El sábado 16 de febrero en la noche un incendio destruyó 17 viviendas en San Isidro, uno de los sectores más vulnerables en la carretera vieja Petare-Guarenas. Como en otros puntos del país, San Isidro sufre cortes de electricidad. Un niño, a quien su madre ha tenido que dejar solo para ir a trabajar en un turno de noche, enciende una vela en medio del apagón que por accidente inicia el siniestro.
Los vecinos de la comunidad logran salvar al niño, pero no pueden contener las llamas. A medianoche llegan funcionarios del Cuerpo de Bomberos y de Protección Civil, pero no tienen agua y, armados con palas, solo pueden contener el incendio para que no se extienda a otros sectores del barrio.
Durante la madrugada, con las uñas, los cuerpos de emergencia y los vecinos logran desalojar a las personas pero, sin agua, no se puede “refrescar” el terreno afectado. Al día siguiente, a las 10:30 de la mañana, vuelven a resurgir las llamas. Llega un camión de bomberos que presenta una falla en la bomba, en medio de las labores, que lo inutiliza. La gente se ve forzada a extinguir el fuego con tierra.
Para ese momento líderes de las distintas comunidades de Petare ya han hecho múltiples llamados a través de las redes y han logrado que figuras como Juan Guaidó y María Corina Machado visibilicen la tragedia. La diputada Manuela Bolívar, por ejemplo, acude al lugar. Vecinos del barrio, a pesar de la dificilísima situación que están viviendo, se organizan para ayudar y hacer una primera colecta de alimentos, ropas e incluso colchones, para atender a los más de 60 damnificados. Organizaciones como Alimenta la Solidaridad, envían también suministros.
En las redes sociales se pueden ver imágenes tomadas por los vecinos del sector en las que se muestran los esfuerzos de la gente. En algunos videos vemos a personas que cargan pipotes con agua y tobos en sus vehículos particulares para enfrentar el fuego. La Asociación de Jóvenes de la zona trabaja como voluntariado. Hacia el final del domingo, las 17 familias damnificadas son trasladadas a un centro vecinal.
No es sino el domingo a las 3:00 de la tarde cuando el alcalde de Petare se apersona en el lugar para tomarse fotos en “labores de rescate”. Funcionarios de cuerpos de seguridad y consejos comunales impiden la entrada de alimentos e insumos y amenazan a vecinos y voluntarios. Dicen que no dejarán entrar la ayuda humanitaria. Las familias afectadas afirman que no pueden recibir los suministros recogidos por miedo a las represalias gubernamentales. Son personas que lo han perdido todo, tienen más de 12 horas sin comida y ahora están a la merced de un gobierno irresponsable, absurdo y cruel.
San Isidro es la expresión terrible de lo que es Venezuela en estos momentos.
Una población sometida a una crisis brutal, empobrecida, atacada por la devastación y la catástrofe, en completa orfandad frente a un Estado colapsado y cruel. Un Estado que criminaliza y persigue la solidaridad y al pueblo que la encarna y la ejerce.
Es inaceptable que los esfuerzos de los venezolanos por ayudarnos entre nosotros de manera cívica y convivencial sean hostigados y atacados por funcionarios e instituciones públicas secuestradas por el poder. Es inaceptable que nuestra tragedia y nuestro dolor sean explotados por la dictadura para ejercer sistemas de control y opresión. Es inaceptable que Nicolás Maduro y el grupo que representa traten al pueblo como un enemigo al que hay que anular y destruir.
Los venezolanos nos hemos movilizado para cambiar esta tragedia. Con el respaldo de la comunidad democrática internacional avanzamos ahora en el proceso de lograr la entrada de ayuda humanitaria y generar canales de asistencia que permitan atender la emergencia que estamos padeciendo. Un millón de venezolanos se han sumado a la red Voluntarios por Venezuela en una muestra del enorme caudal de solidaridad que embarga el espíritu nacional.
Venezuela avanza hacia un cambio profundo, democrático, colectivo y civil. Un cambio que no puede ser detenido. Un cambio que, en hechos como los sucedidos en San Isidro, encuentra más razones para hacerse real y definitivo.
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