Entender la evolución del ELN de Colombia en los últimos años es fundamental para poder aquilatar la dimensión continental de la crisis que atraviesa Venezuela en la hora actual.
Pero antes que nada es preciso aclarar que esa fuerza guerrillera nunca representó ni una amenaza política ni militar considerable para el Estado colombiano. Sin duda que la violencia contra la ciudadanía, la criminalidad, el daño ambiental, la connivencia con la producción y el tráfico de droga son temas que todo gobierno, desde la creación de esta fuerza irregular, tuvo que atender, en el país vecino, manera prioritaria.
La realidad es que el daño a la sociedad neogranadina ha sido continuo y sangriento. Este movimiento insurgente no solo se ha dedicado a atentar contra la paz cotidiana y la vida de los campesinos en el interior del país, sino que ha sembrado la geografía colombiana de muertos durante medio siglo.
El hecho de que históricamente las FARC hayan tenido mayor visibilidad mediática y, de la misma manera, el que el gobierno de Juan Manuel Santos haya decidido emprender acuerdo de paz con esta fuerza guerrillera retrasando la negociación con el ELN, ubicó el foco de atención no de la colectividad colombiana pero sí de los observadores externos, por fuera de su dinámica evolutiva.
El atentado de Bogotá de hace unas semanas en el que fueron asesinados 20 cadetes de la escuela de formación de Bogotá, de nuevo ha reposicionado el tema de la fortaleza de este grupo guerrillero.
Al no haber contado con el apoyo de los civiles en el interior del país, este ejército irregular se expandió por el territorio colombiano hasta el año 2017 más lentamente que las FARC.
Pero desde el abandono de las armas de esta otra fuerza insurgente, lo que tuvo lugar a partir de los acuerdos de paz de La Habana, la estrategia de los elenos fue la de insertarse en las grandes ciudades del país, lo que han conseguido hacer solo a medias. Lo que sí han alcanzado es motorizar su expansión a la zona fronteriza de Venezuela, en donde ya operaban subrepticiamente hacía varios años.
El gran y nuevo elemento propulsor de esta decisión fue la presencia de oro explotable en la región limítrofe, material que se podía utilizar para la compra de armas, además de la estrecha relación ya desarrollada con el estamento militar de la zona para facilitar el procesamiento semi-industrial de la coca y para fortalecer la cadena del narcotráfico hacia Estados Unidos y Europa.
Una edición de la revista Semana de Colombia de esta semana, la que tiene como base documental las publicaciones de InsightCrime, aseguraba que “el cálculo de los expertos es que alrededor de 70% de las tropas elenas opera sobre la frontera o del lado venezolano, y es especialmente Arauca el punto poroso por el que transitan los elenos al país vecino…Ya tienen presencia en 12 de los 24 estados de ese país. Entre esos, Apure, Táchira y Bolívar, los más cercanos a Arauca, son los que tienen la presencia más fuerte de esa guerrilla. Y en el último es donde esa organización estaría entrando a explotar oro”.
Es bueno, entonces, comprender que más allá del terrible daño que estos criminales engendran para debilitar a los sucesivos gobiernos de su propio país, el peligro que realmente representa el ELN es el de la transformación del eje colombo-venezolano en un foco de desestabilización en el norte del subcontinente ya que su simbiosis con el crimen organizado se da de la mano con otras perversas alianzas mantenidas por los regímenes de Hugo Chávez y de Nicolás Maduro, entre ellas con movimientos terroristas yihadistas mundiales o con Hezbolá.
Todos estos elementos no solo llaman la atención de Estados Unidos. Representan un desafío dentro su propio patio trasero que es necesario desactivar. No hablemos, en esta entrega periodística, de la vinculación de esta guerrilla con el régimen comunista de Cuba, pero debemos igualmente tener presente que la estrategia de actuación de Donald Trump en contra de la tiranía de Nicolás Maduro , incluye igualmente la desactivación, de una vez por todas, del gran eje del mal en que se ha constituido Cuba dentro del subcontinente.
Así, pues, al mirar la crisis venezolana de estas horas y colocarse, como hacen muchos, en contra de la posición radical e “intervencionista” de Estados Unidos, es preciso tener en cuenta muchos más elementos que el hambre de los venezolanos, la falta de medicinas, la migración de gente empobrecida o el destrozo de las instituciones y el pisoteo de la legalidad.
El proyecto del comunismo que se ha atrincherado en Venezuela de la mano con los dos últimos gobiernos, trasvasa y contamina el resto del continente.
Su comandita con el ELN colombiano es uno de los componentes más peligrosos.
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