Valentina Garrido, Carlos Abbatemarco, Carlos Manuel González, José Antonio Barrios, Zair Mora, Silvia de Abreu, Juan Carlos Grisal, Andrea Mariña, Anakarina Fajardo, Rafael Gorrochotegui, Edisson Spinetti, Cipriano Castro, Orlando Villalobos y al propio José Tomás Angola en el rol protagónico.
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