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Un mago con la cara de Liendo

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Por ERITZA LIENDO

Eduardo Liendo es uno de esos escritores que, por su vida y por su obra, se hace querer. El honesto compromiso con el que siempre ha asumido su ejercicio literario le ha significado y le ha valido el respeto de muchísima gente dentro y fuera de Venezuela. Le ha valido también no poco agradecimiento en un mundo donde resulta tan fácil construirse reputaciones y famas en una empeñosa labor de marketing.

El caso de Liendo como escritor –como mago capaz de construir universos ficcionales con la alquimia del verbo– lo convierte en taumaturgo de la palabra. La evidencia irrefutable de ello está en sus más de doce obras editadas y reeditadas. Por eso, una vez más, quisimos rendirle tributo, y el pasado viernes 9 de agosto, en la plaza de Los Palos Grandes, ocho voces se unieron para recordarle al mismo Eduardo, y a la comunidad presente, cómo es que se hace para inscribir el propio nombre en el canon de la literatura venezolana.

Rosmery Andrade, Jesús Peñalver, Violeta Rojo, Jorge Gómez Jiménez, Moraima Guanipa, Manuel Felipe Sierra, Maria Elena D’Alessandro y Rodolfo Izaguirre se juntaron en labor de reconocimiento para revisitar algunas de las líneas maestras en la obra de Liendo.

En una puesta en escena dirigida por Luis Eduardo Ramírez y coordinada por el dramaturgo César Rojas, bajo la producción de quien suscribe (Eritza Liendo), los ponentes fueron tomando la palabra al tiempo que algunos de los personajes fueron apareciendo ante los ojos de todos. Así, los presentes pudieron ver a Ceferino Quiñónez (William Montero), a Daniel Valencia (Anthony Abellás), a Ricardo Azolar (Jean-Paul Mantilla), a Malva Granados (Elsy Manzanares), a El perseguidor (Domenico Helmeyer), a Noelia Santana (Alid Salazar),  a Olivier Alcalá (José Antonio Barrios) y, como relator, a Omar Churión, encarnando a un inédito Pericletes Peralta.

En palabras de Rodolfo Izaguirre, «fue un acontecimiento inolvidable el homenaje que se le hizo a Eduardo y el privilegio que tuve participando en él. Siempre [te] estaré agradecido. Me gustó verlo y saludarlo. ¡Sentí al abrazarlo esa vida sagrada que navega en su sangre y disfruté el prodigio de saber que estaba allí escuchando lo que se decía de él y de su espléndida obra literaria!».

Palabras similares tuvo María Elena D’Alessandro: «Quedó demostrado que Eduardo Liendo es de todos nosotros, de su amplia gama de lectores sin distinciones, entre los que se encuentran letrados, periodistas, bailarinas, magos, niños, adolescentes, cantantes, actores, músicos, FM Center, cine, televisión, rancheras, tangos y  los que quieran  sumarse. Fue una belleza de acto dedicado a él».

En efecto, la premisa del tributo fue Una aproximación afectiva a la obra de Eduardo Liendo, un acompañamiento desde la memoria, desde la proximidad cómplice del lector que ayuda a actualizar todo lo escrito para que adquiera su sentido completo, pues solo la lectura hace que los libros dejen de ser objetos inertes para empezar a existir de verdad.

El mismo Eduardo Liendo lo dijo en su trabajo sobre el oficio del escritor: «No escribo para actuar públicamente. Si en algún aspecto de mi vida quiero ser auténtico es en mi actividad de escritor. No me interesa parecer un escritor. Es relativamente fácil parecerse a un escritor. Hay una cantidad de mecanismos que permiten inventar un escritor. A mí me interesa ser, que mis libros existan de verdad, que tengan lectores de verdad. Eso deseo».

Y los libros de Liendo existen. Han sido editados y reeditados. Tienen significación, se trascienden a sí mismos. Por eso es un mago: Un mago con la cara de Liendo. Un hombre capaz de crear universos ficcionales que van de lo más realista a lo más fantástico, siempre con un anclaje en lo verosímil para que todos sintamos lo fácil que podría resultar dejar de ser una persona para convertirse en un personaje.

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