Es una desdicha que Venezuela se haya quedado rezagada con relación al dinamismo cultural de otras sociedades. El régimen chavista agotó inmensos recursos y un valioso e irrecuperable tiempo en copiar el fracasado modelo cubano y en imponer mitos populistas que contradicen toda creación de valor. En lugar de invertir en conocimiento, una camarilla gansteril robó y despilfarró 900.000 millones de dólares y después de 20 años a la deriva, sin objetivos de desarrollo, donde destruyeron la cadena ecológica de la democracia y sus valores culturales, el país está comenzando a estremecerse en su propia fragilidad.
Sin entrar a analizar las poderosas economías creadas por la inversión en conocimiento, muchos países se nutren de nichos económicos relacionados con la cultura y las artes a sabiendas de que son poderosos motores de sus economías y contribuyen a su posicionamiento mundial. Veamos a continuación algunos ejemplos de esto último.
Pese al clima de agitación social que vivió París el año pasado, el Museo del Louvre recibió a 9 millones de visitantes y organizó 500.000 visitas guiadas a estudiantes. Otros espacios culturales no se quedan atrás, el Musée d’Orsay acogió a 1.584.026 visitantes y el Centro Pompidou a 1.038.832, mientras que La Villette vendió 1.423.170 entradas de Tutankhamon y para la exposición de Leonardo Da Vinci, que se inaugurará en febrero, se están vendiendo 100.000 entradas diarias. En Italia, el conjunto de sus museos acogió a 50 millones de personas. Por su parte, el Museo del Prado en Madrid, el año pasado aumentó las visitas a 3.353.685 y aporta, en el ámbito de la economía y empleo en España, unos 745 millones de euros. En su informe anual, la institución que cuenta con un presupuesto anual de 45 millones, estima en unos 25 millones la contribución directa, unos 607 millones la indirecta y en 113 millones en los sectores de entretenimiento, transporte, proveedores, hostelería y restauración.
En los países desarrollados, el sector cultural y artístico es tomado tan en serio que, en Estados Unidos, su contribución a la economía representa 4,2% del PIB de ese país. Para citar algunas cifras, los museos en Estados Unidos generan ganancias por el orden de los 5.300 millones de dólares y el comercio de arte 21.000 millones. En una ciudad de 8 millones de habitantes como lo es Nueva York, el sector creativo emplea a más de 300.000 personas. Otro aspecto interesante es el de los 133.895 miembros, entre donantes y abonados, del Metropolitan Museum de Nueva York (el Louvre cuenta con 60.000 amigos) que proporcionan solidez a los fondos de la institución acumulando el año pasado 3.200 millones de dólares producto de donaciones.
La inversión en cultura y artes es el camino hacia la prosperidad de cualquier sociedad, de allí que los montos destinados a la construcción de complejos culturales en el mundo entero en 2017 fueron de 9.900 millones de euros, añadiendo el Louvre Abu Dhabi. En 2019, la suma de 8.000 millones se distribuyó en 58 proyectos en Estados Unidos, 44 en Europa y 26 en Asia y Medio Oriente, incluyendo el He Art Museum que en la actualidad proyecta el arquitecto japonés Tadao Ando en Forshan, China, así como los 17.000 m2 del Hayy Creative Hub en Djeddah, Arabia Saudita.
A las cifras anteriores hay que añadir el negocio que representa la producción de las 140.000 exposiciones que se inauguran cada año en museos y galerías en el mundo entero, monto que asciende a los 5.900 millones de dólares.
El mercado global del arte facturó en 2018 67.700 millones de dólares y se estima en 70.000 millones de dólares en 2019. El arte se ha convertido en un verdadero fenómeno de las finanzas y economías mundiales. Sobre esto último cabe decir que en 2019 se vendieron 71.400 obras de arte contemporáneo, algunas por cifras récords en la historia del arte, como el Rabitt de Jeff Koons, subastado en 91 millones de dólares, Portrait of an Artist de David Hockney en 90 millones de dólares y el Devolved Parliament (los simios en el Parlamento inglés) del anónimo Banksy, 12 millones de dólares (9,9 millones de libras esterlinas). Debido a los altos montos que mueve este mercado, las casas de subasta como Sotheby’s y Christie’s mantienen al día sus directorios de los Ultra High Net Worth Individuals, un pequeño segmento social de las élites mundiales que se trasladan de país en país adquiriendo obras de arte después de haber entendido que les resulta más rentable que invertir en la bolsa de valores. Mágicamente transforman objetos de arte en activos de alto grado de inversión.
Después de este breve recuento de cómo en las democracias liberales donde impera la economía de mercado, el acontecer artístico contribuye a sus economías, nos damos cuenta de que Venezuela se ha quedado rezagada de esta dinámica global, en contraste con la intensa actividad cultural y artística del país durante el período democrático, cuando Venezuela aparecía en los titulares de las secciones culturales de los más importantes medios del mundo.
Después de estos veinte años de ignominia y pobreza mental, el país ha desaparecido del escenario artístico internacional. Hoy solo es mencionado en las páginas rojas de los diarios internacionales debido a la crisis humanitaria, a las investigaciones sobre corrupción de la corporación criminal que lo gobierna, a sus alianzas con organizaciones terroristas, a la destrucción de la selva amazónica y a la orfandad y violación de los derechos humanos que padecen los venezolanos.
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