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Tiempos recios de Mario Vargas Llosa -Tiempos recios para América Latina en pleno siglo XXI-

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Contexto

La novela inicia con dos citas: “¡Eran tiempos recios!” de Santa Teresa de Ávila y “I’d never heard of this bloody place Guatemala until I was in my seventy-ninth year” de Winston Churchill. Ambas citas presagian la difícil época en la que se ambienta la novela, mitad del siglo XX en Guatemala.

Vargas Llosa regresa con el estilo que a mi particularmente me gusta más, la novela histórica, recordándonos Conversación en la catedral con la dictadura de Manuel A. Odría en Perú y La fiesta del Chivo con la dictadura de Rafael Leonidas Trujillo en República Dominicana.

Aunque muchas historias son ficción en esta novela, no se puede negar por otra parte la rigurosidad histórica que despliega el premio Nobel de Literatura, rigurosidad que lo llevó a trabajar en la biblioteca de la Universidad Francisco Marroquín de Guatemala, la universidad más abiertamente liberal de América Latina.

La novela se desarrolla (i) durante la nefasta propaganda anticomunista que inicia la compañía norteamericana United Fruit contra el gobierno de Jacobo Árbenz Guzmán (1951-1954) y que conllevó a la cuestionable intervención del gobierno de los Estados Unidos de América; (ii) el magnicidio de Carlos Alberto Castillo Armas (CACA o Cara de Hacha) (1957), quien luego de varias Juntas Militares sucedió a Árbenz en la Presidencia con la ayuda del gobierno de los Estados Unidos de América, del dictador Trujillo de República Dominicana y de otros dictadores de la región; y (iii) el destino de los principales protagonistas Marta Borrero Parra (“Miss Guatemala”, que nunca lo fue), Johnny Abbes García (jefe del Servicio de Inteligencia Militar durante la dictadura de Trujillo), Enrique Trinidad Oliva (militar y político guatemalteco) y John Peuryfoy (Embajador de los Estados Unidos de América en Guatemala, el carnicero de Grecia). Todo este ambiente será desarrollado en la primera parte de la novela identificada como “Antes”.

Estructura (“Antes” y “Después”)

La novela está dividida en dos partes: “Antes” y “Después”. La primera parte, Antes, consta de 32 capítulos dedicados a una parte importante y decisiva de la historia de Guatemala de mediados del siglo XX. En el mejor estilo de Vargas Llosa, que nos recuerda a El paraíso en la otra esquina, no vemos una historia contada de forma lineal sino una narrativa que entremezcla distintas historias y tiempos que poco a poco le permiten al lector armar el rompecabezas.

La segunda parte, “Después”, es una verdadera sorpresa para el lector. Se trata de la entrevista que pudo sostener el escritor con la octogenaria Marta Borrero Parra, la querida de Carlos Alberto Castillo Armas al momento del magnicidio y quien sería una de las testigos de excepción de todo cuanto aconteció en Guatemala y República Dominicana en los años cincuenta.

Pero esta última parte adicionalmente nos entrega las reflexiones de Mario Vargas Llosa sobre este capítulo de la historia de Guatemala y definitivamente de América Latina que nos hace reflexionar sobre nuestro presente:

“Otra hubiera podido ser la historia de Cuba si Estados Unidos aceptaba la modernización y democratización de Guatemala que intentaron Arévalo y Árbenz. Esa democratización y modernización era lo que decía querer Fidel Castro para la sociedad cubana cuando el asalto al cuartel Moncada el 26 de julio de 1953 en Santiago de Cuba. Estaba lejos entonces de los extremos colectivistas y dictatoriales que petrificarían a Cuba hasta ahora en una dictadura anacrónica y soldada contra todo asomo de libertad (…) Hechas las sumas y las restas, la intervención norteamericana en Guatemala retrasó decenas de años la democratización del continente y costó millares de muertos, pues contribuyó a popularizar el mito de la revolución armada y el socialismo en toda América Latina. (Tiempos recios, Alfaguara, Barcelona, 2019, pp. 350-351)”.

Las reformas agrarias

Reflexionando un poco sobre esta etapa de la historia de nuestros países, puedo estar de acuerdo en que fueron nefastos los efectos de la intervención del gobierno de Estados Unidos pero definitivamente debemos ser críticos de las reformas agrarias tan propias de nuestros países.

