El gobierno de Nicolás Maduro filtra a los medios lo que el régimen estima necesario que se sepa –verdadero o no– o aquello que consideran que debe ser discutido de cara al público. Las realidades son manipuladas de manera perversa pero estratégica para sus propios e inconfesables fines. Los comunicadores de los medios que se mantienen independientes del patrocinio gubernamental en Venezuela deben hacer malabarismos para interpretar la maliciosa manipulación que el madurismo hace de nuestras realidades. La cantidad de fake news es monumental cuando la fuente parte de Miraflores.
Pero si el tema es de difícil manejo para los venezolanos, no hay sino que imaginar lo complejo que puede resultarle el tema a la distante y desprevenida prensa colombiana. Uno de los platos fuertes de la semana pasada y que fue recogido en los principales medios vecinos fue la convocatoria de Nicolás Maduro a ejercicios militares en las principales ciudades del país para los próximos 15 y 16 de febrero.
La fina estrategia noticiosa que salía de “palacio” iba bastante más lejos que alarmar a los colombianos. Pretendía dos objetivos claros: distraer al venezolano de a pie de la atroz cotidianidad que le toca vivir en lo económico y en la ausencia de servicios, para prestarle atención a una supuesta e inmediata agresión externa, para la cual el alto gobierno se estaría preparando con dientes y muelas.
Además, aspiraba a transmitir a terceros que en este momento la oficialidad venezolana se encuentra secundada por un peso pesado en las lides militares. No solo le pusieron decibeles a la cooperación petrolera rusa y a su colaboración en el rescate de Pdvsa y algunas empresas del Estado en situación de destrozo total. Desde Miraflores se cacareó cómo el régimen está siendo apuntalado por los soviéticos en el diseño de una política económica y monetaria que salvaría al país de la debacle en la que nos ha sumido la agresión externa norteamericana por la vía de las sanciones internacionales. Es decir, ya no es China el socio perfecto para el régimen totalitario que lleva 20 años manejando al país. Es ahora Rusia, encabezada por el propio Vladimir Putin, quien pasa a ser el factotum de los asuntos venezolanos.
El mensaje iba, por bandas, a los colombianos y el régimen alcanzó su propósito de quitarles el sueño a los vecinos. Del otro lado de la línea fronteriza los medios pusieron el acento en la presencia de efectivos militares rusos en las zonas aledañas del Táchira, destacando que el líder chavista “prepara la defensa de la soberanía» frente a «planes intervencionistas» de Estados Unidos y aliados regionales como Colombia».
Habría que hacer un llamado a la sindéresis de los colegas de los medios neogranadinos o a un mejor equilibrio en el juicio de las estridencias del madurismo.
Muy lejos está la Rusia de Putin de querer meterle el hombro a Nicolás Maduro en un eventual rifirrafe con Colombia. Bastante lleno tiene el plato Moscú en sus enfrentamientos con Estados Unidos a través de sus coaliciones en Medio Oriente. En el caso venezolano apenas lo anima el deseo de salvar “del ahogado el sombrero”. Sus intereses en Venezuela no son estratégicos, son de significación económica sin duda, pero no hasta el punto de volverse parte de una acción militar en la que se involucre Estados Unidos.
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