GDA | El Tiempo | Bogotá
La llegada del nuevo año viene acompañada de sorpresas inquietantes. No debe verse solo como el comienzo de una década, sino también como el de una nueva era. La cocinera de mi casa, una buena mujer que ostenta el cándido nombre de Flor, se ha negado a seguir preparándome los huevos pericos del desayuno en una sartén de teflón. ¿Por qué? Porque en la tienda de la esquina acaba de saberse que el teflón es causante malévolo de muchas enfermedades. ¿De cuáles? “Nada menos que del cáncer”, me dijo Flor. Este utensilio ya no sirve para cocinar, sino para hacer cacerolazos por la séptima.
Otra sorpresa, más inquietante que el teflón, me llevé al abrir el periódico. Fue el anuncio de Vladimir Putin relacionado con el misil hipersónico Avangard, algo que pertenece solo a Rusia y puede cambiar su papel en el panorama mundial. En efecto, el misil anunciado por el presidente ruso es un arma de guerra nunca antes vista, capaz de alcanzar las más densas capas de la atmósfera y superar al menos en veinte veces la velocidad del sonido. Es, pues, un arma inatajable. Su alcance es de 4.000 kilómetros.
Todo esto cambia la dinámica mundial. La tensa relación entre Estados Unidos y Rusia desaparece para buscar un diálogo igualitario, según Putin. Hasta ahora, Rusia había formado un triángulo defensivo con China e Irán para proteger los estrechos de Mahler, Malaca y Ormuz. Ahora, dueña de su mortífero misil, confirmará su papel en nuestro continente fortaleciendo su alianza con Cuba, Venezuela y la guerrilla colombiana.
El calentamiento global es por primera vez un fenómeno que afecta a todo el planeta. Muchos lo pasan por alto, salvo los jóvenes como la sueca Greta Thunberg que lo ven como un peligro para su futuro. Las causas del calentamiento son debidas al quehacer del hombre. La emisión de dióxido de carbono –elemento nocivo para la estabilidad del planeta– e, incluso, la gasolina que consumen los carros o la producción de electricidad contribuyen a los efectos adversos que ya son palpables, como el deshielo de los polos, las inundaciones, la elevación en los niveles marinos que ponen en peligro muchas costas, la extinción de animales en la región Antártica. Se calcula que el año pasado, más de 1.500 millones de personas se vieron obligadas a dejar su lugar de residencia por el cambio climático y el deterioro de la capa de ozono.
Los árboles son los pulmones del planeta. Infortunadamente, la deforestación que se hace visible en el Amazonas afecta la calidad del aire que respiramos, sobre todo en grandes centros urbanos o zonas industriales, generando enfermedades respiratorias y cardiacas.
Colombia no se salva de las predicciones que oscurecen la nueva década. No obstante la excelente gestión del presidente Duque en asuntos como el crecimiento de la economía y su propuesta de volver al glifosato, los problemas del narcotráfico y la inseguridad seguirán embadurnando los periódicos y los canales noticiosos de televisión. Nunca me aparto de ellos. La muerte de líderes sociales busca impedir la presencia de comunidades indígenas y campesinas en las zonas que sirven como ruta de narcotráfico. Estas no se limitan a las candentes regiones del Cauca y el sur de Antioquia, sino también a las vías que comunican con Venezuela. Prueba del dominio que tienen las bandas armadas en estos territorios es el asesinato de la pareja de antropólogos Nathalia Jiménez y Rodrigo Monsalve, que habían escogido La Guajira para disfrutar de su luna de miel.
Para valorar el mundo que nos aguarda en esta nueva era debemos citar las tumultuosas protestas estudiantiles que llenan las calles como no se había visto en los últimos cincuenta años. No obedecen a ningún grupo político, ni del Gobierno ni de la oposición. Lo curioso es que esta misma expresión de rebeldía se extiende por el continente. Son tan fuertes y caudalosas en Chile, en Bolivia, en Perú, en Ecuador, países que eran ajenos a tales brotes de inconformidad. ¿Qué nos espera? Nadie lo sabe.
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