Algunos pasajes de la novela son ilustrativos de lo que significaron las reformas agrarias en nuestra región. Luego de que Árbenz renunciara a la Presidencia hubo una verdadera cacería “anticomunista” de la que “nunca se supo el número de víctimas, pero fueron centenares, acaso miles, seres del montón, campesinos sin nombre y sin historia a quienes el reparto de lotes de las tierras nacionalizadas les había parecido un regalo caído del cielo y que cuando se derogó la Ley de Reforma Agraria y se les obligó a devolver las fincas que ya creían de su propiedad, quedaron atónitos” (Tiempos recios, Alfaguara, Barcelona, 2019, p. 263).

Hoy en día la reforma agraria toma otras formas y nombres. Dentro de las primeras medidas contra la propiedad de Chávez en Venezuela –y que forman parte de las causas de la crisis humanitaria actual– se dictaron los decretos leyes bajo estos nombres Ley de Reforma de la Ley Especial para la Regularización Integral y Ordenamiento de la Tenencia de la Tierra de los Asentamientos Urbanos Populares y la Ley de Tierras y Desarrollo Agrario. Esto está ampliamente documentado por el Observatorio de Propiedad de Cedice Libertad.

Recientemente en Argentina con las últimas elecciones también se anuncian medidas económicas que afectan la propiedad privada. El gobierno nacional aspira a subir las retenciones a la producción agropecuaria; se discute sobre el impuesto a las tierras ociosas; el gobierno de la provincia de Buenos Aires propone subir los impuestos de rentas a las tierras más del 50%. Ricardo M. Rojas, intelectual argentino liberal, en sus redes sociales afirmaba que “nada de eso es inocente, nada de eso tiene propósitos meramente fiscales. La tierra es a Argentina lo que el petróleo a Venezuela (…) En Argentina la tierra está en manos de millones de propietarios y productores privados, que contratan privadamente. El gobierno tiene dos problemas para apoderarse de la riqueza de la tierra: 1) quitarle la tierra a los particulares, 2) hacerla producir para el Estado. La mejor solución, en la estrategia de ir por todo, es subir los impuestos, retenciones y regulaciones casi al punto del estrangulamiento, pero permitir que sean los propietarios quienes sigan produciendo.”

Bien intencionadas o no, las reformas agrarias en nuestra región no respetan los derechos de propiedad; en el siglo XX significaron causa de revueltas y movimientos violentos en la región; y en el siglo XXI no se manifiestan de forma violenta pero definitivamente también se asesta un duro golpe a la propiedad privada por vía de regular las tierras. Debemos entender que cada ataque a los derechos de propiedad agropecuaria es un avance para la concentración del poder y para socavar los derechos individuales.

Tiempos recios para América Latina en pleno siglo XXI

El siglo XX en América Latina fue un siglo de profunda inestabilidad política. Hubo constantemente un cambio de caudillo por otro. Paradójicamente Venezuela fue contracorriente, fue ejemplo de democracia para la región en la última mitad del siglo XX, pero inició el siglo XXI con una dictadura que a través del ataque a la propiedad privada por diversas vías –violentas o “legales”– es autora de crímenes de lesa humanidad. Esto también está ampliamente documentado en el libro que escribí junto con Ricardo M. Rojas titulado La supresión de los derechos de propiedad como crimen de lesa humanidad. El caso de Venezuela, publicado el año pasado por Unión Editorial Argentina.

Mario Vargas Llosa con su reciente novela nos muestra a un pensador del siglo XXI que no olvida los errores del siglo XX. Leer la novela Tiempos recios es doloroso porque, aunque se trata de ficción, también está ambientada en una etapa histórica de nuestra región que nos muestra que nos queda mucho por aprender todavía. Aunque hoy en esta nueva década del siglo XXI tienen otras ropas, los errores siguen siendo los mismos: en lugar de respetar los derechos de propiedad y preocuparse por crear riqueza y no distribuirla, se invoca igualdad y justicia social.

Este primer artículo de 2020 lo escribo todavía con la esperanza de que en nuestros países verdaderamente se instaure una cultura de libertad y de respeto por la propiedad.

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