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Sobre algunas aporías de la democracia actual (II)

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Se sugiere la reinvención normativa de la democracia sin pérdida de sus referentes esenciales, pero adecuándolos a las realidades distintas que plantea el siglo XXI, comenzando por lo esencial: el restablecimiento del tejido social bajo un denominador común que sea sensible a los valores democráticos, en modo tal que se refleje en las nuevas categorías constitucionales que deban ser formuladas”. Asdrúbal Aguiar

Es ya más que frecuente, una certeza regular y presente, en cada uno de los recientes análisis sobre la democracia y aquellos raros sobre la teoría de la democracia, encontrar críticas sobre la marcha del sistema, su nomos y su eficacia. Tal vez sea tiempo de admitir que muchas preguntas quedan sin respuesta, habida cuenta de las carencias u obsolescencias epistémicas que derivan del cosmos social actual y de las dificultades para advertir su especificidad y los elementos que lo descubren e integran. El mundo, la sociedad, los valores, el hombre, mutaron y cambian aceleradamente si es que podemos captar el movimiento en esta ecuación existencial empapada de instantaneidad.

Y no es sencillo hacerlo porque, como recuerda Sartori, los conceptos que como herramientas utilizamos para comprender en ellos los fenómenos que observamos se han estirado tal vez demasiado y no logran los susodichos albergar en su seno racional, el compendio de sus distintos e incluso nóveles elementos en  sus inevitables límites.

Acontece entonces con la democracia, como pasó a mediados del pasado siglo XX con el vocablo poder, que ya Arendt o Aron, entre otros, lamentaban percatarse de la falta de cohesión o elaboración y tal vez, desnudando en considerable atraso epistemológico pero lingüístico de la ciencia política para proporcionar sustento a las reflexiones que sobre ese constructo se postulaban. Cuesta bastante definir hoy a la democracia y, se hace más importante no solamente definirla sino seguirla, hallarla, precisarla, siendo que un elevado nivel de incertidumbre la rodea.

Los parámetros de las sociedades de este momento tienen en común la fascinación por el espectáculo y la mimetización de las personas en un ambiente en el que las individualidades coadyuvan por una definición que además aporte una identidad, una suerte de imagen de marca que tendría cada cual y ello, en detrimento de los referentes societarios que otrora servían para distinguir unos de otros. Me tocó presenciar en una ocasión una marcha de zombies y confieso que un lote importante se sentían tales, ni más ni menos.

El resultado conlleva igualmente una conducta que se particulariza, afectando a la comunidad democrática que antes se homogeneizaba en la vastedad de la noción de ciudadanía pero que ahora carece de empatía, reduciendo su desempeño en el espacio de su pretendida diferenciación, en el cuadro de su personalidad que no es habitual sino en cuanto es diferente.

Nunca como ahora la democracia, sistema social y valoración compartida, se muestra más apartada en el pretendido ejercicio de la libertad que se encierra más bien en construcciones sociales en las que la presencia es limitada y mínima la participación. Segmentaciones de diversa naturaleza, origen, denominación se perciben y se reclaman suficientes como para no requerir de otros concurrentes o acaso para, ante ellos, fijar distancias.

Todas esas agrupaciones tales como el feminismo, LGBT, gamers, ecologistas radicales, xenófobos por citar algunos, no se asumen como miembros de ninguna expresión social distinta a esa que los reuniría y definiría. Es un mundo que a nombre del valor social de la igualdad ha tallado un espacio para el colectivo de las individualidades, la membresía política tropieza con auténticos antagonismos. Lo que la diferencia es lo único que los une. Una suerte de solipsismo compartido dibuja las distintas figuras de una geometría social que atinaría solo como parte de un rompecabezas, un puzzle, en el que si bien se admite un común denominador no supone nada ante aquel que en la excepción los define y amasija.

