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Victoria de Stefano: las imágenes de ida y vuelta

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Por XENIA GUERRA 

En el mecanismo narrativo de Victoria de Stefano en Vamos, venimos la lengua escinde la historia como el papel agrietado de una fotografía que pasa de mano en mano por generaciones. Una imagen que se fracciona sin dispersarse, porque el sentido del tiempo transcurrido permanece en la hendidura que exhibe la separación entre los fragmentos. Cada uno de ellos pensando la historia en la narración de una imagen que siempre amenaza con deteriorarse.

La novela nos muestra que vamos a la imagen y venimos a la escritura para producir otras posibilidades de ver la memoria o cualquier otra forma de la imaginación que construya personajes que también, desde el presente, vayan y vengan incompletos. Los espacios en la novela de Victoria de Stefano son más susceptibles de ser vistos que habitados, son ocupados para ver el vacío que la dinámica de la vida práctica pretende llenar. Pero, ¿dónde está el vacío en un contexto repleto de imágenes que promueven el tacto para confirmar lo cotidiano, lo práctico, lo real? En el sujeto que proyecta su propio vacío, una inquietud de ser y estar, en ese contexto de lo real. El mundo y lo cotidiano son el soporte de la pérdida que lo habita:

Sintió pesarle a corazón abierto el recuerdo del día del sepelio de su padre, al que creía desde hacía años cabal y sencillamente cancelado. Nunca un entorno fue más aflictivo, nunca un clima más plomizo y lívido. La llovizna lenta y rala, el metrónomo del limpiaparabrisas, el asfalto húmedo, los barrizales, los charcos a los costados, el séquito en ruta hacia el cementerio, la fosa recién cavada, todo se activó en él. (p.97)

El movimiento que Juan y su madre ejercen sobre la memoria es un ir y venir de adentro hacia afuera del deseo, las vulnerabilidades, un de allá para acá que los cuerpos emulan en los viajes. La tensión entre el pasado y el presente que pasa de lo filosófico a la experiencia práctica, siempre narrativa, de lo que ya no está. Porque la pérdida sobrevive en los personajes a través de sus relatos, no para intentar recuperar lo perdido como nostalgia, sino para reconocer que, en la medida en que viven sus presentes regresando al pasado, no solo lo recuerdan, lo piensan para hacer presente y organizar el pesimismo en el lenguaje de lo que se mantiene vivo. El relato como unidad de medida del tiempo que es a su vez, en palabras de Lukács: una lucha contra el poder del tiempo. Narrar la Historia narrando historias para distraer la muerte del cuerpo vivo, de las experiencias:

Una bella mañana a mediados de abril de 1945, a un lado de los barracones, donde la desesperación, el hambre, el tifus y la disentería, a fuerza de evacuaciones diarreicas y vomitonas, estaba por liquidar a los pocos que conservaban un hilo de vida, como me contó mi abuela, el capellán adscrito a la Tercera División Armada del Ejército estadounidense comandada por el general George S. Patton, al pasar a un lado de los cadáveres, reducidos a mera y abyecta materia, amontonados a centenares de relieve contra el horizonte, algo inaguantable de mirar, insufrible de sentir, prevenido por el doliente gemido y el brazo agónico pero aún vivo que se asía recalcitrante entre tantos pies y manos a su tobillo, lo detuvo. Dijo que de haberlo siquiera imaginado, tenso y asqueado hasta la náusea como se sentía, lo más seguro es que habría salido corriendo… Transportado en camilla a las carpas improvisadas del área de cuarentena y supervivencia asistida, mi padre fue rociado, asperjado, desinfectado de parásitos y bacterias con DDT. (p.193)

Se inserta la Historia en la memoria íntima de los personajes porque el curso del mundo no puede caracterizarse unívocamente, lo dicho no es sino una fuente de posibilidades de lo decible. La escritora venezolana constela la literatura con la Historia para producir las imágenes en la visión de mundo de los personajes que se exigen un sentido ontológico y práctico desde los errores propios de sujetos sociales y reflexivos que asumen la pérdida como una naturaleza que se reproduce en los espacios de lo cotidiano, y que intenta seducir al sujeto hacia la comodidad de un vacío que no exige otra cosa que la parálisis frente a lo perdido. Ideas que los personajes, sin proponérselo, van desprendiendo en la novela:

De ese duelo postergado, mamá resurgió renovada, como quien recibe un nuevo envite en su aún no colmado deseo de vida, pero al mismo tiempo con una quietud, una franqueza y un suave desapego que no le conocía, pasando así a cerrar filas con aquellos que sostenían que eso solo se conseguía con la potenciación de lo simple y cotidiano, de lo bueno y lo menos bueno de la vida y con la aceptación razonable de la muerte como estación de pasaje de los ciclos naturales.(p.165)

Los personajes venezolanos de Victoria de Stefano no se disponen a hacer una mera descripción de su contexto político derruido, en su lugar, atraviesan la historia para establecer relaciones con una criminalidad que, aunque sea singular en los espacios donde surge, no es novedosa como fenómeno histórico. Frente a las imágenes de la muerte, la criminalidad, el shock, la violencia de Estado, la Segunda Guerra Mundial, el relato que debe ser continuamente construido desde sus ruinas es el de las víctimas, que en la primera guerra, en la segunda guerra o en la quinta república, siempre será el lenguaje de lo decible que ha dejado de lado lo dicho para el sobreviviente desde el relato donde tensionan lo sensible y el pensamiento:

