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¿Quo Vadis Venezuela?

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La excepcional acogida y respaldo que ha recibido el presidente encargado de Venezuela, Juan Guaidó, en su gira internacional es el telón de fondo para hacerse nuevamente la pregunta que atormenta a los venezolanos: ¿Cómo se sale de la catástrofe en la que está sumida el país?

La respuesta a esta pregunta tiene que comenzar por reconocer la valentía y tenacidad de Guaidó para mantener viva una esperanza que con frecuencia parece estar a punto de perecer. Es innegable que su gira internacional, que tuvo un punto culminante con su asistencia como invitado de honor al Discurso sobre el Estado de la Unión del presidente Trump ante el congreso norteamericano, fue un éxito y un renacer muy importante. Al mismo tiempo, hay que aceptar con brutal realismo que el régimen madurista ha tenido también una recuperación de fuerzas y que continúa con una conducta de desafío al mundo y a los venezolanos, apoyado en el quinteto de titiriteros que manejan buena parte del poder y los recursos del país, tras el trono de El Usurpador: Cuba, Rusia, China, Irán y la guerrilla colombiana.

Es importante calibrar la extraordinaria coincidencia de la visita de Guaidó a Washington con la del ex canciller español,  y ahora Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell Fontelles, quien en el lenguaje enigmático de la diplomacia expresó en su cuenta de Twitter: “Delighted to start my first US visit in my new role and looking forward to today’s encounters. With the magnitude of global challenges we are facing, strong EU/US partnership remains crucial to ensure peace and stability”. Todo este intenso juego diplomático deja entrever lo que parece un secreto a voces: con relación al tema Venezuela se está produciendo un acercamiento entre las posiciones de Europa y los Estados Unidos, que hasta hace poco parecían irreconciliables por el espinoso asunto de la invocación a una intervención armada en nuestro país. Ello se traduce, sin lugar a dudas, en que la acción concertada internacional va a apuntar a presionar al régimen usurpador para que se produzca una salida electoral negociada.

Aceptar que la presión internacional se va moviendo en esa dirección, conlleva un acto de profunda responsabilidad histórica, tanto para el liderazgo político de la resistencia como para los ciudadanos de nuestro país. La salida electoral no será una concesión graciosa del régimen, habrá que imponérsela a través de la presión nacional e internacional. Ello supone además un acuerdo para la renovación del CNE, que no existe en este momento, y una negociación excepcional sobre el tema crucial de si será una elección presidencial y parlamentaria o solamente parlamentaria. Nada de eso está claro y por eso sigue siendo válida la reflexión de que bajo ningún concepto la salida será “simplemente” electoral. En la práctica se están aplicando sanciones y medidas contra el régimen usurpador en una dinámica que altos jefes militares norteamericanos han calificado como de “paciencia estratégica”.

Pero sobre todas las consideraciones anteriores esta el tema central de la unión, más bien de la desunión que todavía reina al interior del liderazgo de la resistencia. En todas sus versiones y colores, no solamente los cercanos a Guaidó, sino también las de sus críticos. Y también el combate implacable que se escenifica en las redes sociales y los espacios de la sociedad civil, donde se actúa con frecuencia con un estilo de crítica inmisericorde de las acciones contra El Usurpador, las cuales pasan de actos de heroísmo a actos de traición en un abrir y cerrar de ojos, con una fuerza e intensidad que debería estar reservada para criticar a Maduro y sus cómplices. Todo parece indicar que el reclamo a Guaidó, por el tema de la unidad, se ha hecho oír con fuerza: el respaldo internacional seguirá existiendo a condición de que los venezolanos tengan una estrategia clara y se mantengan unidos. La paciencia de la comunidad internacional frente al cuadro de desunión que todavía reina en la filas de las fuerzas contra la usurpación se va agotando. Y este agotamiento de la paciencia debe tener consecuencias inmediatas, especialmente en el presidente encargado Guaidó. Solamente ejerciéndose como un líder nacional, no sujeto a las limitaciones de un gobierno colegiado de unos pocos partidos, tendrá la fuerza necesaria para convocar a todo el contingente cívico-militar que se requiere para imponer la salida electoral con garantías. Ello supone también exigir cambios en la conducta de su entorno cercano, con frecuencia controlado por jóvenes con dedicación heroica pero con poca experiencia en asuntos de gobierno, y que pretenden imponer la peregrina y absurda tesis, entre otras ideas profundamente miopes,  de que los mayores de cincuenta años deben ser excluidos de las funciones de gobierno en la nueva Venezuela, desatando con ello una peligrosa dinámica de exclusión de gente muy valiosa.

Mucho se ha dicho sobre la juventud del presidente encargado Guaidó. Quizás convenga recordar que hace unos días, el 3 de febrero,  se conmemoró el nacimiento de Antonio José de Sucre, el Gran Mariscal de Ayacucho, y quien había completado una obra monumental al momento de su asesinato cuanto tenía apenas 35 años, una edad muy cercana a la de Guaidó. La referencia es apropiada porque en tiempos de guerra los grandes liderazgos no se calibran por la edad de los líderes sino por su profundidad y alcance en estar a la altura de los retos. ¿Hasta qué punto tiene el liderazgo político de la resistencia una estrategia consistente para continuar conduciendo al país hacia el término de la usurpación de Maduro? Es el momento ineludible para encarar esta pregunta con profundidad y honestidad ante nuestra gente y ante el resto del mundo. Y no cabe duda de que en el apoyo al presidente legítimo Guaidó sigue estando el secreto de nuestra mejor respuesta.

 

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