Dos militares que desertaron de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana el 23 febrero de 2019 en apoyo al presidente encargado, Juan Guaidó, trabajan actualmente como carniceros en Colombia.
El 23 de febrero fue una fecha reseñada en los medios de comunicación nacionales e internacionales, porque sería el día en que ingresaría al país la ayuda humanitaria enviada desde Estados Unidos. Asimismo, el hecho tuvo impacto dentro de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana cuando varios funcionarios militares llegaron a la frontera con Colombia para huir del régimen de Nicolás Maduro, reseñó el diario La Opinión.
La historia de estos dos militares, cuyos nombres fueron modificados por el diario regional, a petición de ellos mismos, cambió en un abrir y cerrar de ojos desde ese entonces.
Juan pasó de ser teniente de la Guardia Nacional Bolivariana a deshuesar pollos, filetear jamón, salchichón y queso. Comentó que la formación militar era una ilusión en su vida, pero las circunstancias lo obligaron a buscar este empleo para subsistir.
A los 18 años de edad ingresó en la Academia Militar de la Guardia Nacional, ubicada en Caracas. Egresó con el título de licenciado en Ciencias y Artes Militares y el grado de subteniente.
«Tenía ilusión, me gustaba la formación militar, a pesar de lo fuerte. Aprendí disciplina, orden, respeto y el valor por la familia», comentó Juan. «Pasé años bonitos, aprendí bastante, pero al uno graduarse todo cambia«, agregó al recordar con dolor las órdenes de represión a los civiles.
«Era una obligación y si uno no lo hacía, iba preso. Hubo muchos muertos», expresó.
Desde su llegada a la escuela de oficiales se destacó y representó a Venezuela en los Juegos Mundiales Militares de Cadetes. En el acto de grado se ubicó en el puesto número 15 entre 240 alumnos.
Por su parte, el sargento Francisco, de 29 años de edad, con ocho de ellos en la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, cuenta que siempre quiso ser militar y logró enfilarse en la Escuela de Guardias Nacionales, donde se graduó como sargento segundo.
Comentó que aunque en un principio se sentía orgulloso de formar parte de esa institución, con el pasar de los años, empezó a desmotivarse para cumplir con las labores asignadas.
«Los beneficios que ofrecían ya no eran los mismos. Cuando pedíamos algo, siempre lo negaban. Llegué a un punto en el que hacía el trabajo más por entretenerme que por los ingresos recibidos».
Persecución del régimen
Juan recordó que se cansó de las órdenes de represión. Cuando se negó a acatar una de estas, fue enviado a prisión. Comentó que desde entonces lo perseguían, le intervinieron el celular y, por último, lo encarcelaron.
«Cuando me negué empezó todo. Estuve en un calabozo de presos comunes. Gente que yo mismo había llevado a la cárcel y me trató como un criminal. Temí por mi vida«, expresó.
Aseguró que cuando consiguió su libertad, su único pensamiento fue desertar porque sabía que pedir la baja era prácticamente imposible en medio de la tensión militar del país.
Cuando llegó el día, desertó y lo que más temía era de qué iba a vivir. Fue una preocupación que empezó a hacer estragos en su mente.
Los temores de Francisco, no se materializaron. Desertar y pasar por una trocha le cambió la vida, pues consiguió trabajo y pudo darse cuenta de que en la vida civil podía ganar un mejor sueldo que en la Guardia Nacional.
Francisco comentó que al poco tiempo de haber huido, con menos de un año de trabajo, compró un terreno en donde piensa construir la vivienda que compartirá con su esposa.
«Por ahora no vamos a tener niños. Aquí el ascenso ha sido más rápido que en Venezuela», dijo Francisco.
A pesar de los estragos y del dolor de haber abandonado su país, los ex funcionarios agradecieron a Colombia por la receptividad y la oportunidad laboral.
«Voy a gestionar un asilo. Ahora estoy ilegal. Pero aquí no tengo el peso y la presión que sentía allá, a donde no pienso regresar hasta que se vaya el régimen», agregó Juan.
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