La llamada generación millenial asume su entorno como un lastre con el que y a pesar de ello, debe transitar su búsqueda de la novedad que la totaliza y fascina. El presente no es más que la expectativa del futuro que se mide por las convincentes innovaciones que no por tales, menos rutinarias. La democracia que conocemos no metaboliza cómoda esos giros que la desbordan y la dejan siempre, aún en las sociedades más permisivas, varios pasos atrás.

Le falta pericia a la propuesta democrática para convencer, para atraer simplemente. La ecuación vital conoce una novación permanente, ante la compulsiva demanda del imperativo comunicacional que no por ello es otra cosa que el establecimiento de vasos comunicantes en el mismo continente social, político, económico pero no en el mundo que los rodea.

La búsqueda democrática colisiona en sus movimientos porque ofreciendo libertades culmina cediéndoles los espacios al individualismo de esos grupos y segmentaciones refractarias a los otros y al conjunto que incluye a todos. Es una auténtica aporía la que la democracia del momento exhibe y muy a su pesar debe asumirlo.

Paralelamente debe la democracia percatarse que vivimos y lo he repetido antes, el tiempo de la mentira, la tergiversación, la deformación, la adulteración e incluso, de la osada e impúdica sustitución ante todos de la verdad por la versión oficial de algunos y por si fuera poco, hay que agregar al menos, dos elementos más; la ideologización del espectáculo y, la admisión del relativismo que lo debilita todo. Nada es lo que dicen que es, hay que recordar y lo he hecho a menudo, que frente a ese discurso difundido solo podemos ripostar con la verdad, susceptible también de contrariar a los mercaderes del falso consenso que todo lo matizan.

Unas breves consideraciones sobre lo que es la teoría democrática y para ello invitamos, acotamos a nuestros comentarios, a partir de un interesante trabajo que además lleva ese título y cuya autoría corresponde a politólogos norteamericanos. En efecto, ab initio se resalta una interesante constatación que evidencia, en el estado del arte correspondiente a la temática, una sorprendente inactividad que se remonta a 1979 con la publicación de un texto de James Alfred Pennock en el que no se responde a la pregunta sobre qué es la democracia, pero responder esta pregunta resulta ser bastante más difícil que plantearlo. Pennock (1979) no responde la pregunta por sí mismo; deja esa labor a la posteridad, solo afirmando que “la frase [teoría democrática] se usa a menudo como si representara un cuerpo de doctrina claramente delimitado y acordado; pero eso está lejos del caso. Incluso la cuestión de qué temas debería incluir es objeto de un amplio “desacuerdo”.

Quizás lo único que los teóricos democráticos podrían estar de acuerdo sobre la teoría democrática es que es diversa, incluso de naturaleza incipiente. Robert Dahl (1956), por ejemplo, argumentó que «no hay una teoría democrática, solo hay teorías democráticas». También hay una letanía de reclamos rivales, ahora principalmente históricos, en el corazón de la democracia, y hasta ahora se han documentado más de 22 descriptores adjetivos de democracia (Gagnon 2018). Además, muchos teóricos democráticos contemporáneos comparten una ética pluralista preocupada por evitar un cierre autocrático en torno a lo que constituye la teoría democrática (ver, por ejemplo, Bader 1995; Blokland 2011; Erman 2009; Held 2006; Martí 2017; Moscrop and Warren 2016;). Sin embargo, el simple hecho de reconocer y abrazar esta diversidad por sí solo nos lleva tan lejos. (What Is Democratic Theory? Rikki Dean, Jean-Paul Gagnon, and Hans Asenbaum 2019).

Advierto que una materia tan atractiva desde el punto de vista del conocimiento y la academia, apenas deje, como lo afirma el estudio citado, testimonios mínimos de examen y, por cierto, ningún intento de problematización que hubiera servido al menos para desentrañar parangones que nos asistieran hoy en la tarea, convoca y glosa una dinámica que nos ayudará de algún modo y que trabajaremos, Dios mediante, la semana próxima.

[email protected]

@nchittylaroche

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