En 2013 la escritora freelance estadounidense Amanda McCracken publicó un ensayo en el diario The New York Times que se hizo viral. Se titulaba «Does my virginity have a shelf life?» (¿Tiene una vida útil mi virginidad?).
Allí, McCracken, quien entonces tenía 35 años, contaba los motivos por los que había decidido esperar para tener sexo.
«Preferiría soportar el dolor de perderme (la oportunidad de tener sexo) antes que sufrir una soledad más profunda por haberme entregado por amor solo para darme cuenta de que el sentimiento no es correspondido», explicó.
También contó que «ser una virgen» se había convertido en su identidad, pero que eso no la había frenado de tener decenas de relaciones sentimentales con hombres.
En una entrevista esta semana con el programa del Servicio Mundial de la BBC Newsday, McCracken reveló cómo recibió una catarata de críticas por su decisión de «esperar hasta encontrar amor y compromiso» antes de tener sexo.
«Me sorprendieron mucho las críticas, sentí que me estaban castigando por ser tan honesta», señaló.
«Fui atacada por no seguir los preceptos de la cultura dominante».
«Ahora me doy cuenta de que fue muy ingenuo de mi parte suponer que mi historia sería aceptada», reconoció.
Para McCracken las críticas revelan una hipocresía: «Vivo en una cultura progresista donde a las mujeres se les incentiva a hacer con sus cuerpos lo que ellas quieran», observó.
Como una dieta
La escritora, que también es profesora de inglés y entrena a corredores de larga distancia, usa una original analogía para explicar por qué su virginidad causó enojo en otros.
«Es como las dietas», ilustró. «Si te invitan a una cena y dices que no comes gluten, todos asumen que ellos tampoco deberían comer gluten».
También traza una comparación con el consumo alcohólico.
«Ahora si no tomas alcohol es visto como algo sano, pero en el pasado te preguntaban:’¿por qué no tomas? ¿crees que yo no debería tomar?'».
McCracken cuenta además que fue atacada desde todos los frentes: tanto por conservadores como por liberales.
«Creo que a la gente le frustraba mucho el hecho de que yo no encajaba en ninguno de los dos bandos, no podían encasillarme».
Estar en control
Más allá de las opiniones ajenas, McCracken reconoce que parte de su motivo para no tener sexo a pesar de haber estado en varias relaciones -algunas con hombres a los que amó- fue el miedo a perder el control.
En ese sentido, ser virgen era para ella «una manera de mantener el control cuando mi vida parecía descontrolarse».
«Los primeros tres novios que tuve me dejaron por otras mujeres y una década más tarde yo seguía con temor a que me volviera a pasar lo mismo», confiesa.
«Pensaba: ‘Si me van a dejar, al menos aún tendré mi virginidad».
También reconoce que empezó a preguntarse si sus expectativas de encontrar amor y compromiso eran demasiado altas.
Y si su decisión de no tener sexo podría estar en realidad alejando sus chances de encontrar ese amor y compromiso que buscaba.
«Pero luego me di cuenta de que eso no era así», revela.
El amor
La historia de Amanda tuvo un final feliz.
En un artículo que escribió el pasado 14 de febrero (día de San Valentín) para el periódico online HuffPost, ella contó cómo conoció a Dave, quien hoy es su marido.
«En el verano de 2018 conocí a un geólogo y corredor de montaña mientras bebía margaritas en una azotea con amigos».
Ella acababa de terminar una relación «con un hombre no disponible», y Dave se había divorciado hace solo seis meses, después de una relación de 18 años.
«Este exbaterista de pelo largo de Long Island no era mi tipo; él de hecho devolvió mis llamadas y mensajes de texto», cuenta, con humor.
A diferencia de lo que dice el mito, Amanda no sentía «mariposas en el estómago» cuando estaba con Dave.
«No sentí que estaba enamorada. Se sintió demasiado fácil. ¿Dónde estaba la ansiedad que yo equiparaba con amor? ¿Dónde estaba el miedo de que me dejaría?», escribió.
Al final -y gracias a la ayuda de varios consejeros- Amanda se dio cuenta de que estaba saboteándose a sí misma y viviendo una profecía autocumplida.
«Me enamoraba de hombres no disponibles, hombres con quienes sabía que nunca tendría relaciones sexuales porque nunca me amarían ni se comprometerían conmigo».
También se dio cuenta de que se había convertido en una «anoréxica sexual», que «en vez de ser adicta a rechazar la comida, era adicta a rechazar el sexo».
Pero con ayuda de Dave -en quién confió completamente incluso antes de enamorarse de él- logró superar sus miedos, y dejó de ser virgen a los 41 años.
«Todo el mundo quiere saber si valió la pena la espera«, reconoce.
«Sí, lo valió, pero no de la manera que la mayoría cree».
«El sexo fue genial, pero esta travesía nunca fue sobre sexo. Se trató de esperar a entrar en una relación con alguien que podía ofrecer amor y yo poder recibir ese amor».
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