A menudo las cucarachas son insectos sometidos al desprecio del público en general. De forma peyorativa, la gente emplea expresiones tales como “te voy a aplastar como una cucaracha”, e incluso desde un punto de vista histórico, en el genocidio de Ruanda, por ejemplo, los tutsis eran calificados como “cucarachas” por parte de los homicidas hutus.
Sin embargo, desde otro enfoque, las cucarachas, a pesar de su aparente debilidad y fragilidad, han demostrado estar dotadas de innumerables cualidades. Una de ellas, tal vez la más resaltante para los efectos de este corto escrito, estriban en el hecho de que las cucarachas han demostrado tener una capacidad formidable de sobrevivir a las crisis más complejas. Dicen los expertos que las cucarachas han logrado sobrevivir meteoritos, subsistir después de los dinosaurios, y ya en tiempos más modernos, a las técnicas de fumigación más avanzadas (sin contar, por supuesto, los consabidos chancletazos).
Visto así, las cucarachas tienen muchas lecciones que darnos a los venezolanos. O dicho de otro modo, a través de la difícil coyuntura que atraviesa nuestro país, quienes hacemos vida dentro de Venezuela debemos buscar ser como las cucarachas: unos seres dotados de una fortaleza inconmensurable capaz de enfrentar y derrotar las crisis más profundas, a pesar de que nadie lo creía posible.
De este modo, todo el proceso que se ha vivido en las últimas décadas, lejos de amainar nuestro espíritu debe servirnos como simiente para la consecución de nuevos propósitos y, concretamente, para la edificación de ese país que tanto se añora. Al igual que las cucarachas lograron propagar su especie en la adversidad, los venezolanos debemos ser capaces de darle continuidad a nuestro gentilicio, nuestra condición e idiosincrasia tomando como base ese férreo sentido de sobrevivencia.
Esa fortaleza, ese gran sentido de vivir, sin embargo, debe verse con cuidado. Es común escuchar que quienes logren salir airosos de la coyuntura socialista se convertirán en una suerte de superhombres dotados de las mayores capacidades de resistencia para enfrentar una nueva Venezuela. Si bien es innegable que haber pisado un terreno minado de tantos obstáculos otorga una experiencia y un conocimiento invaluable, las expectativas de cambio deben sopesarse con la imperativa necesidad de adaptarse a las nuevas circunstancias.
Por ello, lo que en un momento sirvió no necesariamente es útil y aplicable en un momento futuro. Por lo que no necesariamente todo el bagaje adquirido podrá ser extrapolado a un nuevo escenario en el porvenir.
Hecha esta advertencia, sin embargo, recapitulamos nuestro llamado. No todo lo vivido en estos tiempos puede constituir un símil de la desgracia, y si bien es innegable la capacidad destructora del socialismo -suficiente evidencia empírica así lo sustenta- también la realidad vivida ha debido otorgar algún tipo de anticuerpos a alguna parte de la ciudadanía para que sea capaz de defenderse frente al mal.
Si después de dos décadas todavía hay venezolanos que se niegan a claudicar, el saldo no puede ser del todo negativo, puesto que existen incentivos para pensar que en algún espacio, así sea reducido, en la ciudadanía se gesta un proceso reflexivo que reniega la claudicación y asume su existencia como una misión de transformación. En medio de tantos problemas y del arranque de un año que se presenta lleno de incertidumbres, una nota de optimismo -esperemos no infundado- se hace necesaria. Así lo sugieren las queridas cucarachas.
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