Son fechas en que se estila hacer balances y pronósticos. Del año que se fue y acerca del que comienza.
¿Y qué se puede decir?
El dictador Nicolás Maduro y su banda de militares manejados por Cuba siguen tan campantes. Uno pensaba que el acontecimiento de 2019 iba a ser la caída de la dictadura chavista y la vuelta a la democracia en la sufrida Venezuela. Pero no fue.
¿Y quién se anima a hacer un pronóstico respecto a la suerte de un país repleto de presos políticos, con total control de la prensa, con violenta represión de la disidencia, en el que la gente pasa hambre, no hay medicinas, en el que se dejan robar por Cuba lo poco que producen –por lo menos una parte, porque otra gran tajada se la llevan los militares que obedecen a Diosdado Cabello– y por supuesto un país vinculado al narcotráfico?
Al mundo le importa un comino. Es vergonzoso. Algunos pura gárgara para hacer ruidos que los justifiquen, pero muertos de miedo de salirse de las normas de lo político correcto que le fijan aquellos que en cuanto pueden le incendian las calles. Dan lástima. Otros como la descascarada pero siempre engreída Europa, que se rasga las vestiduras porque el gobierno interino de Bolivia echó a diplomáticos españoles que con un grupo de élite enmascarado habría intentado “sacar” de la Embajada de México a varios ex cómplices de Evo Morales requeridos por la justicia boliviana, entre ellos un señor Quintana vinculado al narcotráfico, mano derecha de Evo, del que saben muchas muchas cosas, y amigo de la gente de Podemos, hoy socios del presidente siempre interino y nunca electo Pedro Sánchez, y de la que aparentemente también sabe muchas muchas cosas.
Los españoles serios dicen que todo es “muy curioso”, y no justifican nada, el gobierno de Sánchez que habría fracasado en su intento de darle una manito a Podemos dice que “se trató de una visita de cortesía”, y la comunidad europea tan venida a menos levanta la nariz y apoya a España, en contra de Bolivia. Da asco.
De la misma manera que da risa todo lo que está pasando en España –la cada vez más dividida– para formar un gobierno. Sánchez, como ya se ha visto, hace lo que sea por seguir un ratito más. Todo un sainete con final no feliz. Ya van a ver.
Y ahí como agazapado, en silencio, quietito como niño que se hizo encima, Daniel Ortega y su cónyuge siguen al mando en Nicaragua. Salvaron el 2019, también con muertos , represión y presos políticos y van por el 2020 sin largar los instrumentos que son sus argumentos para continuar.
Uno diría que al mundo le falta un tornillo. Otra vez. Quizás dos o tres si se fija en lo que ocurre en Argentina con la vuelta de Cristina Kirchner, de la mano del papa Bergoglio (Francisco). Lo de este país es único y merece que se le dedique uno o dos artículos. O más. Hay quienes soñaban que el presidente Alberto Fernández no fuera un mero títere, como se aseguraba. Hasta ahora no ha dado ninguna sorpresa.
¿Cómo es posible que se haya llegado a todo esto?
Leo en La Nación de Buenos Aires, en un ejemplar del domingo 14 de diciembre de 2003, un articulo del escritor e historiador mexicano Enrique Krauze con algunos vaticinios para el futuro de América Latina. No resalto la autoridad del autor, pues queda plasmada en sus propios dichos: ”También Venezuela está sola y es muy peligroso que lo esté. Con el propósito evidente de heredar a su mentor Fidel Castro –su protector protegido, a quien exporta petróleo gratuito y de quién importa ‘alfabetizadores’ y alta tecnología en espionaje social–, Hugo Chávez ha erigido un régimen populista que es casi un manual de cómo llevar al desastre a una nación… (con) la vieja retórica del odio de clase y el antiamericanismo y en nombre de un ‘bolivarismo’ tan falso como el culto de Martí que dice profesar Castro”.
Año 2003. Ese sí que fue un tremendo pronóstico. Lo único que no previó Krauze fue la muerte de Chávez antes que la de Fidel.
Otra vez las preguntas: ¿cómo es posible todo esto? ¿Cómo se ha llegado a tanto?
Y que además siga ocurriendo.
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