¿Solo nuestra voluntad participa en el modo como se desenvuelven nuestras vidas? ¿Qué nos habrá de ocurrir si es la voluntad de otro grupo de personas, organizadas con base en un modo, en un modelo, en un sistema para dominar e imponernos una realidad que ellos nos delinean? ¿Que ocurrirá si se asientan durante un período muy largo, y siguen provocando cambios irreversibles a nuestras vidas y a nuestro entorno?
Aproximadamente cada 12 a 15 años se levanta una nueva generación de mujeres y hombres. Muy importantes parámetros que se han de definir, desde que se es parido, sin que nuestra voluntad haya tomado parte alguna en tal aparición, hasta iniciar la adolescencia. Esta, con su “revolución de hormonas y neuronas frescas”, puja para aportar al nacimiento también de nuevas cosas, nuevos estilos. Nuevas realidades. Desde nuevas modas o banalidades hasta nuevas ideas y conceptos. Las ideologías, y sus profundidades reflexivas del pensamiento humano, vendrán con los años. Todo va junto como formando parte de una canasta o portafolio de oportunidades en esto que llamamos vida.
Nos enfrentamos a este mundo resultante, creo hoy más que nunca, comprendiendo que hoy sobreviven viejos pensamientos y dogmas que han servido, y continúan sirviendo, como trampas para contener el avance del conocimiento, la aplicación de la ciencia y la tecnología, como auténticas fórmulas de resolución de conflictos y problemas que subsisten de manera secular en muchas sociedades atrasadas del planeta. La pobreza, el hambre, las enfermedades, por solo mencionar algunas. Sin embargo, la siembra de conciencia en valores, normas y principios no puede soslayarse y creo es uno de los motivos de buena parte de nuestros problemas.
La inmigración como respuesta natural, y por demás sana por parte de quienes la asumen como solución a realidades insufribles dentro de sus territorios, y a sus sociedades de dominación y esclavitud, significa ni más ni menos que huir como la alternativa ante el peligro, la hambruna, los padecimientos de escasez de todo tipo, y ante una paupérrima calidad de vida, sin acceso a factores que den una razonable oportunidad para cambiar y alcanzar una básica calidad vida.
Cuando no es solo un tema de entorno climático muy desfavorable, con lo cual es más que justificado emigrar, puede ser un sistema de tiranía que explota y subyuga a la población, para así a su vez explotar el territorio a su discreción. Aún a veces, cuando se es capaz de proporcionar algo de alimento, medicina y seguridad personal, desde la óptica del orden impuesto contra la delincuencia, la gente evaluará de modo espontáneo sus opciones para subsistir, sobrevivir y llegar a vivir bajo un orden sin libertad que le dé una respuesta de sobrevivencia que no deberíamos aceptar como una vida humana al 100%.
La élites capaces de proveerse de insumos básicos para la vida, y aspirar aún a más, son la que en realidad dirigen los cambios en las sociedades. La libertad de pensamiento, de expresión y de acción; dentro del orden que se establece con un grado de consenso básico en la sociedad libre. Ello no debería comportar mayor tensión entre los ciudadanos iguales ante la ley, en cualquier territorio, en cualquier país.
Con base en las anteriores generalidades sobre las que he reflexionado junto a ustedes, quiero recomenzar con este, mi primer artículo del año 2020 afincándome en nuestra realidad venezolana; la cual por cierto se ha ido tornando en la tiranía tolerada por un sector del mundo que la ha visto como una relación de provecho propio. ¡Qué tristeza la madre España! ¡Qué lástima por la hermana Argentina! Intentar justificarse en diálogos para desde allí dar respaldo a criminales antilibertarios y antidemocráticos. Respaldo a un sistema de genocidio narcocastrista, asentado en Venezuela para esquilmar las posibilidades de nuestra generosa nación, impidiéndole alcanzar su progreso en libertad y democracia.
Cada país mide, antes que nada, oportunidades y necesidades para determinar de qué forma ha de comportarse o comprometerse con la solución de fondo de sus problemas. Cada país vive su drama especifico en cada etapa de la humanidad, como el que ahora dolorosamente vive Venezuela, lo sabemos. Sin embargo, querer esconder la realidad de un país secuestrado por la intervención de un sistema castrista y narcocriminal y que se requiere un apoyo decidido de países aliados que aún no padecen de tan gravísimo cáncer es ser ciego ante el padecimiento de otros. Ello los hará también fácil presa futura de los fortalecidos criminales cuando les llegue su momento si no actuamos juntos ahora
Mientras tanto, respondámonos nosotros mismo la pregunta: ¿Qué habremos de hacer para cambiar nuestras vidas? Muchas cosas pienso, pero lo que está más que claro como única condición que no nos puede faltar a la hora de cambiar nuestras vidas es tener verdaderas ganas y ¡cojones para hacerlo!
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