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Normalidad

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En los últimos meses se ha venido dando un álgido debate en el país con relación al concepto de normalidad. En esencia, hay quienes sostienen que el régimen con sus políticas de apertura (o de supuesta apertura, como se quiera ver) está llevando a Venezuela a una sensación de normalidad, puesto que, en ciertos lugares, se pudieran percibir mejoras puntuales en algunas de las dimensiones más básicas de la vida.

No deja de ser cierto que, efectivamente, en espacios puntuales de Venezuela, uno puede ver que ha habido manifestaciones de mejoras en comparación con la situación que, hasta no hace mucho, era la premisa más común en el devenir del país. De este modo, la proliferación de nuevos negocios (como por ejemplo, los famosos bodegones), la llegada de diversos bienes importados, la proliferación de medios de pago fundamentados en moneda extranjera, la celebración de alguno que otro espectáculo, indudablemente permite atestiguar una realidad que no es la misma que enfrentaba Venezuela para el año 2017, y la situación hiperinflacionaria de los últimos dos años.

Sin embargo, estas medidas difícilmente puedan tildarse o calificarse como un regreso a la normalidad. De hecho, no entendemos el empecinamiento que tienen algunos de hablar de desarrollar con enorme profusión la idea de “normalidad”, “sensación de mejora”, o “pequeña burbuja” que está reflejando un sector de la sociedad venezolana. A nuestro entender, la situación que vive el país sigue siendo bastante miserable, y el desarrollo de la premisa de “normalidad” y “burbuja” no hace más que ayudar al poder de facto a reforzar aún más su estructura de dominio.

Para mí, lo que está a la vista es un fenómeno bastante simple. El régimen chavista se ha visto obligado a desaplicar ciertos controles selectivamente a los fines de permanecer en el poder. Sin recursos tradicionales, necesita buscar nuevas formas de financiamiento y oxigenación y -cuándo no- se ha dado cuenta de que la única manera que tiene en este momento de permanecer en el poder es a través de la actividad del privado, del individuo, con un mayor grado de libertad. Una libertad condicionada, claro está, a los intereses del propio gobierno. Mientras no desafíes las bases conceptuales del chavismo, ni lo adverses políticamente, todo marchará bien, o al menos lo suficientemente estable para que el negocio funcione. Desafía el estado actual de cosas, cuestiona un ápice lo que vives y el poder del Leviatán lo sentirás con todo su estruendo.

Ahora bien, ¿realmente la situación que vive Venezuela, la famosa “normalidad” es nueva? Hay quienes plantean situaciones que a nuestro juicio en modo alguno pueden considerarse distintas a lo que durante décadas vivía Venezuela. En el caso de Caracas al menos, no es nuevo el hecho de que los municipios Chacao, Baruta y El Hatillo viven en muchos aspectos una brecha frente al resto del país, ni que los restaurantes de Las Mercedes o Altamira estén llenos mientras que a unos pocos metros hay personas mendigando o recogiendo comida de la calle. Esta situación no es nueva, esta brecha difícilmente pueda considerarse como una novedad. Aún recuerdo de niño, en la década de los noventa, escuchar a los adultos hablar casualmente de que un restaurante cualquiera en Las Mercedes era un sitio en el que se lavaba dinero -sin comprender bien qué significaba eso- o que era propiedad de un político famoso pero estaba nominalmente en manos de un testaferro. Y recuerdo a los analistas de la época plantearse el mismo dilema de disparidad y desigualdad entre restaurantes llenos y mendicidad.

Lamentablemente, la realidad que vive Venezuela no es ajena a la paradoja de una sociedad pobre con instituciones excluyentes, incapaz de atacar con políticas públicas consistentes la eliminación de la pobreza y la creación de riqueza. Pero no es nueva. Es usual y recurrente no solo en nuestro país, sino en buena parte de las sociedades latinoamericanas marcadas por una desigualdad frente a la ley, a su acceso y aplicación que mina toda posibilidad de superación y respeto a la dignidad humana. Por lo demás, cualquier persona sensata habrá de reconocer que los famosos “guetos” de riqueza que vive el país, incluidos los municipios Chacao, Baruta y El Hatillo se encuentran empobrecidos y aplastados por el oprobio del socialismo.

Por último, hago un llamado a dejar la mediocridad de criterio. Si para ti es “normal” o crees que existe una burbuja o sensación de bienestar por el hecho de conseguir algún bien importado que antes no tenías, o por la desaplicación fáctica de los controles, creo que debes elevar la barra de tus criterios, porque como ser humano mereces más. Teorizar sobre la normalidad frente a este estado de cosas es absurdo, además de que deja a un lado temas mucho más álgidos para el país y que ameritan mayor debate. Al final, esta es nuestra realidad y creo que debemos tener la aspiración de cambiarla en no pocos aspectos cruciales para Venezuela.

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