El presidente de Irak, Barham Saleh, nombró este sábado al ex ministro de Comunicaciones Mohammmed Allawi como primer ministro, informó el propio designado el día en que vencía el plazo dado por el jefe del Estado al Parlamento para desbloquear la parálisis política.
Allawi, de 65 años, comunicó la noticia mediante un video que colgó en Twitter, en el que indicó que formaría un nuevo gobierno «de acuerdo con las demandas» de los opositores al régimen.
El plazo dado al Parlamento por el presidente para nombrar a un nuevo primer ministro expiraba hoy, mientras en la calle se recrudece la presión, reavivada por el influyente líder chiita Moqtada Sadr.
La capital, Bagdad, y el sur del país, de mayoría chiita, han vivido cuatro meses de protestas antigubernamentales para exigir elecciones y el nombramiento de un primer ministro independiente y llevar ante la justicia a los responsables de la corrupción y de la violencia contra los manifestantes.
Presionado por la calle y por los líderes religiosos chiitas, el primer ministro Adel Abdel Mahdi se vio obligado a dimitir en diciembre después de un año en el poder.
El ultimátum dado por el mandatario había llevado a los partidos a sentarse a negociar el sábado pero pero no hubo consenso.
«No hay acuerdo, no hay forma de poner fin a las rivalidades», dijo a la AFP un alto funcionario del gobierno que pidió el anonimato más temprano. «Y si Saleh nombra a alguien, habrá una crisis porque no es su trabajo», advirtió.
En condiciones normales, el mayor bloque del Parlamento es el encargado de designar al primer ministro en un plazo de 15 días después de la elección, y el candidato recibe el encargo del presidente de formar gobierno en un mes.
Pero Irak se encuentra en una situación sin precedentes: nunca había dimitido un primer ministro y la Constitución no prevé cómo actuar en un caso así.
Los sadristas vuelven a las calles
Desde la invasión estadounidense que depuso al dictador Saddam Hussein en 2003, las grandes decisiones las habían tomado por consenso los partidos chiitas, sunitas y kurdos del país.
Cualquier candidato a primer ministro necesita finalmente el apoyo de una clase política dividida, de los liderazgos religiosos chiitas, del vecino Irán, de su rival Estados Unidos y ahora también de quienes protestan en las calles.
Una de las voces más influyentes de la política iraquí en los últimos años ha sido el clérigo chiita Moqtada Sadr, que lideró la milicia antiestadounidense el «ejército del Mehdi» después de la invasión y desde entonces se ha reconvertido en un político populista.
En este momento controla el mayor bloque del Parlamento y varios ministerios.
Pero apoyó las protestas cuando estallaron en octubre y sus seguidores fueron los mejor organizados de todos.
Hace una semana, dio un giro en su apoyo a las manifestaciones y sus fieles seguidores desmantelaron las carpas en los campamentos erigidos en el país.
Pocas horas después de la retirada de Sadr, la policía empezó a destruir los campamentos de los manifestantes y cerca de una docena de personas perdieron la vida, según fuentes médicas y de la propia policía.
Pero el viernes parecían estar de vuelta y Sadr instó a sus seguidores a «renovar la revolución pacífica y reformista».
El sábado, volvieron a salir a las calles, instalando nuevas carpas junto a manifestantes no alineados políticamente que ocuparon el terreno cuando se retiraron los sadristas.
La violencia se ha reducido drásticamente.
«Desde el retorno de los sadristas, hemos puesto en marcha una especie de alto el fuego y no se han lanzado gases lacrimógenos contra los manifestantes», dijo a la AFP un miembro de las fuerzas de seguridad cerca de la Plaza Tahrir, el epicentro de las protestas en la capital.
Presionar por avances
Más de 480 personas han muerto desde el inicio de las protestas en octubre, la mayoría manifestantes muertos por disparos o granadas lacrimógenas militares.
Los manifestantes de la Plaza Tahir habían rechazado varios nombres sugeridos para primer ministro, incluido el Mohammed Tawfiq Allawi.
La máxima representante de la ONU en Irak, Jeanine Hennis-Plasschaert, pidió avances a lo largo de la semana. El viernes tuiteó que es urgente una solución para «romper el estancamiento político».
Y el máximo representante religioso del país, el ayatolá Ali Sistani, se sumó a la presión el viernes, pidiendo que Irak acelere la formación de un nuevo gobierno. «Es imperativo la celebración de elecciones, para que el pueblo pueda expresarse», dijo el líder religioso chiita.
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