La tentación de dedicarle este espacio semanal de opinión a un caso muy protuberante en este instante que tiene que ver con la extradición de Aída Merlano es grande. Lo es por la diatriba política que se ha suscitado entre los dos países fronterizos en relación con el espectacular escape de la cárcel del Buen Pastor de Bogotá y de Colombia de la ex senadora condenada por corrupción.
Hoy Merlano, quien apareció por obra del Espíritu Santo en Maracaibo, se encuentra bajo la custodia, o deberíamos decir bajo protección, del régimen de Maduro.
Este régimen ha detectado en este episodio la ocasión perfecta para meterle el dedo en el ojo al presidente de Colombia, quien en legítimo derecho debe estar interesado en que la condenada por la justicia no se quede en suelo revolucionario y regrese a la jurisdicción de su país a recibir el castigo a que es acreedora. Esta perita en dulce, o como habría asegurado Chávez, este dulcito de lechoza ubica a los maduristas en posición de darle un golpe bajo al mandatario que desconoció a Nicolás Maduro, Iván Duque, quien se permitió el dislate de calificarlo como un usurpador de la Presidencia de Venezuela. ¡Qué delicia darle un puntapié al presidente cachaco y someterlo a un chantaje burdo!: “Si no establecemos consulados mutuamente para dirimir este caso, la señora se quedará en tierra bolivariana, no hay otra”.
Es una aberración, por decir lo menos, que dos países que no mantienen relaciones diplomáticas por decisión bilateral, puedan sanamente dirimir otros asuntos a través de relaciones consulares. Porque es que la Casa de Nariño desconoció al régimen de Maduro cuando formalmente reconoció a Juan Guaidó dentro de su presidencia interina y ha estado interactuando con él.
Maduro pide lo imposible, pero no por ignorancia. Sabe demasiado bien que el episodio de la deportación/extradición caerá en un limbo perverso, pero airearán cada cierto tiempo lo bien que le va a Merlano como detenida en Venezuela, un país respetuoso de las normas y donde no se tortura a nadie.
¿Cuál creen que será la inclinación natural de Merlano? ¿Regresar a su país a ser juzgada con el rigor de la ley o ponerse las alpargatas para bailar pegado con el régimen madurista y hacerle eco a cuanta barbaridad le parezca a los grandes jerarcas que debe apoyar para conseguir un tratamiento adecuado?
De esta medicina, del uso del chantaje en la esfera de las relaciones externas y de la compra de voluntades, tenemos buenas demostraciones en el pasado –acordémonos del papel desempeñado por el madurismo en las Conversaciones de Paz de La Habana–. Y de cómo a billetazo limpio se alquilan conciencias y apoyos hasta de fichas de la oposición, o de cómo se cambian cajas CLAP por votos.
Asi que esta no es más que otra nueva patada en la espinilla de Duque y hasta de menor calibre. Disfrutan porque las relaciones entre los dos países están tensas por el apoyo que desde Bogotá se le está dando a las ejecutorias de Guaidó, por su colaboración en el montaje de una gira que dará de qué hablar en la esfera global durante muchas lunas, por su comandita con Estados Unidos en este terreno, por su liderazgo en el continente a favor de las libertades y los derechos humanos. Se regodean infantilmente de poder ponerle al gobierno de Colombia unos cuantos palitos en las ruedas
Nada como eso será aceptado por el inquilino de la Casa de Nariño. Esperarán tiempos mejores mientras, eso sí, perifonean a los cuatro vientos la irregularidad de no permitir a Interpol hacer el trabajo que debe ser hecho de acuerdo con compromisos internacionales que todos los países deben cumplir. Para Maduro esto no es sino otra “raya más para un tigre”.
Lo cierto es que mi intención era hablarles hoy del hecho notorio de que Colombia, según el FMI, será la economía que más crezca en la región este año. Pero como ese tema tiene mucha tela que cortar, podemos esperar hasta la semana que viene.
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