De tanto en tanto, vagabundos, indigentes, locos, erráticos, viejos y jóvenes, en grupos o en solitario, los sin domicilio fijo de los que nos había hablado Anatole, escoltados por sus perros, tirando de sus carritos de mercado con todos sus andrajos apretujados en bolsas negras o llevando de la mano pesados bultos de los que sobresalían los cuellos de las botellas de vino barato. ¿De qué viven?, preguntamos. De lo que viven los que sobreviven, nos respondemos: de hurgar entre las inmundicias y algunas limosnas. Superbloques, edificios de vidrio y acero, naves industriales. Centros y galerías comerciales. (p.234)

Si la novela hace continuamente explícito su título, es porque vamos y venimos es una condición natural de los sujetos que en la novela se singulariza por la forma en que el procedimiento narrativo lo presenta. Victoria de Stefano logra que sus personajes asuman el relámpago del narrador que irrumpe en sus historias sin que estos queden eclipsados. Una escritura que transforma la lengua desde lo cotidiano; un presente que percibe el pasado, en lo perdido, no para buscar explicaciones ni contemplarlo como un enigma de culto. La dialéctica entre el presente y el pasado se sujeta con la cuerda del misterio o, en palabras de Walter Benjamin, se deja ver: «gracias a una óptica dialéctica que nos presenta eso cotidiano en su condición de impenetrable, presentando a la vez lo impenetrable en su condición de cotidiano». Por esa razón, el diario de la madre de Juan es el recurso de escritura que registra el detalle y lo extraordinario en la rutina diaria, la novela construye su propio documento para usarlo en su técnica narrativa. Porque Vamos, venimos es una obra de arte literaria escrita en Venezuela que no se escuda tras un tema, sino que, como toda obra de arte, expone su maestría en el procedimiento que le da la forma que cabalga sobre su contenido:

Martes, 21 de mayo: Al día siguiente, estando por llegar a la granja, empezó a disculparse sin mucho énfasis. Creo que a veces soy tremendamente grosera… Recapacitó: intolerante, dominante… Con frecuencia pierdo la noción del tiempo. Era muy tarde, pero yo no me daba cuenta, sobre todo porque era una de esas noches de las que no se sabe si ya las horas se desplazaban hacia la mañana o estaban detenidas, y a mí me había dado por recordar cosas viejas, recordarlas con elocuencia.(p. 245)

Uno de estos procedimientos magistrales en la novela es el modo en que el pasado que narran los personajes es irrumpido por el presente de una voz narrativa y viceversa, un mismo acontecimiento expuesto simultáneamente desde dos tiempos distintos sin dicotomías, como si se tratara del momento destructivo, el relámpago del encuentro que descarta la linealidad del progreso temporal hacia la jerarquía del futuro para dar lugar al pensamiento que deviene una narrativa de la experiencia dialéctica pasado-presente:

Desperté calado de sudor, con el pelo pegado a las sienes, las manos apuñadas contra el corazón agitado, con el enorme peso de los dicterios de holgazán, mequetrefe de mi predecesor vociferando en mi cabeza. Estira la mano, el hábito desliza su gesto en la oscuridad, el hábito lo guía hasta el interruptor de la lamparita de luz, la pared se ilumina de un blanco sin brillo. (p. 186)

La obra de Victoria de Stefano reconoce que la dialéctica de las imágenes temporales solo habita en la praxis de lo cotidiano, en los espacios del hogar que continúan sosteniendo las experiencias de los personajes que reconocen en la familia el origen ineludible que en la trayectoria de nuestro campo visual observamos como la imagen lateral del pasado, que en un simple descuido puede convertirse en el vórtice que sacude cualquier intento de presente:

De niño su padre no lo quería como individuo, no lo miraba, no lo escuchaba, en realidad para él no existía. Después fue él quien hastiado de dar vueltas a su alrededor, de ser el demandante que se obstinaba farfullando y jalando de la manga a su amo y señor, perdió no solo el interés en hacerse oír, también todo deseo de que extendiera sobre él algo de su supuesta sabiduría. La oportunidad de mantener un diálogo, intercambiar pareceres, de decirse lo que hubieran podido decirse había acabado hacía años. Tan siquiera podía recordar la última vez, si es que la hubo, en que se hubiesen dispuesto a reducir el frío helador que los separaba, a hablar y a discutir, a disentir y convenir, en que hubiesen mediado entre ellos preguntas y respuestas que implicaran romper la barrera, tan siquiera poner en juego la intimidad de algunas verdades indirectas o al sesgo confesadas. (p.95)

Vamos, venimos nos expone los modos en cómo el pasado puede presentarse, pues narrar proviene de refero, entre cuyas acepciones figura la de volver hacia atrás, un regreso que puede ser reemplazo del presente o un regreso donde la imagen del pasado se hace presente para ser usada; regresa la imagen de lo perdido como sobrevivencia que sirva de mecha para hacer estallar la imagen solidificada que impide otras posibilidades de ver, de pensar, imaginar.

*Vamos, venimos. Victoria de Stefano. Editorial Seix Barral. Caracas, 2018.

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