En las constituciones inspiradas en la independencia, libertad y autodeterminación, la soberanía reside en los ciudadanos, pero para facilitar la comprensión se ha igualado con el término “pueblo”, que en las mentes más simples solo abarca a los pobres, a los olvidados y oprimidos. Como son mayoría asumen automáticamente que siempre tienen la razón. El extremo fue aquella frase ajena a la verdad y oportunista del presidente Rafael Caldera: “El pueblo nunca se equivoca”.
Los pueblos, sobre todo, cuando actúan y deciden como masas se equivocan en extremo y les cuesta mucho dolor y sacrificio superar las tragedias que causan. Vean hasta dónde nos trajo haber aceptado calladitos aquel juramento “sobre una constitución moribunda”. La historia sería otra si la sociedad civil –esto es, las instituciones, los grupos de opinión, los vecinos organizados, los académicos, las organizaciones políticas y todas las demás vertientes de la participación ciudadana– no hubiesen tomado a chiste la propuesta de sustituir la democracia representativa por el engaño que escondían detrás del eslogan “democracia participativa y protagónica”.
La demolición de la poca institucionalidad que se había construido y que los partidos le dieran la espalda a las propuestas de reforma de la Copre, la Comisión Presidencial para la Reforma del Estado, facilitaron que la demagogia y el mesianismo tropicalero se impusieran sobre la razón. Antes hubo una campaña planificada y bien pagada contra la corrupción y, a veces, contra el narcotráfico, hoy extrañamente solo son enjuiciados por corrupción opositores que no han ejercido cargos públicos. Venezuela es el único país que no ha investigado las tramoyas de Odebrecht.
En poco más de un par de décadas, si se toma la defenestración de Carlos Andrés Pérez como el punto de implosión del sistema en vigor desde 1958, no solo le cambiaron el nombre y la bandera al país, sino que desbarataron el modelo de funcionamiento social y económico que había mantenido a la población lejos de la penuria humanitaria que trajeron los salvadores que prometieron una “patria bonita”, que es lo inverso de la crisis humanitaria que cada día se profundiza.
El engaño fue descarado y criminal. Comenzaron reivindicando como valores la pobreza, la ignorancia y el vivalapepismo. Sin embargo, al tiempo que repetían que ser rico era malo amasaban fortunas de miles de millones de dólares, no de unos pocos miles. Los rateritos que levantaron tantos polvos y escándalos fueron sustituidos por verdaderos zares de la apropiación indebida. Aparecieron muy honrados con finas corbatas de seda italiana y trajes de firma, brindando con escocés de malta de alta gama.
Los presuntos defensores de la transparencia administrativa, los guerreros por la libertad de expresión y antiguos acorazados de las reivindicaciones del gremio periodístico –dos con el apellido Rangel y dos más hermanados como Villegas, entre otros–, los voluntariosos de la revolución democrática y los que se quemaban el pecho por la vigencia de los derechos humanos devinieron en criaturas ganadas para el odio, la tortura, el asesinato, la tortura y el robo descarado. Con lenguaje inverso, claro: sus palabras significaban lo contrario de lo que anunciaban.
El mensaje inverso empezó temprano y no precisamente con el anuncio de que iban a freír en aceite bien caliente la cabeza de adecos y copeyanos, aunque a falta de aceite han utilizado otros métodos de cocción, que no se limita a los seguidores de AD y Copei. Abarcan a gente de la izquierda racional, a ex compañeros de ruta y a cualquier otro que no muestre satisfacción con el régimen. Comenzó con la “dignificación” de los niños de la calle, que pronto se multiplicaron y son mujeres, hombres y ancianos en condición de calle. El “rescate de tierras ociosas” fue apropiación y destrucción de tierras productivas; la modernización de la Cantv, volver a la incomunicación; la renacionalización de las empresas básicas, el cierre de Sidor, Venalum, Bauxiven, Ferrominera y un largo etcétera al grito del galicismo: “Así, así, así es que se gobierna”; la democracia participativa y protagónica se manifestó en la acumulación de todos los poderes en el mandón de Miraflores: redacta las leyes, las ejecuta y también sanciona a quien las incumple. Pero el inverso más inverso lo vemos en la teoría y praxis de los conceptos de soberanía, independencia, autodeterminación y lucha contra los imperialismos de toda calaña y condición.
Desde que el Coba criollo participó que llevaba a los venezolanos al “mar de la felicidad” que era Cuba se profundizó y se hizo más expedito el viaje inverso, la vuelta a los tiempos precolombinos con un cacique y piaches como timoneles de la voluntad popular. Poco a poco los apparátchiki del Partido Comunista cubano fueron ocupando el papel del yoruba, del brujo; de asesores de todos los asuntos. Eran los que sabían cómo dominar las bases, al pueblo, y evitar que se insurreccionaran.
En un acto de “soberanía” (inversa) le entregaron al gobierno cubano, junto con 100.000 barriles diarios, la administración de los registros y notarías, la salud pública, el entrenamiento deportivo, la aniquilación educativa con títulos vaciados de conocimiento a través de misiones y de “universidades bolivarianas”, las labores de inteligencia y contrainteligencia militar, el control del armamento de guerra, mientras que la promoción de la ideología posmodernista quedaba en manos del español Juan Carlos Monedero y la economía bajo el mando de otro hispano, Alfredo Serrano Mancilla.
La carrera inversa llegó a un tope inesperado y muy superior, pero no el último, con la incorporación del embajador cubano al Consejo de Ministros, que no es un acto pleno de soberanía como pregonan, sino vulgar entrega, alta traición. Salen fotos de soldados rusos, oficiales y suboficiales, paseando con el uniforme de las FANB en el Círculo Militar de Caracas, en hoteles de Ciudad Guayana y en la frontera tachirense con Colombia, pero no es intromisión, es cooperación. Lenguaje inverso. Los militares venezolanos se le cuadran a los oficiales cubanos a cargo de la seguridad y la operación del aeropuerto de Maiquetía, obvio no son agentes de la CIA. Vendo diccionario inverso.
@ramonhernandezg
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