En 2015, poco después de que Soma Ghosh, que ahora tiene 36 años, comenzara un nuevo trabajo como consejera de carreras profesionales, comenzó a sentir terror de tener que ir a su oficina.
Tenía un compañero que criticaba constantemente su trabajo, la culpaba de los errores de los demás y la humillaba en público.
Esta constante intimidación -o bullying en inglés- empezó a pasarle factura.
Ghosh empezó a tener síntomas de ansiedad y depresión, y su cuerpo reaccionó con insomnio, recurrentes resfriados y síntomas gripales.
Además en su axila apareció un bulto y tenía dolores en articulaciones como los dedos, manos y hombros provocados por la presión de trabajar durante largas horas sin descansar adecuadamente.
Los investigadores conocen desde hace tiempo los efectos negativos para la salud mental del acoso laboral.
Pero solo recientemente se han descubierto indicios de que este acoso también podría tener graves efectos sobre la salud física.
Riesgos para el corazón
Un equipo de investigadores de la Universidad de Copenhague, liderado por el científico Tianwei Xu, analizó datos de casi 80.000 empleados -hombres y mujeres- en Suecia y Dinamarca.
Sus resultados fueron publicados en 2018.
Al iniciar su estudio, los investigadores compararon los registros médicos de los participantes que habían sufrido acoso el año anterior, y luego buscaron en los registros de salud si habían desarrollado alguna enfermedad cardiovascular en los siguiente cuatro años.
De este primer análisis surgió un patrón claro, tanto de los datos de hombres como de las mujeres.
Entre el 8% y el 13% de los encuestados que afirmaron haber sufrido acoso laboral tenían 1,59 veces más probabilidades que los otros voluntarios de desarrollar una enfermedad relacionada con el corazón, como puede ser una enfermedad cardíaca pero también un derrame cerebral.
En otras palabras, la incidencia de problemas relacionados con el corazón aumentó en un 59% en las personas víctimas de acoso en comparación con los que no habían sufrido algo así.
Esto se mantuvo incluso después de que los investigadores tuvieran en cuenta los factores de riesgo, como el índice de masa corporal y si una persona era fumadora o no.
También descubrieron una relación entre el sufrimiento y la respuesta: cuando los participantes decían que eran acosados frecuentemente, mayor era su riesgo de desarrollar problemas cardíacos.
Tras extrapolar sus hallazgos a toda la población, Xu explica que si existe un vínculo entre el acoso en al trabajo y las enfermedades cardíacas, significa que si «eliminamos el bullying en el lugar de trabajo podríamos evitar el 5% de todos los casos de dolencias cardiovasculares».
También diabetes
Aunque el diseño del estudio no prueba esto, sería bastante probable si fuera cierto.
El corazón no es lo único que podría verse afectado por el acoso laboral.
En un estudio similar con participantes en Suecia, Dinamarca y Finlandia, los investigadores de Xu descubrieron que haber sufrido acoso en el trabajo estaba asociado con un riesgo 1,46 veces mayor de desarrollar diabetes tipo 2 en los 10 siguientes años.
Es cierto que estos estudios epidemiológicos basados en observaciones no pueden demostrar que el acoso laboral causa problemas cardíacos y diabetes.
Es posible, por ejemplo, que ciertas vulnerabilidades mentales preexistentes aumenten el riesgo de que una persona acosada tenga un mayor riesgo de desarrollar problemas de salud física más adelante.
Sin embargo, Xu y sus colegas creen que existen mecanismos plausibles que podrían explicar cómo el bullying lleva directamente a enfermedades físicas.
Estas incluyen niveles crónicamente crecientes de hormonas del estrés y la adopción de conductas dañinas, como comer en exceso o beber demasiado alcohol.
Los investigadores planean explorar estas posibilidades en futuros trabajos.
Sin embargo, por ahora, Xu dice: «Los directivos deben ser conscientes de las consecuencias adversas para sus empleados del acoso laboral» y aconseja a las víctimas de bullying que «busquen ayuda lo antes posible».
El papel del espectador
Pero crear programas y sistemas que eviten el acoso laboral no va solo en beneficio de quien lo sufre, lo empleados que lo presencian también pueden experimentar efectos adversos para la salud.
Investigadores del Instituto de Psicología del Trabajo de la Universidad de Sheffield descubrieron que incluso sin experimentar bullying directamente, el personal que fue testigo del abuso vio disminuido su bienestar relacionado con el trabajo.
Se sintieron incluso más deprimidos.
Investigaciones anteriores de la Singapore Management University conluyeron de manera similar que la experiencia indirecta afecta la salud mental de los testigos y esto, a su vez, afecta su salud física.
Otra investigación de la Universidad de Sheffield también muestra que el simple hecho de presenciar el acoso puede hacer daño a los empleados que carecen de apoyo social o que son de naturaleza pesimista.
El profesor Jeremy Dawson, coautor del estudio, aconseja hablar de ello si se ha presenciado acoso laboral.
«Esta conversación puede ser con la víctima (por ejemplo, preguntando cómo le va), u otros (que puede tratarse de formar un plan sobre cómo abordarlo, o puede ser simplemente compartir experiencias)», escribe.
También alienta a los empleados a denunciar el acoso de cualquier manera posible, a través de canales oficiales, un manager o cualquier otro colega.
Dados los efectos aparentemente amplios y dañinos del acoso en la oficina, tanto para las víctimas como para los espectadores, es más necesario que nunca crear una cultura de colaboración en la que el tabú del acoso sea erradicado antes de que arraigue.
Soma Ghosh, que desde lo sucedido en aquella oficina ha puesto en marcha su propio negocio como consejera profesional para mujeres, dice que los empleadores deberían hacer más para proteger a sus empleados del acoso laboral.
Afirma que si hubiera sabido los resultados de la investigación, habría renunciado a su trabajo incluso antes.
Ghosh insta a cualquiera que crea que está experimentando problemas de salud física o mental como consecuencia del bullying a que hable con alguien, como un médico de cabecera o un consejero.
«No es algo que desaparecerá solo», advierte.
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